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ENTREVISTA | Zahara

“El postparto ha sido el peor momento físico de mi vida: es precioso crear una vida, pero dejé de ser yo”

La cantante Zahara.

Belén Remacha

Zahara (Úbeda, 1983) ha vuelto a los escenarios después de su despedida temporal en noviembre de 2016 en La Riviera igual que se fue: botando, bailando, bromeando, feliz. Ella lo compara con ver de nuevo a una amiga con la que solo quedas una vez al año, pero con la que siempre la relación está en el mismo punto. En este tiempo han pasado muchas cosas. Ha nacido y crecido el Bichín, como ha presentado a su bebé en redes sociales. Y ahora su cabeza es “como un disco duro partido en dos”. A veces literalmente, como cuando hace poco tocaba en una azotea de Sevilla y le escuchaba “llorar como un marrano” en la habitación de abajo.

En este tiempo, Zahara ha decidido, con naturalidad, mostrar las partes buenas y las partes difíciles de la maternidad. Sobre todo lo ha compartido con sus seguidores en Instagram, un público no necesariamente interesado en crianza pero con quienes ha aprendido y se ha retroalimentado. 

¿Cómo se ha planteado esta vuelta?

Empecé cuando tuvo cuatro meses con muy poquitas cosas, algún concierto y sin viajar con los músicos. Me organizaba para irme fuera menos de 24 horas. Ya no doy el pecho, lo he dado hasta los 6 meses y medio. Y quiero hablar de esto: yo quería destetarlo ahora, porque me voy a grabar el disco fuera de España. Van a venir algún día mi marido y él, pero no pueden todos, con lo que implicaría estar con las tetas a reventar, sacando leche… Fui a la matrona a planificarlo y dos semanas después se destetó unilateralmente. 

He tenido esa necesidad de justificarme. Cuando me preguntaban si seguía dando el pecho respondía que no, pero enseguida explicaba que se había destetado él, que quedase claro. Y es verdad que por un lado me dio mucha pena, pero por otro es una liberación. ¿Qué pasaría si efectivamente hubiese sido yo? No dejaba de tener esa presión, esa culpa social. 

¿Quería esas 16 semanas?

Sí y no, porque cuando todavía no eres madre te crees que va a ser de una manera y la realidad es otra. Siendo autónoma, la baja de maternidad que te da la Seguridad Social es muy justita. Sobre todo porque cuando menos facturé fueron los últimos cinco ó seis meses, que es con los que te hacen la valoración. Ahí no tocaba, era verano, tenía un panzón que parecía que tenía tres niños dentro. Los cuatro meses pasaron volando y no era consciente de la cantidad de trabajo previo que tiene un concierto: entrevistas, ensayar, organizar, estar en forma, concentrada. Pero como empecé poco a poco me lo tomé con calma.

¿Cómo se vive un parón así en una profesión tan personalista como la suya? ¿Sentía que no se podía alargar demasiado, que no podía desconectar del todo?

Aparte de la necesidad económica de cualquier autónomo –si no trabajas, no ganas–, hay una manera de vivir esta profesión por la cual siempre ronda tu cabeza ese mantra horrible de “se van a olvidar de mí”. Vale que siempre estoy activa de un modo u otro y tengo unos seguidores que están ahí más allá de mi exposición. Pero nunca lo sabes, piensas que igual es demasiado tiempo… yo paré antes de quedarme embarazada. Van a pasar dos años entre mi último concierto en La Riviera y el nuevo disco. 

Por otro lado, a mí me encanta mi trabajo. Es mi elección, donde me siento plena. Y la maternidad tiene todo lo contrario: es sentirte de todo menos tú misma. Volver al escenario era equilibrar.

Durante todos estos meses, y sobre todo al principio, ha ido compartiendo su experiencia en Instagram, se ha visto cómo pasaba de no publicar nada a hablar del día a día con un bebé o a disfrutar con Operación Triunfo.

