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La escolarización forzosa de niños prematuros: “Si mi hija hubiera nacido a término, con sus tres kilos, habría empezado un curso más tarde”

Niños y niñas en una foto de recurso.

David Noriega

El próximo mes de septiembre, los mellizos de Mar Gonzalo empezarán a ir a la escuela. Son un niño y una niña prematuros, que nacieron en diciembre, a las 32 semanas de gestación, y permanecieron en la incubadora hasta febrero. Según su edad corregida, es decir, la que tendrían si hubieran nacido a las 40 semanas, deberían escolarizarse en el curso siguiente, pero la normativa en la Comunidad de Madrid, donde viven, no lo permite. Y eso, pese a que existe unanimidad entre los expertos: los padres de prematuros nacidos en el último trimestre del año deberían poder solicitar que sus hijos comiencen la clase un curso después para mermar al máximo el desfase.

“Sería extraordinariamente positivo utilizar la edad corregida, especialmente en el caso de los prematuros extremos, de menos de 28 semanas de gestación”, indica el presidente de la Sociedad Española de Neonatología, Máximo Vento. Una recomendación que coincide con la que ya hicieron en 2017 el ministerio de Educación y la, por aquel entonces, Defensora del Pueblo, Soledad Becerril, con éxito relativo. Porque tan solo algunas comunidades dan esta opción a los padres, como Aragón, Canarias, Murcia, Extremadura, Castilla y León, Baleares y las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, competencia del ministerio. En 2017, se produjeron en España 3.447 partos de bebés por debajo de las 32 semanas de gestación, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Beatriz Albiac vive en Zaragoza, donde sí se permite a los padres solicitar la escolarización de los prematuros extremos un año después, si los informes de los especialistas son favorables. “Tuve mellizos de 24 semanas en noviembre de 2014, cuando tendrían que haber nacido en marzo de 2015. La niña falleció y el niño, que nació con 660 gramos, tiene ahora cuatro años y cuatro meses”, explica. Comenzó la clase en septiembre, con niños de tres años. “Empezó a caminar con casi tres y los pañales se los acabamos de quitar. Si hubiera empezado el año pasado, estaría en segundo”, indica para justificar que “tanto la tutora como yo notamos que está en el curso que tiene que estar”.

“La norma no lo permite”

No tuvo la misma suerte Laura, que prefiere no decir su nombre real. En su caso, acudió a todos los organismos posibles para solicitar que escolarizaran a su niña, prematura extrema del último trimestre, según su edad corregida, también en Madrid. “La respuesta siempre fue: la norma no lo permite”, lamenta. “Todos los especialistas de atención temprana la valoran y trabajan con ella según su edad corregida, pero cuando llega el momento de la escolarización, solo miran el DNI o si tiene alguna discapacidad, que no es el caso”, explica. “Si mi hija hubiera nacido a término, con sus tres kilos, estaría escolarizada un curso por debajo, pero encima de ser prematura, está escolarizada un curso por encima”, señala.

Entre los problemas a los que pueden tener que enfrentarse estos pequeños, el médico especialista en pediatría y presidente de la Federación Estatal de Asociaciones de Profesionales de Atención Temprana, José Luis Peña, enumera varios. El principal es el posible daño neurológico, que puede acarrear dificultades motoras, que van desde parálisis cerebral hasta problemas de coordinación o para caminar. Pero también de comportamiento, que afecta a la capacidad de relacionarse e interactuar, más lenta. O si han necesitado asistencia ventilatoria, son más propensos a coger infecciones respiratorias.

No obstante, recalca que no sucede en todos los casos y que, en muchos de ellos, la situación se normaliza con el tiempo. Por eso, “vemos como algo coherente y lógico que se pueda hacer una valoración individualizada, sobre todo en los casos de grandes prematuros, por debajo de las 32 semanas de gestación, o de muy bajo peso, menos de 1.500 gramos”, indica.

“Se da cuenta de que está un poquito por detrás”

La hija de Laura ya está en tercero de infantil y “claramente, se parece mucho más a los niños que están escolarizados en segundo”, explica su madre. “Los primeros años eran más temas fisiológicos: iba con pañal, con la consecuente gracia de los niños que se dan cuenta, los horarios le costaban muchísimo… A medida que van avanzando, veo mucho más claro el nivel madurativo, el no coger el ritmo, el nivel de la lectoescritura… Cada año que ha pasado, para mí se ha manifestado más el gran desfase que tiene con los niños de su clase y, ahora que es mayor, lo empieza a notar. Empieza a darse cuenta de que está un poquito por detrás y no entiende porqué”, desarrolla.

