Corren tiempos en los que la ultraderecha siente el viento a favor para su crecimiento y expansión. En crecimiento libre y sin atisbo de techo, por ahora.
Se trata de un hecho global en el mundo occidental, desde Estados Unidos hasta Hungría, pasando por Alemania, donde el canciller Merz y la CDU comienzan a cuestionarse la política de Brandmauer, el cortafuegos a la ultraderecha de AfD.
Pero lo que llama la atención es que, cuando el CIS pregunta por Franco, un 21,3% de los españoles consideren que la dictadura fue buena, incluso muy buena.
Lo terrible es que ese número de neofranquistas, seguramente con poco conocimiento de aquella realidad dictatorial, crece entre los jóvenes y pasa a ser de un 25% cuando se pregunta a menores de 24 años. Uno quiere pensar que se trata más de una boutade de los jóvenes ante el entrevistador de turno, más que otra cosa muy seria.
El Deustobarómetro, de la Universidad de Deusto, este mismo mes de diciembre señala también que el 25% de los jóvenes vascos enmarcados en la llamada generación Z cree que Franco fue un gobernante que “trajo bienestar social a la ciudadanía”. Es un dato que se contradice con el voto real expresado cada elección en Euskadi, pero, si resulta cierto, es para echarse a temblar.
Es evidente que aquí hay un problema, un problema serio. Y no se trata de la implicación de Santiago Abascal en la campaña electoral de Extremadura, donde Vox ha doblado su presencia parlamentaria. Ni de que la presidenta María Guardiola intentara obtener mayoría absoluta adelantando las elecciones en pleno ambiente navideño para provocar abstención y poder así rebañar el caldero electoral, y le haya salido el tiro por la culata, ya que tiene ahora una componenda más complicada aún con la ultraderecha.
En 2023, María Guardiola, dijo aquello de “yo no puedo dejar entrar en mi Gobierno a aquellos que niegan la violencia machista, a quienes están deshumanizando a los inmigrantes y a quienes tiran a una papelera la bandera LGTBI”. Hoy vamos a escuchar otras cosas.
El problema estriba en ese runrún pro dictadura franquista que, animado por determinados eventos como las clases de “historia particular” de gentes como Esperanza Aguirre a los jóvenes del PP, encuentra en las redes sociales, y entre determinados jóvenes, un caldo de cultivo espectacular.
¿Qué hay detrás de eso? ¿Quizá una larga transición que se olvidó rápidamente de Francisco Franco y que cocinó una sopa común con franquistas y antifranquistas en pos de la anhelada recuperación democrática? ¿Quizá un serio déficit en la educación en memoria democrática?
Para algunos de estos jóvenes, y no son pocos según los estudios, lo de Franco fue un tiempo de bondad, tuvo cosas buenas, incluso fue mejor que la actual democracia, nos dicen. Fue una especie de dictablanda, que ahora consideran plausible repetir.
Vamos a ser crudos. Las libertades que instauró la II República Española, fueron cercenadas por la dictadura de Franco, un militar que en sentido estricto traicionó la legalidad vigente. De hecho, previamente, en agosto de 1932, otro militar, el general José Sanjurjo, traicionó también la legalidad vigente y se levantó contra la República. Esa acción le supuso la condena a muerte, aunque fue indultado por el gobierno.
Con el fin de evitar mi propia subjetividad, he preguntado a la inteligencia artificial, más válida que alguna humana, qué hubiera pasado si el golpe militar de Mola y Franco contra la República hubiera fracasado. La respuesta ha sido contundente:
“Franco y los militares sublevados se habrían enfrentado a la justicia republicana por alta traición y rebelión militar, un delito castigado con severidad por la legislación militar de la época, el Código de Justicia Militar, resultando probablemente en consejos de guerra, condenas de prisión o incluso la pena capital para los líderes”.
La misma inteligencia artificial, tan necesaria en las redes sociales, explica que “Francisco Franco fue un militar que lideró el bando sublevado en la guerra civil española y, tras su victoria, instauró una dictadura militar en España que duró casi 40 años, caracterizada por una fuerte represión, control político y social, y un régimen autoritario basado en el nacionalcatolicismo”.
Es decir, basta con aplicar criterios de la IA a la conversación pro dictadura de determinadas redes sociales y de determinados influencers de la ultraderecha para poner un poco de sensatez en este maremágnum neo franquista, que va pasando de lo que era una curiosidad en tiempos de Fuerza Nueva y Blas Piñar a una realidad que amenaza con comerse al Partido Popular o integrarlo en sus entramados ideológicos.