Sí, cómo se pasaba de cinco días sin noticias de Zahara a de repente varios stories sobre OT o hablando de las tomas de leche. Me decían en un tuit: “Zahara ha hecho más por el sexo con protección que todos los anuncios de condones”. Me encantó. Se me dio muy buen feedback. Creo que en realidad he sido muy escueta sobre el hoyo en el que he estado. Físicamente, el primer mes no podía ni coger el teléfono a mi padre. Estaba sobreviviendo y mi única prioridad era el equilibrio familiar, todo lo demás era secundario. 

Hay gente que te dice que si es que no sabías lo que iba a pasar. Y da igual que te lo hayan explicado con señas y detalles. Para empezar porque es como cuando alguien te cuenta una mala experiencia con un chico, crees que no te va a pasar, que lo vas a llevar mejor porque tú eres de otra manera. Siempre nos tenemos a nosotros mismos en una estima que no coincide exactamente con la realidad. Segundo, no sé en otras profesiones, pero la mía está muy ligada a mi identidad personal. De repente perderlo todo, ser una persona que lo único que hace es dormir, alimentar y cuidar… por muy bonito que sea, muy bien que huela y maravilloso que sea dormirte con tu hijo, es un golpe.

El postparto es mucho dolor en un momento en el que necesitas lo contrario. Te sangra todo el cuerpo, tienes todo inflamado, ya no es una barriga bonita, es blanda, te cuelga, te duele y es incómoda. Tus tetas son desorbitadamente grandes, no puedes dormir, no sabes cuándo fue la última vez que te quitaste un pelo de la ceja y además te da igual. Yo ahí pensaba: ¿por qué no se habla un poquito más de esto? Quiero a mi hijo más que a mí misma. Pero déjame que me queje. 

A partir del segundo mes empezó a levantar cabeza, entonces.

El segundo mes tuve que hacer un ejercicio mental muy fuerte. Porque mi marido se incorporó a trabajar y era como “¿me dejas sola? Si entre dos es imposible”. Ahí flipaba con las madres solteras: me levanto, aplaudo y os merecéis un monumento. Lo duro fue ver que él tenía su móvil, hablaba con gente de su trabajo y había recuperado su vida. Yo lo único que podía hacer era sentarme a su lado sin absolutamente nada que contar. Si el niño había hecho caca bien o si había dormido, nada más. Y aunque él estuviese cansado, me moría de envidia.

Todavía estaba físicamente mal –mi postparto fue muy duro–, y encima anímica, emocional y profesionalmente también. Hay que tener una fuerza grande. Sobre todo si tu trabajo te enamora. 

En sus últimos años, el deporte era una parte importante. No solo de su vida, sino de su imagen e identidad personal y profesional. ¿Cómo ha llevado eso?

Tengo una frase muy dura, y es que para mí el embarazo, parto y postparto han sido el peor momento físico de mi vida. Es precioso crear una vida, tiene partes muy bestias, animales y emocionantes. Pero dejé de ser yo en todos los sentidos, y no reconocerte en el espejo es muy duro. Venía de hacer varios deportes cada día, nunca he estado mejor que a los 32 años, no me cansaba de saltar sobre el escenario. El día que me miré y mi cuerpo se volvía a parecer a lo que era respiré: “ya conozco a esa tía que me está hablando”. 

Recuerdo que llegó a hacer un post explicando que su barriga era grande pero que solo llevaba un bebé, casi pidiendo por favor que le dejaran en paz con ese tema.

Me afectó muchísimo. Hago un llamamiento: dejad de decirle a las mujeres cómo son sus barrigas. Si ya parece que el cuerpo de una chica es de dominio público, que todo el mundo tiene derecho a opinar sin que preguntes, ya si estás embarazada… es horroroso. A mí me afectó, me creó mucho complejo. Cada vez que me preguntaban si llevaba dos no quería salir a la calle o hacerme fotos porque me sentía gorda. ¡Y era absurdo, tenía un niño dentro! No entendía por qué me estaban generando sentirme así de mal si yo estaba superfeliz con mi barriga. 

