Censura sí, pero con mesura
Claro que la moción de censura al Gobierno de Mariano Rajoy es un imperativo ético. Sin embargo, creo que en la propuesta fallaron las maneras. Después del fracaso de la investidura, donde primaron las líneas rojas y el pugilato entre los actores del cambio frente a la necesidad de construir una alternativa, volvemos a responder a una moción de censura imprescindible con los prejuicios, el cainismo y las malas formas que la convierten inicialmente en inviable.
¿Qué requiere esa moción de censura? Exclusivamente de un programa básico de regeneración democrática y de recuperación de derechos sociales, de voluntad de diálogo y de pacto sobre una candidata o candidato que represente todo lo anterior. Porque una buena y necesaria idea puede convertirse en un fracaso estrepitoso si no va acompañada de un buen método para su realización. La propuesta de moción de censura de Unidos Podemos tiene que adecuarse a un procedimiento para que su concreción sea viable.
Empecemos por describir el propósito: la moción es una estrategia para arrebatar el gobierno y ganarlo para la regeneración, y no otra cosa. Será fallida si se trata de una táctica para descolocar al compañero de oposición o de recuperar protagonismo mediático.
Una parte se ha equivocado al proponer a través de los medios de comunicación -como ya hiciera en el pasado con la oferta de gobierno- una moción sin un trabajo previo. Se ha presentado como un reto al resto de partidos de la oposición, haciendo honor a aquel dicho del plato de lentejas: o las comes, o las dejas. Lo propio hubiese sido hacer comprensible el giro copernicano que va de la trama política a la construcción de una alternativa frente a la degradación de la democracia que supone la permanencia del PP en el gobierno. Una presentación que favorezca la recuperación de un diálogo roto.
Del otro lado tampoco son pertinentes las excusas de lo que pudo haber sido y no fue “si hubieseis votado el pacto PSOE-Ciudadanos”, o de nuevo la interpretación en clave interna por parte del PSOE y sus primarias. Buscar pretextos frente a radicales es otro error garrafal.
Volvemos a vernos en una situación en que las evasivas se imponen a las razones. Mientras, el PP, más acorralado que nunca por la corrupción, incluso con el presidente del Gobierno citado para declarar, sigue maniobrando para obstruir y neutralizar las últimas investigaciones sobre sus casos de corrupción en el Canal de Isabel II.
El PP no está legitimado moral ni políticamente para seguir gobernando. Así lo propuso la plataforma ACTÚA desde el mismo momento de su constitución, hace unas semanas. La moción de censura es un imperativo ético, una obligación para la oposición.
La estrategia de censura es necesaria y una mala presentación no debe abocarla al fracaso. El rechazo de los interlocutores por razones de forma y oportunidad no puede frustrar la estrategia de la moción de censura a Rajoy a la primera de cambio. Tampoco debiera degenerar en una mera táctica de partido que justifique una vez más las líneas rojas entre las fuerzas imprescindibles para cualquier proceso regenerador. Ahí está la izquierda, pero el momento exige abrirse a sectores del centro derecha interesados en la recuperación de la confianza y el prestigio de las instituciones frente a la gangrena de la corrupción.
Moción de censura, por tanto, sí. Desde luego. Se trata de retomar la propuesta con decisión, pero también con humildad, de adecuar sus tiempos al del resto de los actores, de construir complicidades en el día a día, de ceder protagonismo y ganar amabilidad... En definitiva, de reconocer la necesidad de todos y de negociar. Justo lo que no se hizo tras el 26J.
La cortina de humo de unos presupuestos que no son más que una prórroga y un aval europeo al PP por la contención del déficit económico por encima del déficit social no debiera desactivar la estrategia de fondo de la censura. Por desgracia, los casos de corrupción continuarán y la contra operación del gobierno del PP para obstruir la acción de la justicia se incrementará.