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Ganar tiempo para Nissan es ganar futuro para el país

Nissan se desprenderá de más de 12.500 trabajadores hasta 2023

Jéssica Albiach / Aina Vidal

Presidenta de Catalunya en Comú Podem en el Parlament / Diputada de En Comú Podem —

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No ocupa grandes titulares de periódicos ni abre los telediarios, pero la amenaza de cierre de Nissan en Catalunya es una cuestión central para los trabajadores y las trabajadoras en huelga desde hace 20 días, y también para el conjunto del país. Es clave ganar tiempo para negociar y garantizar una reconversión industrial, que sólo será posible si conservamos algo que transformar.

Ya con anterioridad a la crisis del coronavirus, la mundialización desbocada daba señales de agotamiento: dificultades del capital para obtener beneficios, deslocalizaciones de multinacionales y un aumento desgarrador de las desigualdades y la pobreza.

Según la Cambra de Comerç de Barcelona, durante el 2019 en Catalunya hubo cerca de 5.000 despidos vía expedientes de regulación. Un aumento del 51,2% respecto al ejercicio anterior y el mayor registro desde 2015. Casos como el del grupo Prysmian en Montcada y Manlleu, la multinacional alemana Continental en Rubí o, ahora, el grupo Nissan, dibujan una auténtica crisis industrial que dejará enormes heridas humanas y territoriales si no somos capaces de defender los puestos de trabajo y plantear una alternativa de futuro. Además, la crisis económica derivada del virus golpeará con más fiereza a una economía, como la nuestra, excesivamente dependiente del sector servicios y del turismo, y con un mercado laboral especialmente precarizado.

Lo que pone de manifiesto la nueva etapa de desindustrialización que se está acelerando exponencialmente con la crisis es que la producción mundial de bienes se está reorganizando ante la nueva coyuntura con ganadores y perdedores. Particularmente, la necesidad de transformación que impone la crisis climática y la reconfiguración de las relaciones comerciales entre países, que evidencian tensiones como la de Estados Unidos y China o el Brexit. En este proceso, nuestro país se encuentra entre los perdedores debido a tres elementos: la falta de una estrategia en ciencia e investigación, las facilidades otorgadas por las contrarreformas laborales a las empresas para actuar de forma unilateral, y un sistema fiscal débil que evita que se responsabilicen ante la ciudadanía y la sociedad en la que operan.

Necesitamos hablar de sectores estratégicos, que implican ciencia, innovación y, por supuesto, puestos de trabajo y vida. Los países que están en mejores condiciones para afrontar los cambios que requieren el reto ambiental y digital son aquellos en los cuales el empleo genera estabilidad y certidumbre para los trabajadores y trabajadoras, el Estado lidera estratégicamente inversiones públicas y políticas de investigación - de otro modo imposibles, pues no son rentables a corto plazo para las empresas-, y las empresas retornan una parte de sus beneficios a la sociedad en forma de impuestos.

Catalunya tiene una historia y un presente industrial, solo la automovilística representa más del 10% del PIB. Más de 150.000 puestos de trabajo entre directos e indirectos. Pero, durante los últimos años, hemos ido perdiendo progresivamente tejido productivo de alto valor añadido. Hoy es la fábrica de Nissan, que emplea de forma directa a 3.000 personas y de forma indirecta a 22.000, la que pende de un hilo, pero si no acertamos en la respuesta, esta puede ser la primera pieza del dominó.

Y no hablamos de números, sino de personas, porque la industria es el sustento para centenares de familias. Es vida y equilibrio territorial, y también capacidad de reacción como país. Soberanía palpable. La falta de política industrial y de iniciativa en torno a una transición ecológica justa, y la ausencia de una gobernanza socialmente equilibrada en la digitalización de la economía, convertirá a los países del sur en el patio trasero de la Unión Europea.

No es una casualidad que Francia o Alemania sufran la crisis en menor medida. Entre otros motivos, ellos han puesto en marcha políticas a favor de sus sectores industriales, entendiendo que son estratégicos para el país. La desindustrialización no es un fenómeno meteorológico, sino un proceso político que tiene responsables y no solo en términos de ausencia de políticas industriales. Las nefastas contrarreformas laborales que han aprobado durante años sucesivos gobiernos -la más dura aprobada por el PP con la complicidad de Convergència - han fomentado el despido, la precariedad y la ley de la selva en lugar de proteger el empleo y a los trabajadores y trabajadoras, haciéndonos mucho más vulnerables. A nivel autonómico, además, la Generalitat de Catalunya no ha tenido entre sus prioridades la cuestión industrial, haciendo dejación de funciones en sus competencias de planificación y destinando unos recursos absolutamente insuficientes.

Distintas voces han planteado acertadamente que ha llegado el momento de liderar una reconversión del sector, desarrollando una transición ecológica justa y convirtiendo el país en un centro tecnológico puntero del sur de Europa. En este sentido, la apuesta por el coche eléctrico sería positiva y segura. Según diversos estudios, en el plazo de seis años en el Estado circularán cerca de 200.000 turismos eléctricos y a largo plazo, dos millones. Esta puede ser nuestra oportunidad y el motivo por el que el cierre de Nissan no solo sería una devastadora noticia para sus trabajadores, lo sería para toda Catalunya. Necesitamos una apuesta clara por parte de las instituciones, y el Govern de Catalunya debe apostar por la reconstrucción del tejido industrial y de la transición justa. Este fue también uno de los motivos por los que nuestro grupo facilitó la tramitación de los presupuestos: la dotación del Pacto Nacional por la Industria. Un primer paso en la buena dirección.

En pocos días la multinacional anunciará qué plantas cierra en Europa, y si queremos hacer un planteamiento de reconversión para mantener el empleo y la industria necesitamos tiempo. No son pocas las ayudas que esta multinacional ha recibido en los últimos años, Nissan debe responsabilizarse y las diferentes instituciones trabajar coordinadamente para que así sea.

La situación de emergencia sanitaria está resultando una trágica prueba de estrés para nuestra sociedad y nuestra economía que pone de manifiesto la importancia del trabajo, la política industrial y los sistemas de protección social. Desde estos tres elementos debemos apuntalar la estrategia de superación de la actual crisis, y de preparación para la transformación ambiental y tecnológica. Queremos una transición justa y acelerada que nos permita dar perspectivas de futuro a nuestra sociedad.

Hasta el momento, las lecciones las hemos recibido por parte de la plantilla de Nissan, que frente a todas las dificultades llevan veinte días en huelga. Haciendo turnos para garantizar que haya el número de personas máximo para respetar las medidas de seguridad establecidas. Un piquete seguro pero inquebrantable. El resto de instituciones debemos estar a su altura. Todas somos Nissan.

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