¿Por qué la crisis es un “retroceso” en igualdad?
¿La crisis es machista? CCOO señaló, por ejemplo, que la situación económica ahondó en una brecha salarial que, en realidad, nunca llegó a cerrarse; UGT, por su parte, aseguró tras un informe realizado en todo el Estado que la precariedad afecta, sobre todo, a mujeres, jóvenes e inmigrantes; y ambos sindicatos coinciden en que ellas cobran menos por el mismo trabajo (un 23,9% menos; la cifra más alta de los últimos cinco años), que se mantiene el llamado techo de cristal que dificulta su ascenso laboral y que pervive la tendencia a que las mujeres recurran antes a una reducción de jornada, porque también están más asociadas al cuidado de los hijos e hijas o de las personas mayores y al trabajo doméstico. Ante este panorama, no extraña tanto que Marina Sánchez Cid responda que sí, y que para cambiarlo se exija no solo un cambio de mentalidad, sino también de sistema.
Sánchez Cid, economista e integrante del Seminario de Economía Feminista de Barcelona, se posiciona claramente contra las políticas neoliberales y defiende el ecofeminismo, el concepto que centra su charla titulada La sostenibilidad de la vida: una aportación de la economía feminista, organizada este martes por el Ayuntamiento de Pamplona con la colaboración de la fundación Alboan y la asociación SEI. Pero, ¿qué es el ecofeminismo y por qué vincula la lucha feminista con la ecológica? ¿Son dos reivindicaciones que han hecho de la necesidad virtud y se han aliado? Sánchez Cid explica que se trata más bien de una sintonía de objetivos, porque ambas protestan por cómo se ha descuidado a las personas frente al dictado de la economía.
La economía feminista, que cobró fuerza en la década de los 70, hace hincapié en la importancia del trabajo no remunerado y “no valorado”, a veces considerado incluso “invisible”, en la economía. Entonces se trataba, sobre todo, de poner el foco en el trabajo doméstico, históricamente asociado a la mujer, pero ahora también consiste en destacar el trabajo comunitario y el trabajo de cuidados, que es, según defiende Sánchez Cid, “vital”, en todos sus sentidos. “Su fin es mantener el bienestar, y lo necesitamos para poder sobrevivir”, apunta. Y de ahí la sintonía con un ecologismo que también promueve que, sin el medio ambiente, no se puede lograr ese bienestar. Y, con todo, ambos a menudo son ignorados por un sistema marcado por el consumo.
Sánchez carga contra esa tendencia a considerar un trabajo solo si es asalariado y la asociación de unos trabajos a ellas (más vinculados a la labor del cuidado, como “Magisterio o Enfermería”) y otros a ellos. Precisamente la investigadora de la Universidad del País Vasco Amaia Agirre, que ha estudiado para su tesis diferentes modelos de relaciones que se consideran paritarias, explicaba este lunes en una entrevista que, al final, esas parejas reducían la igualdad al reparto de las tareas domésticas y no entraban, por ejemplo, en el cuidado de los hijos, que sobre todo en los primeros años era algo por lo que ellas “sí dejaban sus espacios”.
“No se trata de cuestionar una unidad familiar y sus estrategias, sino el conjunto de leyes y el funcionamiento de la economía que permite esto”, apunta. En realidad, lo lógico económicamente, si hay que sacrificar un salario en una pareja tradicional, es optar por el que menos cobra, de ahí que Sánchez insista en que así es cómo en la sociedad perduran ciertos roles. ¿Y ellas lo asumen? “Claro, lo asumen las dos partes. Es importante repartir el trabajo doméstico de forma equitativa, pero también que lo asumamos socialmente, como comunidad”. De ahí que cargue contra los ajustes en materias como la sanidad, la educación o las políticas sociales.
“Con la crisis, en lo primero que se ha recortado es en el cuidado de las personas. Este ha pasado al terreno privado, a los hogares, a que los haga vete tú a saber quién. Y, al final, ya sabemos que son las mujeres”, subraya. “El sistema económico nos posiciona a unos y a otros de forma diferente, y nos da diferentes posibilidades. Depende también de si somos nacionales y migrados, jóvenes o adultos, clase alta o clase baja. Y uno de esos ejes, y muy importante, es si somos hombres y mujeres”. Y, por ello, considera que la crisis “está potenciando las relaciones de poder entre hombres y mujeres. Es un retroceso en aquello que hace igualdad”.