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El error de Sánchez

Pedro Sánchez durante la sesión de control al Gobierno

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No hace falta ser fan del manual antifascista escrito por el historiador Mark Bray ni considerarse un activista para saber que para combatir a la extrema derecha lo primero que hay que hacer es no blanquearla. En España los precursores fueron PP y Ciudadanos, que no solo normalizaron a Vox sino que le dieron entrada en las instituciones. Lo mismo hicieron algunos medios, que por audiencia, interés ideológico o una combinación de ambas, les regalaron minutos y tribunas sin contradecir sus barbaridades. Ese mal ya no tiene remedio y para empeorar solo podría suceder lo que ha pasado este miércoles en el Congreso y es que también desde la izquierda y nada menos que por boca del presidente del Gobierno se contribuya a legitimar la extrema derecha.   

Se podría ir hacia atrás y preguntarse qué parte de culpa tiene la izquierda, o una parte de ella, en no haber sabido combatir determinados discursos, en haberse plegado a políticas económicas que no diferían en lo sustancial de las aplicadas por formaciones conservadoras, en haber sido cómplices en su momento del bautizado como 'austericidio', de haber abandonado a su suerte muchos barrios y de gestionar un fenómeno tan complejo como la migración con una estrategia que lo mínimo que puede decirse es que es hipócrita. Pero, sin obviar todos esos errores, que pueden ser más o menos controvertidos y atribuibles a una mala concepción de la globalización, lo que es del todo incomprensible y del todo reprochable es que desde la izquierda se dé alas a la extrema derecha. Y eso es lo que ha hecho Pedro Sánchez este miércoles en el Congreso al alabar el “sentido de Estado” de Vox en comparación con el PP porque la abstención del grupo de Abascal permitió al Gobierno convalidar hace una semana el decreto sobre la gestión de los fondos europeos. 

El presidente ni siquiera aclaró que se refiriera a ese decreto, uno de los más trascendentes en estos momentos para España, contra el que votaron PP y Ciudadanos. Los expertos en analizar la extrema derecha subrayan que son movimientos que crecen cuando se les normaliza, sea en los ámbitos políticos o en el tejido social. Hay que conocerlos, saber cómo se organizan y cómo adaptan sus discursos. No basta con ignorarlos, hay que combatirlos, también y especialmente desde las tribunas de los parlamentos. Por eso es incomprensible que para afear a Casado la falta de lealtad del PP se loe la “responsabilidad” de Vox. Si alguien dudaba de cuál es la responsabilidad de la extrema derecha no tenía más que quedarse un rato siguiendo la sesión en el Congreso y constatar que Vox se prestaba a otra ración de xenofobia en las intervenciones de Rocío de Meer. Al menos sus palabras merecieron una dura reprimenda por parte de varios portavoces en el Congreso.  

Aplicando el manual de Andalucía, Madrid o Murcia, tanto PP como Ciudadanos se niegan a distanciarse de Vox en Catalunya. “Nosotros no vamos a hacer cordones sanitarios en el Parlament de Catalunya a nadie”, ha reiterado este miércoles el candidato de Ciudadanos, Carlos Carrizosa. Al aspirante socialista, Salvador Illa, cuando se le pregunta y repregunta si estaría dispuesto a aceptar los votos de la extrema derecha para ser presidente contesta que lo que quiere Vox es meterle en la cárcel. Algunos entenderán que con esa frase ya los está rechazando. Otros interpretarán que es una manera de no comprometerse antes de saber si tras las elecciones se encontrará en esa tesitura. Podría argumentarse que no es posible rechazar unos votos que se ofrecen gratis. Eso daría para debate, pero en todo caso sí se pueden rehusar y si no, que se lo pregunten a Angela Merkel, que obligó a dimitir al presidente del Land de Turingia tras haber accedido al cargo con el apoyo de los ultraderechistas de Alternativa para Alemania (AfD).  

Uno de los errores, posiblemente el principal, que cometió Susana Díaz en las elecciones andaluzas fue el de agitar el espantajo de la extrema derecha. Ella los situó en el centro del debate. Dos años después, Vox controla desde detrás el gobierno de la Junta mientras Díaz no sabe ni si podrá mantenerse como líder del socialismo andaluz. Ahora, uno de los aciertos de la campaña catalana es que, al menos de momento, el resto de formaciones están evitando dar a la extrema derecha el protagonismo que busca. Y hacen bien porque Vox no es un partido como el resto.

Unas siglas que fomentan los discursos de odio y que alimentan la xenofobia, como hicieron de nuevo este miércoles en el Congreso, no pueden normalizarse ni equipararse a los grupos del resto de la Cámara. Lo único que queda esperar es que el agradecimiento de Sánchez a Abascal fuese solo un error y no responda a una estrategia que sería del todo injustificable.

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