¿Tenía referentes? Pienso en la imagen de las políticas que han llevado a sus bebés a los parlamentos o que se muestran embarazadas, ¿es igual de potente sobre un escenario?

Yo pensaba en Leonor Watling. Es actriz, cantante, tiene dos hijos, un marido que se dedica a la música, una vida bastante parecida a la mía. La tenía como referente: hay vida después, resucitaré y me convertiré en Leonor Watling. El otro día un amigo me decía que le indignaba que para visibilizar un problema se necesite a un famoso. Y  yo le respondía que sí, que normalmente no puedes coger un libro para cualquier duda. Yo sigo a una actriz, Jenny Molen. Tuvo a su hijo el mismo día que yo. Subió fotos de su cuerpo desnuda, de sus tetas después de dar a luz. Y pensé que no estaba solo yo así de deforme, me sentí menos sola. A mí me sirvió mucho ver a una tía con 400.000 seguidores que lo hacía. No es que te reconforte que otra persona esté igual o peor que tú sino formar parte de algo común. 

¿Cómo fue volver a coger la guitarra? ¿Cómo ha cambiado el proceso creativo para usted, cómo lo ha compaginado todo?

La última canción la terminé dos semanas antes de dar a luz. Ahora he terminado una que me faltaba y me ha costado ocho meses. La guitarra la cogí a los cuatro, hacerlo antes era peor. A él le escribí una antes de nacer, inspirada en un texto de Moreno [Alberto, su marido, director de Vanity Fair]. Para escribir el libro [Trabajo, piso, pareja, Verso y Cuento] sí tuve un método más disciplinado, pero componer es muy difícil. A lo mejor estoy una hora tocando la guitarra, escribiendo, y tras mucha mierda veo algo que puede funcionar, le doy vueltas, lo aparco un rato… Ya no tengo esa capacidad de aburrirme, y sobre todo, de desconectar.

Y pasa algo. Mientras una mujer tenga que plantearse reconducir su vida, reorganizarla, elegir... no existe la conciliación, es imposible. Es mentira, es la gran estafa de la sociedad. La única manera en que se puede, y es horroroso lo que voy a decir, es teniendo dinero, consiguiendo ahorrar mucho. Yo tenía muy claro que si tenía un hijo iba a necesitar ayuda. Mis padres viven a 350 kilómetros de Madrid, son superjóvenes y tienen sus vidas. Mi suegra igual. No quiero depender del entorno familiar, porque además creo que la responsabilidad de los abuelos no es educar, sino ser abuelos. Si lo crían, o se pierden a parte de abuelo –cosa que creo que también es frustrante– o lo malcrían todo el día. No creía en esto.

Ahorramos mucho, desde que decidimos que a lo mejor teníamos hijos. En parte para poder estar tranquilos estos meses, pagando a alguien que nos ayudara. Yo tengo amigas para las que esto es un problema, no se lo han podido permitir, lo cuida la tía, el abuelo, la vecina… y también es bonito que te cuide la tribu si es tu elección o situación, pero no es mi caso. Y de eso se tendría que encargar el Estado de manera automática, como la subvención que te dan de 100 euros por ser madre trabajadora. Pregúntale a cualquiera qué hace con 100 euros al mes. No sé ni por dónde empezar. 

También da la sensación de que conocemos a mil músicos hombres que se van de gira por medio mundo teniendo hijos y dejándolos aquí. No sé si siente que usted no podría hacer algo así.

