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Un dios que ya no existe

Miguel Roig

La candidata de Podemos para las elecciones municipales de Madrid, la jurista Manuela Carmena, relativiza la contradicción de lo viejo y lo nuevo, la juventud frente a la vejez, que la plataforma política de Pablo Iglesias ha puesto como nudo en su relato para superar los flancos de la izquierda y la derecha política. Amén de que tarde o temprano ingresarán, como afirma el politólogo Fernando Vallespín, tanto Ciudadanos como Podemos, en la órbita de este único eje posible de discusión ideológica.

Hay un fuerte intento de persuadir con la novedad pero se ancla, una y otra vez, en un campo simbólico que remite al pasado. El propósito explícito de Podemos de recuperar el espíritu del 82 o la ocupación de un espacio emblemático del socialismo como lo es el velódromo de Dos Hermanas –además, pueblo natal de Felipe González– remiten a construir deliberadamente un significado con esos materiales emocionales aunque el significante que se expone sea una generación de jóvenes políticos que dejan las aulas por las instituciones, las discusiones se formen en torno a círculos y las decisiones sean asamblearias como en un caucus de Iowa. Manuela Carmena es de la generación de Felipe González pero su figura y su trayectoria ocupan el espacio simbólico que dejó vacío el exalcalde Enrique Tierno Galván. Carmena no es biológicamente joven ni tampoco se espera que invite a ningún joven a colocarse como hiciera el viejo profesor pero la exjuez, montada en su bicicleta, así como pide desde su blog reinventar la justicia, reclama en la calle hacer lo propio con la política. ¿Acaso no es eso lo que hizo el ‘viejo’ profesor en su día?

Otro docente, en este caso maestro, ha salido a escena después de varios lustros fuera de ella: Julio Anguita. El político que, al contrario de la 'casta' renunció a la pensión de jubilación como exdiputado y recibe la de maestro de escuela en lugar de ocupar un sitio en un consejo de alguna empresa del Ibex 35, salió a arropar a Antonio Maíllo, candidato de Izquierda Unida a presidir la Junta de Andalucía y a Alberto Garzón, quien aspira a llegar a la Moncloa en las elecciones generales.

Quienes parecen haberse quedado huérfanos de referentes son los dos partidos tradicionales: tanto socialistas como populares se diluyen en un pasado que no pueden reformular en relatos nuevos. Podemos, paradójicamente, es capaz de recuperar el capital simbólico del socialismo pero este lo arrastra como una pesada mochila de corrupción y claudicaciones ideológicas. El Partido Popular, significado ya como una gran gestora de negocios exhibe una genealogía de empresa familiar que, como señalara Alberto Garzón en varias ocasiones, se va desarrollando con la parsimonia de delegar la dirección general de unos a otros según pasa el tiempo hasta llegar a Manuel Fraga, quien remite directamente al tótem del dictador.

Slajov Zizek utiliza un chiste para explicar la identificación fantasmática, un mecanismo que intenta demostrar que todo el mundo necesita un punto de identificación externo y descentrado. Cuenta Zizek que Jesucristo durante una partida de golf que jugaba con un apóstol, tira un golpe complicado y la pelota termina en el agua. Va, entonces, en busca de la pelota caminando sobre el agua, la coge y vuelve a intentar el golpe. Otra vez pelota al agua y nuevamente a caminar por encima del lago para recogerla. El apóstol le dice: “Cálmate, ese golpe solo lo puede conseguir Tiger Woods”. Jesús se enfada: “Yo soy el hijo de Dios y puedo hacer cualquier cosa que haga Tiger Woods”. Intenta otra vez el golpe, la pelota cae nuevamente en el agua y Jesús contrariado, andando sobre su superficie vuelve a buscarla. En eso pasan unos jubilados que están de turismo por Galilea y uno de ellos, al ver a un tipo caminando sobre el agua le dice al apóstol: “¡Dios mío! ¿Quién ese hombre, se cree que es Jesús?”. “No –responde el apóstol– mucho peor: el muy tonto se cree que es Tiger Woods”.

Nadie, ni siquiera Dios, se libra de un referente que ayude a identificarlo. Lo nuevo de Podemos, entonces, es el relato de un cambio que el socialismo supo construir en el 82 con los materiales rebeldes del tardofranquismo. Los nuevos líderes de Izquierda Unida buscan la vertebración de su novedad en la viga de Julio Anguita, quien, además de poseer una conducta ética sin fisuras, señaló en los noventa el error de Maastricht que se cristaliza hoy en la vida cotidiana.

¿Se han quedado sin un referente con el que alimentar el imaginario colectivo, el PP y el PSOE? Sin duda. Han perdido su gran paraguas conceptual: la Transición, el dios de la monarquía parlamentaria española.

Buñuel sostenía que era ateo, que no creía en Dios pero sí que reconocía al dios inventado por los hombres, en la mentira que construían para consolarse. Se acercan momentos difíciles para el bipartidismo: su fuerza simbólica se ha desmoronado y el espacio está ocupado por nuevos relatos que se han instalado allí donde daba consuelo y abrigo el dios que supieron crear y que ha dejado de existir. Hoy mismo, en Andalucía, puede que se vean los primeros síntomas.

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