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Brigadas Internacionales

Ana García D'Atri

Editora y concejal socialista en el Ayuntamiento de Madrid —

“Estas son las últimas cosas –escribía ella–. Desaparecen una a una y no vuelven nunca más. Puedo hablarte de las que yo he visto, de las que ya no existen; pero dudo que haya tiempo para ello. Ahora todo ocurre tan rápidamente que no puedo seguir el ritmo. No espero que me entiendas. Tú no has visto nada de esto y, aunque lo intentaras, jamás podías imaginártelo”.

Paul Auster, El país de las últimas cosas, 1987, describiendo la Ciudad de la Destrucción.

Muchos días, en Madrid, tenemos la sensación de que vivimos en la ciudad de la Destrucción, la ciudad de este Gobierno, con el que estamos viendo desaparecer, teatros, cines, palacios de la música: la destrucción. Pero también la ciudad que premia a algunos con regalos en forma de edificios o con calles y plazas del plano de la capital.

En la Ciudad de la Destrucción es habitual el olvido, el olvido de nuestra Historia, especialmente de alguna parte de nuestra Historia, fruto de una decisión ideológica.

Es habitual anunciar que se van a dedicar calles a conocidos nombres recientes de nuestro presente que acaban de fallecer y, a veces, muchas, el nexo con la ciudad no está claro, como ocurrió con la Plaza Margaret Tahtcher cuyo cuestionamiento llegó a las páginas de los periódicos ingleses. También es curioso que estas calles a ciertos nombres broten con más velocidad que otras, que haya nombres a los que se les hace esperar y esperar como si nunca fuera a ser su turno, como si pese a la aprobación por unanimidad de la Corporación, el Gobierno no fuera a poner la placa. Son muchos los casos pero no precisamente el de Margaret Thatcher.

El callejero, el plano de la ciudad es el mapa de nuestra memoria, es parte de nuestro patrimonio. Y recorrerlo debería llevarnos por la senda del pasado al presente o del presente al pasado. Una mayoría absoluta, entendida como la entiende el PP pone y quita a su antojo y la oposición se limita muchas veces a sugerir, sabiendo que por más que proponga formalmente es el voto de un solo partido el que decidirá. Y decide en los plenos de distrito.

El Grupo Socialista ha llevado hasta cuatro veces el pleno del distrito de Vicálvaro la Plaza de las Brigadas Internacionales y ha obtenido cuatro rechazos aunque en el consejo de cultura una vez obtuvo los votos suficientes de la ciudadanía y sus representantes. Pero ni siquiera llegó al pleno de distrito porque los cauces de participación no interesan a este Gobierno. Tampoco la historia de sus distritos, la historia de sus pueblos. Porque Vicálvaro, como tantos, fue un pueblo, un pueblo que tiene unos yacimientos arqueológicos de primer orden que el PP ha querido olvidar, una plaza de la Vicalvarada, cuyo nombre, en cambio, mantiene y que debería tener una Plaza de las Brigadas Internacionales. Porque en Vicálvaro se recuerda a las Brigadas Internacionales.

Para Vicálvaro es importante y el lugar que proponemos parece esperarlo, porque ni siquiera tiene nombre. Pero en la Ciudad de la Destrucción no caben estos planteamientos.

En la Ciudad de la Destrucción se silencia parte de nuestra historia, se tapa, se niega, como si el dolor quedara amortiguado por el agua que sepulta una ciudad cuyo campanario asoma siempre. En la Ciudad de la Destrucción en que vivimos sólo cabe el sosiego si hay memoria, si la democracia se abre paso verdaderamente para recordar. Porque recordar es, como diría Eduardo Galeano, volver a pasar por el corazón. Y saber que en este país, en esta ciudad hubo una guerra a partir de una sublevación ilegítima que terminó imponiendo una dictadura. Porque, como señala Juan Goytisolo en España y los españoles (1969): “El español ha sido, durante un prolongado período, objeto de una ideología, no sujeto de una Historia”.

El problema es que alguien quiera que pueda seguir siendo objeto y no sujeto.

Es incomprensible la negativa del Gobierno en Madrid a una plaza dedicada a las Brigadas Internacionales cuando las hay en Alcalá de Henares, Valencia, Avilés, Madrigueras, Casas-Ibáñez, Utrera, Móstoles, Gijón, Getafe y Málaga. Claro que este Gobierno ya dio la nota creando un conflicto importante cuando anunció la destrucción del monumento a las Brigadas en la Universidad Complutense, que suscitó una contundente reacción internacional que paró el intento de destrucción

Proponemos únicamente que el callejero haga memoria y explique la ciudad a sus vecinos. La ciudad reciente y la ciudad de su pasado también reciente. Que olvide la destrucción: que olvide el olvido.

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