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No fueron elecciones municipales, fue un referéndum. Y lo perdió

Suso de Toro

Seguramente hubo algunas personas que acudieron a votar creyendo que únicamente elegían concejales y diputados provinciales pero la mayoría sabía perfectamente que se trataba de un referéndum. Porque Rajoy, aunque no le gustan, acabó teniendo su referéndum. El referéndum al que fue sometido Rajoy por la ciudadanía fue muy completo tenía cuatro preguntas y Rajoy perdió las cuatro.

La primera pregunta era si al electorado le había gustado como habían gobernado y la respuesta mayoritaria fue un “no” rotundo y redondo. La segunda pedía elegir entre izquierda y derecha y el electorado eligió izquierda. La tercera era si quería mayorías absolutas o “el caos” y el electorado, juiciosamente, eligió la locura y el caos. Y la cuarta era decidir si era legal y había derecho a la existencia de partidos nuevos o si los existentes eran únicos y eternos para que no se cayese el techo, y el electorado prefirió que hubiese variedad y novedad y que una nueva generación política se sentase también a la mesa.

Que se trató de un referéndum a toda su política así lo entendió también el propio Rajoy, quien comprendió perfectamente el resultado y no compareció ni en plasma.

Tras los resultados hubo un gran vacío escénico, al no comparecer el Presidente del Gobierno y de su partido no compareció  ni el Gobierno ni el partido que lo sostiene. Ese vacío fue ocupado de forma inmediata y natural por los dos nuevos partidos que ganaron un espacio que no tenían, principalmente ese espacio de ganador lo ocupó “Podemos”. El número de concejales y alcaldías y las cifras y porcentajes de la votación son la mitad del resultado de la batalla, la otra mitad es simbólica y la ganó ese fenómeno político en evolución llamado Podemos.

En algún momento de esa evolución acabaremos sabiendo todos y ellos también lo que es y quien es Podemos. Por lo pronto no vamos a saber si es exactamente Pablo Iglesias y su equipo o Manuela Carmena y Ada Colau, quieran ellas o no ya son referencias políticas decisivas dentro de ese proyecto. En cualquier caso son dos figuras valiosísimas y que, con razón, son vistas como un capital social también por mucha gente que no las votó.

El PP es hoy un partido completamente desmoralizado no por la derrota sino porque sabe que Rajoy no puede darles ni la conducción ni la moral ni la mínima ilusión que necesitarían para recuperar apoyos entre la población. No se trata solo de que en las próximas semanas irán perdiendo concejalías, ayuntamientos, diputaciones y autonomías, con las consiguientes contrariedades. No se trata solo de que hayan perdido y se hayan retratado luego ellos mismos como derrotados e incapaces de dar una respuesta creíble, esa falta de entereza. Se trata de que lo que les espera ahí delante es perder el Gobierno y todo el poder político y económico a su alrededor.

Quien tenga algo de memoria reciente sabe que el PP es un partido capaz de cualquier cosa en su lucha por alcanzar o retener el  poder, en estos momentos esa rabia desesperada solo se puede volver contra si mismos. En las próximas semanas veremos no puyas o indirectas sino el chasquido de mandíbulas feroces. Chac, chac. Y, como cualquier analista ocioso puede ver, la única esperanza de poder dar la batalla frente a la izquierda es utilizar alguna arma secreta milagrosa y rotunda. Y eso significa que Mariano Rajoy es un obstáculo que hay que remover sin perder tiempo.

(Puede que el referéndum incluyese una última pregunta y se me haya pasado a mí: “¿Le parece a usted bien que el gobierno le llame imbécil en la cara?”. Me parece que también contestaron que no).

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