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¿Encarnan Feijóo o el juez Peinado los valores europeos?

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, en Santander este 4 de junio, en un Foro sobro Conciliación.
4 de junio de 2024 22:36 h

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Alberto Núñez Feijóo, ese señor que habla tanto y tan a destiempo, exige una reválida en valores europeos para poder residir en nuestro suelo ahora que estamos a las puertas de unas elecciones cruciales. Que hayamos visto, es su mayor aportación política a la campaña y en la línea xenófoba de la ultraderecha al alza. No cabe duda de que la Comunidad nacida tras los desastres de la terrible guerra provocada por los nazis rezumaba los más altos ideales de convivencia, pero, ¿qué queda ahora de ellos?

España no pudo entrar en el club hasta 1986, una década después de la muerte del dictador. Ni Europa, ni el resto del mundo civilizado admitían en su seno a un país con un gobierno fascista en régimen de dictadura. El primer aval lo había recibido Franco en su día de los pragmáticos Estados Unidos de Eisenhower -cuando nos trajo bases militares, queso amarillo y leche en polvo-, pero hubo que asegurarse y esperar mucho más tiempo. Hubiéramos erigido un monumento al entonces líder del PSOE, Felipe González, por haber logrado nuestra entrada en la tan añorada Europa de los valores, pero quizás era y es que por valores se entiende algo diferente, que se ha incrementado el significado económico de la misma palabra. Ése que exigió entonces tantas contrapartidas y condiciona hoy casi todo.

Conviene recordar estos precedentes cuando la Unión Europea actual ha abierto la puerta de par en par a los nuevos fascismos. Ninguno de los países que hoy presentan candidaturas de extrema derecha hubiera tenido cabida en el club europeo inicial. Ni nazis buenos -como ofertan, lavada, a la italiana Meloni- ni tampoco las violentas herencias españolas del franquismo. Alguien muy agudo y muy escéptico me comenta al oído que ha terminado la promoción de esa Europa equidistante entre el capitalismo salvaje de EEUU y el comunismo soviético. Y eso parece. Ya no hace falta. Ahora van a saco. Y con la connivencia de pilares fundamentales: políticos, económicos, mediáticos, y lo que es decisivo: de la sociedad. Esa ciudadanía que se ha dejado extraviar a límites increíbles. ¿De verdad no se dan cuenta de a qué se arriesgan votando ultraderecha, incluso a esa derecha amoldable a lo que más le convenga?

España, vemos, sigue con su propia guerra de valores, de tumbar valores en realidad. Cada convocatoria electoral es para la derecha y sus huestes mediáticas la posibilidad de un “un golpe definitivo”. Será por no perder la tradición española de los “Golpes” como solución expeditiva a sus ansias de mando. Y en verdad que éste pinta bien alarmante. Ya no son solo los avisos de que el poder judicial va a obstaculizar la aplicación de las leyes al gusto del PP, obviando que no legisla, que eso lo hace el Parlamento por mayoría de sus miembros elegidos en las urnas. Este martes el juez Peinado se ha despachado convocando a declarar a Begoña Gómez como imputada por trafico de influencias y corrupción. Sorprende en el rigor exigible a un magistrado en un tema delicado dado el alcance a quienes afecta, que adopte esta decisión en la recta final de una campaña electoral. No suele hacerse. Los jueces respetan la neutralidad que unos comicios exigen, pero se diría que Peinado ha hecho exactamente lo contrario. Y sin más indicios que la denuncia del sindicato ultraderechista Manos Limpias, basada fundamentalmente en bulos de prensa y haciendo caso omiso al informe de la UCO de la Guardia Civil que no ha encontrado indicios de delito en sus pesquisas: en160 páginas más anexos. Otro punto manipulado al máximo por la prensa afin al PP; resulta que ya no les parece válida ni la Guardia Civil.

Da igual. Las elecciones europeas son el domingo y la plana mayor del clan ha salido en tropel, llegan a tiempo y, más, un día que se conocen datos récord de empleo. Veamos primero a Miguel Tellado, portavoz del PP, citando fuentes informativas de toda solvencia… de toda solvencia como integrantes, en mayor o menos medida, de la cloaca mediática.

