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Alimentación vegetariana y vegana en la infancia, ¿sí o no?

Una niña desayuna leche con cereales.

Patricia Gea

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Más de la mitad de la población infantil en edad escolar en España desayuna galletas, cereales y cacao en polvo, casi el 80% merienda zumo envasado, batidos o natillas, y un porcentaje superior no consume ninguna verdura a diario. “Vamos a traducirlo: desayunan y meriendan montones de azúcar. No llevan una dieta saludable y se ha demostrado que todo ello aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares”, invita a reflexionar una de las páginas del libro 'Alimentación vegetariana en la infancia' (Editorial Debolsillo), en cuya elaboración han participado cuatro autores, Julio Basulto, María Manera, María Blanquer y Pepe Serrano, doctores especializados en nutrición y pediatría. 

Este manual es una llamada de atención sobre algunas de las cifras que han hecho saltar las alarmas en las consultas de pediatría y un acercamiento al vegetarianismo en la infancia, envuelto a veces, por desconocimiento, en creencias que lo consideran inadecuado para los niños pequeños. Además de mitos, también genera muchas dudas. Quiero que mi hijo o hija siga una alimentación vegetariana, ¿cuándo puedo empezar? Y si estoy dando la teta, ¿puedo alimentarme solo con verduras? ¿Necesita recurrir a suplementos? ¿Qué alternativas a los bollos existen para una merienda? Los cuatro autores responden a un amplio cuestionario de las preguntas más frecuentes entre las familias que se suman a este estilo de vida.

En una entrevista con elDiario.es, María Blanquer, dietista-nutricionista especializada en Salud Pública y Pepe Serrano, pediatra de atención primaria especializado en nutrición infantil, consideran oportuno empezar por el principio. ¿Cuántos tipos de alimentación vegetariana y vegana hay y cómo son? “Englobamos en 'vegetariana' toda la alimentación que se basa en plantas. Puedes añadirle un apellido si introduces algún producto de procedencia animal, como 'ovovegetariano' si incluye huevos, 'lactovegetariana' si incluye leche y 'ovolacto' si introduce ambos”, explica Serrano. Fuera de estas, añade, existen la dieta 'frugívora', solo basada en frutas, y la 'crudivegana', solo vegetales en crudo movidos por la creencia de que al cocinarlas pierden propiedades.

“Estas dos últimas es importante resaltar que están absolutamente contraindicadas en la infancia, pero las demás pueden iniciarse en cualquier momento, es más, diría que desde la lactancia una madre ya puede alimentarse solo de vegetales”, explica el pediatra. El bebé recién nacido se alimenta durante seis meses de leche materna, o de leches de fórmula, y después se inicia una alimentación complementaria a base de papillas, fruta o vegetales, por lo que hasta aquí, comenta Serrano “ya estaría hecho”. En adelante es ir sustituyendo esas pequeñas porciones de proteínas que se encuentran en los productos de origen animal por proteína vegetal con legumbres, por ejemplo. “No es complicado, pero hay que informarse un poco y a la persona que no está acostumbrado le parece un mundo”. Así que a la pregunta de cuándo puede un niño o niña llevar una alimentación vegetariana contesta sin dudas: “desde que nace”. Y no necesita por ello ir a más revisiones pediátricas, apunta.

Sobre si necesitan o no suplementos, la respuesta es que sí, pero solo de vitamina B12, en comparación con los menores que siguen una alimentación omnívora. “Es el suplemento que hay que tomar, bien en cápsula o con gotas, con cualquier dieta vegetariana que se haya elegido porque no hay ningún alimento vegetal que contenga la cantidad de B12 que el cuerpo necesita”, aclara Serrano. Según la edad, la dosis y la frecuencia de estos complementos varía, así que lo ideal, continúa Blanquer, es que “se consulte a un pediatra o dietista-nutricionista que conozca bien la dieta vegetariana para asesorarse y no caer en errores”.

Uno de los mitos en torno a los suplementos, dice Serrano, es que “una dieta que se tiene que suplementar no es natural”. Niega que esta correlación sea cierta. “Durante el primer año de vida los y las bebés, sigan la dieta que sigan, se suplementan con vitamina D, a los recién nacidos con vitamina K, la sal se enriquece con yodo y el agua del grifo se trata con cloro”. En cualquier caso, señala Blanquer, lo estricta que sea la dieta que se sigue lo marca cada uno y en ninguna de las opciones vegetarianas se prohíbe el consumo de ningún alimento. “El vegetarianismo es una opción más que no todo el mundo se puede permitir”.

