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Ganar la guerra del relato, clave para el 23J

Una limpiadora. (Archivo)

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Los resultados electorales municipales y autonómicos han sido muy duros para aquellos que, ingenuamente, seguimos creyendo en los principios básicos de la Revolución francesa, libertad, fraternidad e igualdad. España no ha escapado de la ola profundamente conservadora que recorre Europa, desde Italia hasta Grecia, pasando por Suecia, y que acaba de recalar este fin de semana en nuestro país. Estaba en estas, empezando a escribir un análisis ex-post, que, aun siendo interesante, no dejaba de ser nada más que un brindis al sol, cuando, zas, Pedro Sánchez acaba de adelantar las elecciones generales al 23 de julio. Ello me obliga a cambiar el foco del análisis, y pedir, a modo de súplica, que es lo que debería hacer la izquierda para revertir esos resultados, tanto a nivel político como a nivel económico.

Desde un punto de vista político la magnitud del desastre se ahonda en la izquierda a la izquierda del PSOE. En su momento defendí que Unidas Podemos debería haber apoyado la investidura de Sánchez, pero sin haber entrado en el Gobierno. Mis razones eran básicamente dos. Comparten un cierto electorado común, donde siempre el partido grande, en este caso el PSOE, se suele anotar los logros del Ejecutivo. Por otro lado, los ministerios que adjudicaría Sánchez a UP, salvo el de Yolanda Díaz, les haría distraerse de lo realmente importante: cómo mejorar las condiciones de vida de las familias más desfavorecidas, y proteger a las clases medias y bajas de la creciente ola rentista extractiva. Pero si además se experimenta un repunte de la inflación como el registrado en el último año y medio, la situación se complica y de qué manera. Todo ello se ha ido aderezando, además, con una lucha fratricida entre todos los componentes de esa izquierda a la izquierda del PSOE, que no obedece tanto a diferencias programáticas como a fobias personales y a quién se coloca en los distintos puestos de la lista electoral. Los odios mutuos y el nivel de infantilismo y crispación política entre correligionarios han alcanzado cotas inimaginables. Lo llaman fuego amigo. Pero los resultados del domingo han sido claros, se acabó, así no se puede continuar. 

De este primer análisis surgen dos súplicas claras. La primera, que comentaremos posteriormente, hay que centrarse en lo relevante: cómo mejoramos las condiciones de vida de las familias españolas, especialmente de clase media y baja. La segunda, si Unidas Podemos y Sumar no llegan a un acuerdo de confluencias que incorpore a otros grupos progresistas periféricos –Compromís, Mas Madrid, Chunta Aragonesista...-, el voto útil se concentrará en el PSOE o irá a la abstención. Aunque solo sea por necesidad, deberán llegar a un acuerdo donde además escojan a los mejores. Muchos han hecho de la política una forma de vida y el invierno laboral fuera de ella es muy duro.

Desafección y propaganda

Mientras la economía española presenta datos macroeconómicos excelentes, creciendo más del doble que el resto de Europa, con una menor inflación, y con un saldo de financiación de la economía española positivo, muchos ciudadanos sienten que se están quedando atrás. En el campo laboral se han hecho las cosas razonablemente bien, mucho mejor que la devaluación salarial emprendida por Rajoy y sus mariachis. Los ERTE, las subidas del salario mínimo interprofesional, la reforma laboral, etc., han permitido recuperar el empleo y reducir notoriamente la tasa de paro, en períodos muy complicados –Covid19, guerra de Ucrania, espiral inflacionista...-. Pero otra cosa es la percepción de los ciudadanos. Perciben que los alquileres de la vivienda no paran de subir, que los salarios no dejan de perder poder adquisitivo, que el aumento de la carga financiera de su deuda hipotecaria no hace sino cebarse con las familias más endeudadas y de menos renta, y que la cesta de la compra se ha encarecido, especialmente los alimentos elaborados y no elaborados. Los jóvenes, que aún no se han recuperado de la Gran Recesión, ven cómo no pueden emanciparse, cómo es prácticamente titánico montar una vida en común con su pareja.

A partir de este anáisis mi nueva súplica, en voz alta, es clara: desgañítense en diseñar ayudas a las familias, llámense ingreso mínimo vital, ayudas para la transición ecológica, cheque, bono social eléctrico, pensiones no contributivas… Deflacten la tarifa del IRPF para las rentas medias y bajas. Desarrollen de una vez por todas un parque público de viviendas de alquiler, solo de alquiler. Y presionen en Europa mostrando su cabreo con una política monetaria injusta e ineficaz, que se ceba con las familias más endeudadas y pobres, muestren su descontento con la vuelta a la austeridad programada por Bruselas para 2024, e intenten romper con el marco de juego neoliberal que tanto nos constriñe, ahora que incluso los asesores de Joe Biden le animan a romper con dicho marco.

Tan importante como la realidad es la descripción y el control del relato. Y aquí la izquierda está en clara desventaja. Mientras la derecha tiene a su disposición una inmensa cantidad de medios de comunicación, bien regados por cierto con subvenciones públicas, cuyos acreedores sirven a intereses espurios, la izquierda carece de músculo relator. Y esto es un problema, muy serio. Han enfangado la convivencia diaria, han crispado a la sociedad a niveles extremos, se han inventado noticias, han usado en nombre de España en vano. Solo nos queda ante ello, no callar; ser corresponsables y solidarios con los distintos grupos que forman la coalición; y trabajar duro, en todos y cada uno de los pueblos de este maravilloso país, para que sus ciudadanos puedan sentirse seguros y protegidos.

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