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A favor de la gestación subrogada: reflexiones de una mujer socialista

Foto de archivo de una mujer embarazada.

Aurora González Ginzo

Secretaria general del PSOE de Ribadeo y concejala de Ribadeo —

Una de las razones por las que las diferentes posiciones con respecto a la gestación Subrogada distan tanto entre sí es, sin duda, que defensoras y detractoras no hablamos de lo mismo. Por eso, creo necesario explicar cuál es el modelo de gestación subrogada que defendemos los y las socialistas que apostamos por regularla de un modo garantista.

En primer lugar, abogamos por un modelo de regulación que únicamente acepte como gestantes a aquellas personas que tengan un nivel socio-económico estable, lo cual será suficiente para evitar que nadie geste a los hijos o a las hijas de otras personas por encontrarse en una situación de necesidad económica.

En segundo lugar, todas aquellas personas que decidan gestar para otras habrán de haber pasado con anterioridad por el embarazo y parto de sus propias hijas e hijos habiendo completado su modelo de familia. Esto por dos razones: para que ellas mismas sepan lo que supone un embarazo y un parto, y para que el equipo médico pueda tener información sobre cómo el cuerpo de esta persona responde a estos procesos. Evidentemente, alguien que haya tenido embarazos o partos complicados no podría ser candidata a gestar para otros porque ninguna de las necesarias participantes en esta técnica, mucho menos las y los profesionales de la medicina, quiere poner en riesgo a otra persona.

Si trasladásemos el enfrentamiento que se está produciendo en este tema al momento en que en España se trabajaba para regular la donación de órganos, estaríamos aún enrocados entre la propuesta de regulación de una parte y los temores de la otra, que no haría más que invocar constantemente la compra-venta de órganos en países del tercer mundo. Afortunadamente esto no ocurrió y tenemos una ley de trasplantes ejemplar que ha servido de referencia para muchos países de nuestro entorno. Una ley que se redactó sin saber si habría donantes ni cómo iba a funcionar, simplemente buscando un modelo ético que el tiempo ha demostrado que funciona y que evita las malas prácticas que, todavía hoy, tienen lugar en otros estados.

La experiencia de esos otros muchos países como, por ejemplo, Reino Unido, Bélgica, Canadá,... nos demuestra que es posible regular de forma absolutamente ética, garantizando al máximo los derechos de todas las partes implicadas y, muy especialmente, de los de niños y niñas y gestantes.

Además, tenemos a nuestro favor las sentencias de muchos tribunales de justicia, ya sean españoles, europeos o estadounidenses, que no han señalado ningún inconveniente en estos procedimientos; el trabajo de la Conferencia de la Haya de Derecho Internacional Privado, que lleva varios años estudiando las distintas regulaciones y buscando una solución para proteger el derecho superior del menor evitando conflictos entre ellas; la resolución del Parlamento europeo, de 5 de julio 2016, y el informe de su Comisión de Derechos de la Mujer e Igualdad de Género, de 2 de noviembre de 2016, que condenan, exclusivamente, la “maternidad subrogada forzosa”; y al Consejo de Europa, que se ha manifestado en contra de la prohibición de cualquier tipo de gestación subrogada en votación celebrada el pasado 23 de diciembre.

Regular es el camino que de verdad defiende los derechos de todas y que evita que se pueda dañar a alguien. Esa es la realidad que están encontrando los países que estudian sin prejuicios el tema y es la razón por la que la regulación avanza en Europa y en el mundo: Portugal aprobó la gestación bubrogada en 2016. Irlanda presentará su propuesta este verano. Islandia está ya estudiando su ley de gestación subrogada. Reino Unido y Holanda han presentado propuestas para mejorar su legislación actual tras décadas de uso de esta técnica. Australia ha dado 12 meses al fiscal general para presentar su proyecto de ley. El Parlamento sueco ha presentado múltiples mociones instando al Gobierno a regular...

Aclarado todo esto y garantizado pues el respeto a los derechos de todas las partes, y muy especialmente a los de aquellas personas que quieran compartir su capacidad de gestar, sería difícil comprender que algunas compañeras feministas pudieran posicionarse en contra de regular imponiéndonos al resto de mujeres sus prejuicios y sus temores, que podrán constituirse legítimamente en sus propios límites, pero nunca en los de las demás. Las mujeres somos responsables y capaces de decidir si queremos gestar para otras personas o no, y la tarea de este nuestro movimiento no puede ir más allá de velar porque cada una de nosotras podamos decidir libre y conscientemente en todo lo que afecta, exclusivamente, a la vida y al cuerpo de cada una.

Cualquier otra intromisión en cómo unas y otras queremos vivir nuestras vidas obvia la gran diversidad existente dentro del conjunto de mujeres y resulta, irónicamente, bastante machista. Ni necesitamos ni consentimos tutelas de nadie que crea saber lo que nos conviene. Han sido muchos años de lucha feminista buscando alcanzar nuestra autonomía a la hora de tomar decisiones para que ahora vayamos a recortarla, precisamente, en nombre del feminismo, porque no podremos empoderarnos (adquirir confianza en nosotras mismas, ser asertivas, lograr autoridad para tomar decisiones, actuar como sujetos de derecho no sometidas a control ni limitadas por los roles que cualquiera pretenda imponernos) sin autonomía, ni sin libertad, ni sin independencia.

Y por si, llegados a este punto, alguien está pensando en el últimamente traído y llevado “mito de la libre elección” que, desde mi punto de vista, representa una manifiesta infantilización de la mujer, dejadme que os advierta del peligro que puede subyacer tras este argumento. No vaya a ser que ese supuesto mito les sirva a otros de excusa para recortarnos más libertades y, ante la duda de que podamos estar imbuidas por los estereotipos machistas, veamos cuestionado el matrimonio, las relaciones heterosexuales, los embarazos, la lactancia materna, los cuidados intrafamiliares,… y, por supuestísimo, cualquier cosa relacionada con la moda, la joyería, la peluquería y la estética. Así que, ojo con las armas de doble filo.

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