Entre la amnistía y la derecha antisistema
Pedro Sánchez será investido presidente del Gobierno esta semana, y muchos votantes de izquierda están deseando que pase ya, con bastante más pragmatismo que ilusión, para poder dejarlo atrás. Para salir del bucle identitario, del relato de rebelión contra la nación española y para enterrar los fantasmas neofranquistas y extremistas que se aparecen cada noche en las sedes socialistas. No es sencillo que esto ocurra, dada la reacción hiperbólica y agresiva de la derecha al acuerdo, y la máxima virtud que podría tener la amnistía, la de cerrar una herida para empezar a construir un futuro común, aún está por verse y parece lejana.
Lo peor de la amnistía no es la amnistía en sí, siendo una medida de gracia discutible y, a mi juicio, innecesaria, dado el estado de desintegración en el que se encontraba el independentismo. Lo peor es que el PSOE ha dejado que Junts le cuele en el texto del acuerdo, deliberadamente ambiguo, la mención al lawfare, el verificador internacional y una narrativa interesada y falaz del procés. Ceden así los socialistas el relato de los hechos ocurridos en 2017 al independentismo, por un lado, y a la derecha más reaccionaria, por otro. Ya no se puede hablar de lo que sucedió porque solo se admiten dos versiones sin matices: fue una rebelión heroica de habitantes de un territorio mágico o un golpe de Estado que buscaba la desaparición de España. De esta manera nadie asume sus responsabilidades, ni los de Puigdemont ni la derecha que entonces gobernaba. Se cierra en falso el debate y se olvida el atropello que supuso para la mitad de los catalanes los plenos de desconexión del 6 y 7 de octubre del 2017 y se olvida también la incapacidad del gobierno de Rajoy para solucionar el problema catalán, las cargas policiales del 1-O o las penas excesivas que el Tribunal Supremo impuso a los dirigentes del procés. El PSOE ha renunciado a contar su propia versión de los hechos y proponer un camino de futuro y, de paso, dificulta que el PSC pueda ejercer la representación de una mayoría de catalanes contrarios al independentismo. Todo envuelto en el madrileñocentrismo que se ha apropiado de la política en España y empaña cualquier visión territorial ajena al barrio de Salamanca de la capital.
Los ciudadanos de izquierda a los que no nos gusta la amnistía y tampoco creemos en la falsa dicotomía amnistía o Vox, observamos, con asombro y alarma, la agresividad y exaltación de la derecha, su apropiación de la bandera y de España y las apologías continuas y desacomplejadas del nazismo o el franquismo. Como a mí no se me ocurriría salir a la calle a corear un lema en el que se llama hijo de puta a un dirigente popular, por mucho que deteste sus políticas o acuerdos, ni jamás usaría maricón como insulto, asisto con tristeza a esa deriva vergonzosa que hurta, además, la posibilidad de un debate sosegado y constructivo. El rédito que la derecha comandada por Isabel Díaz Ayuso y Aznar sacan a estas faltas de respeto democrático y a la negación del otro impide que votantes de izquierda en desacuerdo con la amnistía se sumen a la algarabía imperante en el seno de la derecha.
La derecha se está agrupando en un movimiento antisistema cuyo objetivo es la deslegitimación del adversario y de los gobiernos que no estén en su poder. El independentismo recibe un oxígeno que no le han dado en las urnas los votantes catalanes. La ley de amnistía tendrá otras consecuencias, aún no sabemos si buenas o malas, pero será legal (ya se encargará el Tribunal Constitucional de revisarla) y el gobierno votado por la mayoría parlamentaria, legítimo sin matices. Lo necesario y urgente es que el gobierno de izquierdas que va a empezar a caminar arme un relato que mire hacia adelante a través de la Constitución y cierre la eterna herida nacionalista. Un relato que combata el odio y las falsedades y que sirva para que los ciudadanos que hemos votado a la izquierda podamos sentirnos representados por una decisión tan polémica, poco progresista y tan mal explicada como la amnistía de los que, sabiendo lo que hacían, conculcaron las leyes que nos amparan a todos.
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