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Ayuso y su asco clasista

La candidata del PP a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

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“Ladrona de leche”, llamaron durante muchos años a Margaret Thatcher. La razón fue su medida como ministra de Educación de eliminar el reparto de media pinta de leche en los colegios para que las y los menores más desfavorecidos pudieran tener algo de alimento y desayunar. “Thatcher, Thatcher, milk snatcher” fue el grito habitual para referirse a la dama de hierro, referente de Esperanza Aguirre primero y de Isabel Díaz Ayuso después. En 1945 Clement Atlee estableció la medida de repartir leche a los escolares para paliar la desnutrición que se dio por la guerra. La medida fue revertida en medio de una severísima crisis porque Margaret Thatcher consideraba que el gasto en leche era demasiado caro. La misma medida tomó Augusto Pinochet al llegar al poder, eliminar el reparto de leche establecido por Salvador Allende para los niños más desfavorecidos. En Madrid la actuación de desprecio a la salud de los niños con menos recursos se adaptó, consistió en eliminar el servicio de comedor e instaurar un servicio de reparto de comida basura con Telepizza en plena pandemia. El desprecio de clase siempre aparece.

Eliminar el sustento subsidiado de las personas más pobres forma parte troncal de la conformación ideológica del thatcherismo porque cree que dar alimentos a quien lo necesita convierte a la ciudadanía en dependiente del Estado. De esa concepción ideológica nace la confesión involuntaria de Isabel Díaz Ayuso, que llamó “mantenidos y subvencionados” a quienes se ponen en una cola a pedir alimento porque no tienen para dar de comer sus hijos. De esa concepción ideológica nace el profundo desprecio que se convierte en asco de clase. El que tienen por aquellos a quienes Thatcher llamaba “parásitos”, que no son más que quienes por su precariedad se ven abocados a precisar de subsidios o ayudas sociales. “Debemos respaldar a los trabajadores, no a los gandules”, dijo Margaret Thatcher en una cita recogida por Owen Jones.

“Se puede estar en una democracia y no ser libre”, le explicó Isabel Díaz Ayuso a Carlos Alsina en mitad de esa absurda carrera periodística de reír la ocurrencia más gorda sobre su concepción de la libertad sin saber qué hay detrás de cada afirmación. Porque hay un proyecto. Aunque las chanzas distraigan, hay un objetivo ideológico devastador para el estado del bienestar. Esa frase que comienza el párrafo no es de cosecha propia, puede que Isabel Díaz Ayuso en su proceso de repetición de ideas vacuas ni siquiera sepa de dónde viene, pero tiene autoría. La misma frase, la misma, la dijo Friedrich Hayek en una entrevista en El Mercurio durante una visita a Chile para defender la atroz dictadura de Augusto Pinochet: “Es posible que un dictador gobierne de manera liberal. Y también es posible que una democracia gobierne con una total falta de liberalismo. Mi impresión particular es –y esto es válido para Sudamérica– que en Chile, por ejemplo, habrá una transición entre un Gobierno dictatorial y un Gobierno liberal. Y en esa transición puede ser necesario mantener algunos poderes dictatoriales, no como algo permanente, sino como un arreglo de transición”. La única libertad a la que se refiere Hayek y la que aparece en los discursos filtrados por Ayuso es la libertad económica para las élites. La libertad política es prescindible y estética. Existe siempre y cuando no sea necesario instaurar poderes totales para mantener un orden liberal que mantenga la sociedad perfectamente estratificada por clases.

En el PP de Madrid no esconden su intento por unir el futuro de Isabel Díaz Ayuso al de Margaret Thatcher, incluso vinculando la fecha de las elecciones en un 4 de mayo con la fecha de ascenso al poder de la dama de hierro. Ella se lo cree, empujada por sus asesores áulicos. Algunos, con la soberbia propia de los de su ideología, tienen a Friedrich Hayek como mito endiosado sobre el que construir unas políticas devastadoras para los servicios públicos. El desprecio de Isabel Díaz Ayuso a los más pobres es fruto de la perversión, filtrada por su escasa capacidad, de la concepción ideológica thatcherista atravesada por el desprecio de clase. La aporofobia de Thatcher era conocida, ya que consideraba la pobreza un defecto de la personalidad y responsabilizaba a las personas sin hogar de estar en esa situación por su propia culpa, vinculando cualquier situación social de éxito o miseria al mérito y al esfuerzo sin considerar la importancia de las situaciones de desigualdad, las condiciones sociales del entorno, ni el capital social, económico o cultural del que se dispusiera.

Las políticas de Margaret Thatcher siempre estuvieron destinadas a favorecer la riqueza, que consideraba una virtud, y a destruir los servicios públicos que precisaban las clases más desfavorecidas. Ese es el modelo de Isabel Díaz Ayuso, también en vivienda. En el año 1980 Margaret Thatcher aprobó el Housing Act, una ley de vivienda que permitía la compra de las viviendas sociales vaciando el parque del servicio público de vivienda y favoreciendo años después la especulación de grandes tenedores y el encarecimiento de la vivienda para las clases populares. No es difícil encontrar una referencia cercana con la venta de Ana Botella e Ignacio González de viviendas sociales a fondos buitres que Isabel Díaz Ayuso se niega a recuperar a pesar de la existencia de una sentencia judicial. Porque el modelo es el mismo. Favorecer a los ricos y perjudicar a la clase trabajadora.

Las clases populares británicas y los sectores más vapuleados por las medidas sociópatas de Margaret Thatcher salieron a festejar el día que murió. Demasiado dolor como para ser olvidado. Rejoice”, gritaban. Muchos años de sufrimiento llevaron a esa pulsión de júbilo por la muerte de la dama de hierro. La clase trabajadora a la que Ayuso odia y desprecia y para la que prepara un plan que busca devastar sus expectativas de futuro tiene la oportunidad de borrar su sonrisa cínica y despreciativa en las urnas. El regocijo, que sea con votos y no después de años con los servicios públicos devastados. Porque ese es el futuro si consigue la victoria.

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