No puedes hacerlo. Todavía recuerdo el día que Soraya, que es lejana a mí pero es música y mujer, se fue a tomar algo con su marido a la semana de tener al niño. La gente la puso a parir. Y pienso que quién eres tú para decirle lo que tiene que hacer. Pero, ¡es que encima decían que un niño tiene que estar con su madre! Si aun dijeran que con su padre y con su madre, pues bueno, es muy bebé. Claro que si le das el pecho hay una necesidad física, pero el niño debe ser de los dos. 

Criminalizar a la mujer que intenta tener un tipo de vida como la que tendría su marido es un atraso e injusto. Parece que estamos a años luz de la Edad Media cuando quemaban por brujas a las mujeres independientes, y ahora no nos queman, pero nos siguen juzgando. 

¿Por qué ha decidido no mostrar ni la cara ni el nombre de tu hijo? ¿Es gestionable en el tiempo a su nivel de exposición pública?

Si alguien sube una foto sin consentimiento lo puedo denunciar, por ahí no me preocupa. Y lo que hagan otros padres me parece estupendo. Pero no quiero que mi hijo no tenga autoridad, teniendo en cuenta el alcance que tiene una foto mía, sobre su exposición pública. Igual con 8 ó 9 años me pregunta por qué no pongo fotos suyas, si es que me avergüenzo. Si se lo explico, y veo que entiende la trascendencia –y a la par, la irrelevancia, que tampoco es el fin del mundo–, y quiere… 

Llevo siguiéndola mucho tiempo y le he leído decir en el pasado que no quería ser madre nunca o que no lo veía claro. ¿Lo veía incompatible con su profesión?

Era un no rotundo desde los 14 años. Y aquí estoy (risas). Nunca he querido tener hijos porque no me interesaba el mundo de la crianza. Me gustaban los niños, ser maestra. Igual que he conseguido ser el tipo de artista que quería ser, tenía claro que si era madre lo quería ser de una manera determinada para la que tendría que prepararme bien. Y creía que eso no era compatible con el tipo de vida que quería tener.

Y me daba mucha rabia cuando me decían que ya cambiaría de opinión. No es que haya cambiado de opinión. Me gusta mi bebé, pero sigue sin interesarme ese universo, ni de repente todos me parecen monos. Lo que cambió fue tener una persona a mi lado con la que me apetecía formar una familia. Para mí son conceptos distintos. Ahora me encanta haber hecho algo que no estaba en mis planes pero sigo de acuerdo con esa muchacha que hasta los 32 años no quería tener hijos. 

¿Cómo lo va a introducir en su mundo, en la música? ¿Está haciéndolo ya, piensa en el futuro?

Ya me lo llevo cuando logísticamente puedo, por horarios, por cercanía y con ayuda y compañía. Ahora lo llevo a las pruebas de sonido ya y flipa con los cascos. Y me encanta imaginar tener 50 años y que mi niño venga a mis conciertos o escuchemos música juntos. Mi hijo me encanta desde que nació, pero la maternidad la disfruto desde que puedo ser madre y ser mujer, volver a ser Zahara. Puedo viajar, llevármelo a Nueva York, traerlo a un concierto o dejarlo en casa súper bien cuidado. Y ahora mi vida me encanta.

Pero hay un momento en el que es muy difícil que tus pensamientos negativos no se pongan por encima. La depresión postparto la sufre un porcentaje mucho mayor del que se cree, es muy normal y hormonal. 

Eso que dice entronca directamente con la identidad personal de la que hablaba antes.

El primer día que me fui de bolo me sentía mal, y en el grupo de mamás en el que estoy me preguntaron “¿vas a volver feliz? Pues tu bebé va a estar feliz”. Es una máxima. Es muy importante estar bien cuando estás con él. Como nunca hablo de esto quiero transmitirlo a otras madres: no te sientas culpable por querer trabajar. Y si no quieres trabajar y te quieres quedar con tu hijo, es la mejor decisión. Igual que si quieres darle el pecho o no. Lo que decidas es lo mejor. No es lo que te diga tu tía, ni el vecino, ni la que te sigue por Instagram. 

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