De todas, dice, la dieta 'ovolácteovegetariana' es la más inclusiva. A solicitud de un dato que de forma breve pueda seducir a los padres y madres reticentes a abandonar la dieta omnívora, Serrano responde refiriéndose a su experiencia en consulta que “el 40% de los niños y niñas de los que trato a diario tienen exceso de peso”. Y ya que este año hemos tenido el término “pandemia” tan presente, recuerda que la OMS ha denominado la obesidad infantil como una de las peores pandemias de nuestra época.

Desayunos y meriendas ultraprocesadas

Los mayores enemigos de la salud de los niños y niñas están escondidos en sus meriendas y desayunos. Vienen además envueltos en atractivos envases que venden muchos 0%, vitaminas plus y nutrientes de sobra para que el niño no caiga rendido en todo el día. La realidad detrás de este márketing, dice Blanquer, es que galletas, zumos envasados y cereales infantiles son en esencia “alimentos procesados, harinas refinadas, azúcares y grasas vegetales”. Bombas calóricas sin aporte nutritivo. Serrano aconseja mirar con escepticismo estos productos y, para empezar, dudar de todo lo que vaya envasado. “Si viene en envase y es atractivo, es poco saludable. Las frutas del yogur con fruta son de todo menos fruta, los cereales de caja, lo mismo…” Muchos alimentos saludables se pueden comprar a granel, por ejemplo.

¿Otras alternativas para no acabar comprando lo de siempre? “Las alternativas a los procesados son las mismas que para la merienda de una persona adulta: fruta fresca, pan integral, lácteos o bebidas vegetales enriquecidos con calcio, frutos secos”, añade Blanquer. Propone como idea de merienda para llevar al colegio unos dados de queso con palitos de pan integral y uvas, o unos palitos de zanahoria, nueces y una manzana. Aunque resulte evidente, considera la nutricionista que conviene recordar que para calmar la sed el mejor líquido es el agua, y no zumos. “Lo ideal con la fruta, además, es que la coman entera o a trozos”.

Vigilar la adolescencia

Consideraron sus autores y autoras que era importante incluir un capítulo en el libro dedicado especialmente al vegetarianismo en la adolescencia. Y es que, aunque no es lo más común, algunos “lo usan a veces como excusa y como estrategia para que la pérdida de peso o la escasa ingesta de alimentos pasen desapercibidas”, y esconder así un trastorno de la conducta alimentario. La adolescencia es la época en la que muchas chicas y chicos hacen patente su deseo de optar por el vegetarianismo y, además, añade Serrano, un momento en el que en una escala de valores le dan mucha importancia a su imagen corporal. “Es por eso que en esta edad empezamos a ver los trastornos de conducta alimentaria representados por la anorexia nerviosa”.

No se trata, aclara Blanquer, de prohibirles la alimentación vegetariana, sino más bien de vigilar los motivos por los que se introducen a ello y también su conducta alimentaria. “De hecho, cuando un hijo o hija te pide iniciar una alimentación basada en vegetales es importante darle acceso a ello y acompañarle”. Valoran positivamente que los jóvenes crean que pueden tener una alimentación equilibrada sin recurrir a productos de origen animal. Las iniciativas de algunos países del entorno europeo como 'Los lunes sin carne' están ayudando a educar en hábitos saludables a la población y en especial a los escolares. “Se trata de ir acercándose, hace falta aún mucha información”, concluye Serrano. En las páginas del libro también hay respuesta para la última pregunta que nos puede asaltar: ¿Y si quiero volver a comer carne? Puedes, no vas a tener ningún problema de salud aunque no sería oportuno, por ejemplo, volver a comer carne empezando por una barbacoa con amigos estilo Arizona“.

En cualquiera de los sentidos, para transitar de una alimentación omnívora a vegetariana y viceversa, aconsejan “como todo en la vida, hacerlo de forma sensata. La recomendación sería la de ir empezando de forma gradual sustituyendo la proteína animal por la vegetal, es decir las legumbres y los derivados, por lo menos al inicio, para facilitar la adaptación al incremento del consumo de fibra.”

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