Tanto por hacer
-Tenemos que quedar, tengo muchas cosas que contarte.
-Para la semana…
-No. Si acaso después, que me voy a Miami.
-Pues hago un hueco y nos vemos mañana sin falta.
Así lo recuerdo. Hace apenas una semana. Y con rabia contenida borro el maldito mensaje que envié desde mi móvil: “Hoy no podré quedar. Tengo una agenda imposible. Te veo a la vuelta. Buen vuelo”.
Echaré en falta la inteligencia de tu mirada, atenta a las pequeñas cosas, esas que a todos escapan y en las que tu encontrabas razones para comprender y hacer tuyos a los demás. Tu vocación política y tu socialismo comprometido fueron el atuendo sincero de una generosidad vital que solo unos pocos tuvimos la gran suerte de conocer. Cuando hablabas, el prójimo dejaba de existir y sus problemas y alegrías también eran las tuyas. Con razón no entendías de divisiones y rehuías con elegancia los desencuentros. Sincera y valiente, hasta en tus silencios.
Me quedaré sin tu sonrisa, tan unida a ti, siempre dulce y por veces traviesa. Tu fortaleza de mujer se contenía en ella de forma amable y sin renuncias. Esa eras tú. Inquietud por saber y por sentir; convicciones profundas que guiaban un pensamiento joven y abierto, que siempre ofrecía buenos argumentos con los que sorprender, porque siempre queda mucho por hacer, mucho por pensar y mucho por decir. Recuerdo la alegría de tu voz, hecha madre, recorriendo la casa, libre de las complejidades propias de lo público, haciendo saber a los amigos que primero era tu hijo Miquel y después, sentarnos a la mesa o en el salón para contarnos cosas, para sentirnos cómplices por un instante en ese rato de privacidad antes de ponernos a arreglar el mundo.
Compartimos Parlamento y Gobierno. También algunas aventuras políticas. Pero sobre todo disfrutamos del encuentro entre la acción y las ideas, de los libros leídos, de la música escuchada y de todo aquello que todavía nos faltaba por conocer. Como constitucionalistas a ambos nos ocupaban algunas preocupaciones comunes y, últimamente, como profesionales del derecho nos intercambiábamos experiencias y practicábamos, como en tantas otras cosas, el auxilio mutuo.
En este mi último mensaje -hasta que nos volvamos a ver- quiero decirte lo mucho que he aprendido y lo mucho que seguiré aprendiendo de ti: como mujer, como madre, como política y como amiga. Y has de saber que en esto no me encuentro solo. Son muchos los que piensan así, a los que veo juntos, formando un pequeño mar en el que puedan navegar todos tus sueños.