Feijóo no necesita más tampoco. Apremia a Sánchez a “asumir ya responsabilidades políticas”. La cúpula del PP exige al presidente que “dimita” y “dé explicaciones” ante unos hechos “graves”. Los hechos gravísimos son otros y hay demasiado silencio que ampara semejante atropello en cadena. Tanta desvergüenza y tanta impunidad agobia a cualquier persona decente. Solo contemplarla. Esto hay que pararlo: con la ley en la mano precisamente. Cinco años y medio de “prórroga” del CGPJ, actuando caducado tras su mandato, exigen soluciones drásticas. ¿Por qué no lo soluciona Sánchez que puede hacerlo con una nueva mayoría para la elección de los nuevos vocales? ¿por qué callan tantos que deberían hablar y actuar?

El asesor de la presidenta 7.291 veces impune y otras cuantas más como novia a título lucrativo de un defraudador intervenía la víspera en sus noches de vino y rosas y anticipaba el regalo que hoy daba Peinado al PP, si les sale bien: “Begoña tiene todas las papeletas para ir a la cárcel”, decía. La han envuelto en “papeletas”. realmente.

Había más cosas que tapar en esta semana decisiva preelectoral. Otra imprudencia notable de Feijóo: mientras la candidata por el PP, Dolors Monserrat, exhibía en una emisora de radio -que comunica por sonidos- “una foto de la vergüenza” de Puigdemont con el secretario de organización del PSOE Santos Cerdán, Feijóo declaraba la posibilidad de hacerse otra con el expresident catalán para una moción de censura contra Sánchez. Ésa es la mejor definición del PP actual, ni siquiera se atragantan al comerse todas las barbaridades que han dicho previamente a sus realidades alternativas. “Voces territoriales de peso en el PP -nos contaba el Telediario de TVE- critican que se busque atacar a Feijóo- ”con cualquier excusa“. No era pequeña la ”excusa“. Pero así se informa. El PP dice.

A estas alturas cabe preguntarse si Feijóo y su partido encarnan los valores europeos, si lo hace el juez Peinado y el CPGJ. Porque, según las encuestas, este partido, el PP, es el que mayores expectativas de voto tiene en las elecciones europeas, aunque seguido de cerca por el PSOE. Los conservadores precisarán los escaños de la extrema derecha también que, nos dicen, va a cosechar un espectacular ascenso. En riesgo, los valores que conservaba la UE: desde tumbar la Agenda Verde con el cuidado del medio ambiente algo rebajado ya, a la propia destrucción de la Europa que conocimos. La ultraderecha quiere dinamitarla desde adentro. Acabar con la cohesión y la solidaridad. Volver a las fronteras ultranacionalistas, aumentar su lucha contra la inmigración en ese ciego intento de preservar no sé qué raza -como sus antecesores de hace casi un siglo- e imponer su modelo. Hace falta ser muy torpe para dejarse convencer de que el problema de Europa o de cualquier parte son los emigrantes y no los políticos que cercenan los derechos regidos por las directrices económicas ultraliberales. O que el egoísmo, el retroceso y el odio son el camino de alguna solución.

Cada día contemplo la vigencia de valores sólidos en muchas personas. Los valores auténticos. La marea turbia ha de acabar, ha de ser vencida. No pueden imponerse quienes creen que la forma de andar por el mundo -si atendemos a su trayectoria en España- es la mentira, el insulto, el odio, la agresión, incluso física -como dijo ese pelanas ultra que ya no se corta en amenazas-, los chantajes mafiosos, la impunidad y esas risas de conejo que se jactan de todo ello.

Finalmente: creo que ni Feijóo y toda su tropa, ni sus socios de Vox, ni sus diferentes cómplices y sicarios ejemplifican en lo más mínimo los valores esenciales de Europa, ni de ninguna parte que se precie como lugar de convivencia y progreso. Si llegan a infectarla por completo, tendremos que hablar de otro ente distinto, de otros fines y otras consecuencias.

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