Esta es, precisamente, una de las preocupaciones de Mar: “Si tú ibas a nacer en julio y naces en mayo, vas a clase con niños de mayo; pero si ibas a nacer en febrero y naces en diciembre, vas con niños que son más de un año mayores que tú y, a esas edades, es un tercio de la vida”. Por eso, considera que obligar a estos pequeños a escolarizarse según su edad cronológica hace que “las probabilidades de que sea un fracaso escolar sean mucho más grandes” y que, a largo plazo, puede causar “problemas de autoestima que son gratuitos”.

La psicóloga educativa y vocal del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, Amaya Prado, explica que “a nivel socio-emocional, muchos niños prematuros presentan posteriormente trastornos de TDH con hiperactividad o semihiperactividad, que pueden ir acompañados de un retraso a nivel emocional y social”. Estos niños “muchas veces no llegan a responder a las habilidades sociales de sus compañeros, lo que hace que se frustren y presenten alguna conducta disruptiva o irritable que, si no se trabaja, se va arrastrando”, desarrolla. Por eso, su criterio coincide con el del resto de expertos: “Me parece adecuado y conveniente que los padres, con un informe individualizado, tengan la posibilidad de elegir el curso de escolarización”.

A unos meses de empezar primaria, Laura considera que “es impensable” que su hija esté preparada. Una opinión que comparten también desde el centro, que ha solicitado la permanencia de la pequeña durante un año más en educación infantil. Se trata de una medida “excepcional” y de “carácter extraordinario” que se concede en los casos en los que un pequeño cumple con dos de los cinco requisitos que se contemplan. A saber, que haya una diferencia de un año entre la edad cronológica y la madurativa; que vaya a ser escolarizado en Educación Especial; dificultades de autonomía personal, independencia motriz y comunicación; que haya sido diagnosticado de necesidades educativas especiales, sin haber sido escolarizado anteriormente; o que sea un gran prematuro, nacido en el segundo semestre del año, con tratamiento médico u hospitalario de larga duración.

Laura confía en que le permitan acogerse a esta medida porque “si la dejan pasar a primaria, la van a abocar al fracaso escolar y yo lo que quiero es que mi hija aprenda”.

“Confía en tus hijos”

“Tras una repetición, como se encuentran con compañeros al mismo nivel evolutivo, se sienten muy bien”, explica Prado. Eso sí, reconoce que “el momento de la repetición ya se lo has hecho pasar y hay niños que lo pasan mejor y niños que lo pasan peor”. En ese sentido, “por una flexibilización de unos meses, no pasa nada, pero una repetición de un curso académico entero se nota mucho más, porque el pequeño lo puede percibir de otra manera”, explica la psicóloga.

“Cuando repite, ya tiene el sambenito. Y si son mellizos, uno es el mellizo tonto y el otro el listo. ¿Por qué llegamos a esto?”, se pregunta Mar. Ella ha tenido que escuchar más de una vez el comentario de que confíe en sus hijos. “Yo confío en mis hijos más que nadie, pero pido que haya una norma que les reconozca el derecho a ir con sus iguales”. También se lo han dicho a Beatriz: “es que les atrasáis un curso”. “No, les damos el curso que les corresponde”, se defiende. “Si lo pones según su año de nacimiento habría que estar forzando la máquina al 150%, estar siempre encima de él, quitándole tiempo social… No es solo que apruebes; es que apruebes y cómo, la caña que le tienes que meter al niño”, justifica.

La Asociación de Padres de Niños Prematuros (APREM) impulsó en la comunidad de Madrid una proposición no de ley, aprobada el pasado 7 de febrero con los votos a favor de todos los grupos y la abstención del PP, para que se permita escolarizar a los prematuros de menos de 31 semanas según su edad prevista. La presidenta de la asociación, Concha Gómez, reconoce que “está bien que se haya aprobado, pero hace falta voluntad” porque este tipo de proposiciones no tienen carácter vinculante. Además, defiende que la decisión se tome “con la valoración de los trabajadores de atención temprana y la comunidad educativa” y que esta medida “no tiene ningún coste”.

Puede, incluso, reducirlos o favorecer un mejor reparto de los recursos. “Desde la administración educativa nos dicen que tienen recursos: apoyo extraescolar, un psicólogo en clase, un logopeda… Yo no quiero esos recursos. Eso es parte del problema, un niño que va a clase con un adulto, cuando son niños que no tienen ningún problema”, defiende Mar. Lo dice también Laura: “Te ofrecen adaptar el currículum, apoyos que son dos o tres horas semanales de logopeda. Si les dejas escolarizarse un año más tarde, te ahorras esos recursos y podrás dedicárselos a otro niño que los necesite de verdad”.

Beatriz se muestra aliviada por haber podido escolarizar a su hijo según su edad corregida. “En Aragón lo peleó un papá el año anterior y a mí me abrió el mundo. No sé quién es, pero se lo agradeceré toda la vida”. Mar y Laura no se resignan. Ambas repiten una misma frase: “No hay una persona a la que le cuente mi caso y no diga que lo entiende”.

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