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¿Por qué Alberto Garzón no podía fichar por un lobby capitalista?

El exministro de Consumo y excoordinador de IU Alberto Garzón.

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La respuesta tendría que ser obvia y no habría que gastar mucho tiempo en desarrollarla, pero en tiempos de valores espumosos parece necesario explicar lo evidente y enumerar las numerosas razones por las que no es aceptable. Lo primero es dejar claro que fijar una posición sobre este tema no supone hacer una enmienda a la totalidad del comportamiento de Alberto Garzón ni dudar de su compromiso ético y político, que ha quedado demostrado en sus años de militancia y coordinación de las organizaciones que ha liderado. Estoy plenamente convencido de que Garzón cree firmemente que puede realizar la labor sin comprometer sus valores políticos y por eso dio el paso de aceptar la propuesta. En estos tiempos en los que cualquier posición tiene que ser absoluta es necesario hacer esta advertencia sobre un análisis político que en ningún caso tiene como objetivo cuestionar la integridad, honradez y el compromiso de Alberto Garzón. Simplemente no estoy de acuerdo con su posición desde la convicción sin atender a maximalismos rancios y extemporáneos. 

Acento es una consultora que basa su actividad en defender los intereses de cualquier empresa o estado con capital suficiente para pagar sus servicios ante las administraciones locales, autonómicas, nacionales y europeas para influir en los representantes públicos y aprobar medidas que les favorezcan en contra de la mayoría social. Un lobby como Acento es en sí mismo una actividad para privilegiados que buscan su beneficio usando su capital económico para perjudicar el interés general y que genera una desigualdad manifiesta entre los colectivos que no tienen poder para pagar y los que sí. Esto es por sí mismo un motivo más que suficiente para no participar en una acción de este tipo. Acento defendía los intereses de Marruecos en la UE y obviamente Alberto Garzón no iba a ser una cabeza visible de las acciones del país alauí contra el Sáhara, pero sí estaría trabajando para una empresa que lo está facilitando. No es fácil defender que no hay conflicto de intereses en el fichaje del excoordinador general de IU por una empresa que defiende los intereses de Marruecos.

No es un ejemplo de puertas giratorias como siempre se han planteado desde la izquierda porque Alberto Garzón no ficha por una empresa a la que haya favorecido en el ejercicio de sus competencias como ministro para luego ganarse un puesto privado. De hecho, uno de los motivos que lo hacen indefendible es que el fichaje se produce por una consultora que defiende los intereses del sector del juego en contra de las propuestas que el ministro hizo en Consumo. En este caso se trata de un mensaje político muy simbólico porque se da la impresión de que el sector ficha al ministro que hizo leyes en su contra. Transmite que pueden comprarse a los enemigos. 

La dicotomía planteada sobre si Alberto Garzón no puede trabajar en ningún sitio porque su militancia se ha sentido molesta por la noticia de que iba a trabajar con este lobby es falaz, es un falso dilema de manual. Garzón puede trabajar en muchos sitios, incluso en algún lobby de otro tipo; de hecho, nadie se hubiera molestado si hubiera empezado a trabajar en alguno del tercer sector o en cualquier organización ecologista con implantación en Bruselas. Las cuestiones que se plantean son más de fondo y no pueden derivarse en un debate maniqueo con dilemas imposibles. 

Alberto Garzón no puede victimizarse porque la noticia haya molestado en su militancia y le haya hecho revertir su decisión personal e individual. Como excoordinador general de IU tiene un capital político que no solo se ha construido con su trabajo, ideas y valores; es un capital político colectivo fraguado con la representación de las ideas de un espacio que ha trabajado para que pueda generarse ese capital social que tras su paso por la política solo puede explotar él. Eso a cambio tiene unas contraprestaciones simbólicas que debe respetar por la construcción comunal de su figura. Alberto Garzón no habría sido ministro de Consumo en solitario, ni habría fraguado su imagen sin una organización como IU detrás, ni sin el imaginario político de la izquierda ni los valores del comunismo. Esos puestos de representación que ha ocupado se han fraguado en colectivo y tienen unos límites que debe manejar para respetar el trabajo silencioso de militantes y el apoyo de electores. 

Es una obviedad que el coordinador general de IU tiene unos límites a la hora de realizar una labor profesional al margen de la política que no tiene Pablo Casado, por eso ha sido líder de una formación de izquierdas. Si hubiera querido tener vía libre a la hora de conformar su vida tras su paso por la política no tendría que haberlo hecho forjando su imagen y capital como máximo representante de los comunistas y socialistas de este país. Un hándicap que maneja Alberto Garzón, y que no tienen otros líderes de la izquierda, es que tiene una formación militante crítica detrás que no va a aceptar silente cualquier decisión de sus exlíderes si contraviene unos principios firmes forjados en años de militancia y compromiso. La izquierda que habita en IU no acepta cualquier decisión de sus líderes sin cuestionarla y nunca hubiera tolerado asociarse empresarialmente con quien hace negocios con el Mundial de Qatar o dejó de pagar a los trabajadores mandándolos al Fogasa. 

Otro de los elementos que se pueden manejar a la hora de hacer una labor política en una consultora de este tipo es el para qué. Es decir, qué puedes cambiar con tu labor o cómo puedes incidir en una organización para desviarla hacia los intereses de las clases populares. Este elemento pierde toda validez en una organización que se basa en defender los intereses de quien pague. No se puede cambiar desde dentro una empresa que tiene como objetivo político trabajar en el beneficio político de las empresas que paguen porque toda la labor esta dirigida a defender unos intereses. La esencia de la consultora es influir en las administraciones trabajando para que los intereses del cliente se defiendan, sea cual sea el cliente y sea cual sea el pagador. No importan las ideas ni los valores de los empleados de la consultora porque su labor es defender las ideas de quien paguen. No importa que Alberto Garzón sea comunista, porque la labor de la empresa en la que iba a trabajar es defender los intereses de cualquiera que pague por sus servicios. 

Alberto Garzón se equivocó aceptando la proposición de Acento y con el mensaje que transmitió en su renuncia acusando a cualquiera que viera inconveniente su fichaje como un puritano ideológico porque en su explicación estaba por qué no era adecuado. El exministro dijo en una entrevista en El País para justificar su fichaje: “A una tabacalera le puede interesar reunirse con la ministra de Sanidad. Saben que no van a convencerla en su batalla contra el tabaco, pero les interesa conocer qué plazos tienen para adaptarse a los cambios, cómo va a ser el procedimiento legislativo”. Para eso le querían fichar. Para conseguir un teléfono y una reunión. Por eso no era aceptable. 

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