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Mitos y realidades sobre los productos de tabaco recalentado

Investigadores del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL) y del Centro de Investigación Biomédica en Red en Enfermedades Respiratorias (CIBERES)
Philip Morris mantiene firme su apuesta por el tabaco calentado sin humo

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En los últimos 15 años la venta legal de cigarrillos en España se ha reducido a la mitad. Esta es una caída real, ya que ni las variaciones en la venta del tabaco de contrabando o su sustitución por otros productos combustibles como el tabaco para liar cigarrillos puedan explicar un descenso tan importante. Con el consumo de cigarrillos disminuyendo, las tabaqueras se han encomendado ahora a la venta de los productos de tabaco calentado. 

Las ventas de los productos de tabaco calentado crecen

El sistema más habitual de estos productos calienta una carga de tabaco procesado, típicamente a unos 350oC, en contraste con el cigarrillo convencional cuya combustión sobrepasa los 800oC. El usuario aspira el aerosol que produce el sistema para satisfacer su adicción a la nicotina. Estos productos no son cigarrillos electrónicos. Los productos del tabaco calentado, como su mismo nombre indica, contienen tabaco, mientras que los cigarrillos electrónicos no. Estos artículos tampoco son productos sin humo. Aunque no producen el mismo humo que los cigarrillos convencionales, emiten un aerosol que la persona usuaria o los que están cerca inhalan.

Son dos las compañías que comercializan productos de tabaco calentado en España. British American Tobacco acaba de lanzar en nuestro país el dispositivo Glo con sus cargas de tabaco Neo y no hay datos sobre sus ventas todavía. Philip Morris lanzó su dispositivo IQOS con sus cargas de tabaco HEETS hace unos años. Sus ventas subieron en España casi un 40% entre junio del 2019 y junio de 2020, mientras que ese mismo periodo se vendieron un 4% menos de cajetillas de cigarrillos. Este crecimiento no sería posible sin una agresiva campaña de márquetin. De hecho, la tabaquera Philip Morris Spain SL fue condenada en primera instancia en 1999 por hacer propaganda ilegal del dispositivo IQOS. El juez consideró probado que la empresa pagó a una agencia de comunicación para publicitar su marca de manera encubierta en medios de comunicación en nada menos que 43 ocasiones. La publicidad encubierta está prohibida por la ley en España. 

Campañas interesadas

Durante las últimas semanas hemos vuelto a ver en algunos medios de comunicación reportajes e informaciones que hacen hincapié en que el tabaco calentado tiene un menor riesgo de cáncer y otras enfermedades en comparación con los cigarrillos convencionales, citando a la Food and Drug Administration (FDA) de los Estados Unidos (EE.UU.) como fuente. Philip Morris presenta la reciente autorización de la FDA como supuesta prueba de los beneficios para la salud de su producto en comparación con el uso de cigarrillos convencionales. Esta tabaquera anuncia en su sitio web que la FDA ha autorizado su producto de tabaco calentado como un producto de tabaco de “riesgo modificado”, es decir, de menor daño que los cigarrillos convencionales. Y eso no se ajusta a la verdad. 

Es cierto que la FDA ha autorizado la venta de IQOS en los EEUU ya que, a partir de 2014, la legislación estadounidense establece que los productos de tabaco que se desean comercializar deben ser notificados a esta agencia. La FDA, no obstante, indica claramente que dicha autorización no supone que el producto tenga el apoyo de la agencia, ni que sea inocuo.

No hay pruebas de que sean menos dañinos que los cigarrillos

Es cierto que Philip Morris pidió a la FDA que IQOS fuera aprobado como un producto de tabaco especial de “riesgo modificado”. La legislación de los EEUU permite poner a la venta un producto de tabaco bajo tres modalidades: sin ningún reclamo, como un producto de “exposición reducida” o como un producto de “riesgo modificado”. La FDA aprobó la venta de IQOS como como un producto de exposición reducida, porque produce una menor de cantidad de algunos tóxicos que el cigarrillo convencional, si bien sus emisiones incrementan el nivel de 56 tóxicos con respeto al humo del cigarrillo convencional. Sin embargo, la FDA claramente negó la existencia de pruebas científicas que indiquen que estos productos tienen un menor riesgo para la salud de las personas usuarias que el de los cigarrillos convencionales.

¿Cuál es la diferencia entre esas modalidades? Un producto de tabaco es de “exposición reducida” cuando su emisión lleva una dosis menor de tóxicos que el de los cigarrillos convencionales y se considera como producto de “riesgo modificado” cuando se demuestra que su uso produce menos daño a la salud que los cigarrillos convencionales. La diferencia entre ambas opciones es más grande de lo que parece. Baste un ejemplo. Si hay un producto que produce un kilo de cianuro y otro que produce un gramo, el segundo reduce la exposición mil veces con respecto al primero, pero ambos matarán igual a quien lo tome. Es decir, una cosa es probar que un producto de tabaco produce menos tóxicos que la bomba atómica del tabaco, que es el cigarrillo, y otra cosa es probar que la reducción de la dosis conlleve menos problemas o problemas menos graves para la salud. La FDA ha dicho que no hay estudios que prueben que el tabaco calentado reduzca el riesgo de enfermedad y muerte de los cigarrillos convencionales. La Agencia tampoco encontró pruebas de que el IQOS u otros productos del tabaco ayuden a dejar de fumar. 

Un falso dilema

Otra característica de la campaña de las tabaqueras en favor de los productos de tabaco calentado es decir que estos productos reciben el apoyo de un grupo de médicos que se autodenominan en favor de la reducción de daños. La evidencia científica no acredita la capacidad de estos productos para reducir el daño. Pero a los que así lo explicamos nos quieren hacer parecer a favor de hacer daño. Crean un falso dilema que forma parte de la demonización preventiva de los médicos, que como el Dr. Fauci en los EEUU, - sin pretender compararnos con este gigante de la salud pública - , se enfrentan a los poderes con la evidencia en la mano, sea esta sobre la COVID o sobre el tabaquismo. 

Sabemos desde hace décadas, y alguna compañía de tabaco ahora lo admite, que los cigarrillos y otros productos combustibles deben eliminarse lo más rápidamente posible para reducir los daños del tabaco. La Fundación por un Mundo sin Humo, entidad financiada íntegramente por una tabaquera, confiesa cándidamente en su informe sobre reducción de daños, que la industria del tabaco no está haciendo lo suficiente para reducir los ocho millones de muertes prematuras que provoca cada año. Nosotros pensamos que no está haciendo lo esencial, que es que los cigarrillos desaparezcan cuanto antes y que mientras tanto, no intenten descarrilar las medidas para reducir el consumo de estos productos. Estas son, entre otras, el aumento de los impuestos, el empaquetado neutro, la restricción drástica de los aditivos, la extensión de los ambientes libres de humo, o la ilegalización de las campañas y donaciones denominadas de “responsabilidad social” de la letal industria del tabaco.

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