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Feliz 2025

La ministra de Sanidad, Mónica García, acompañada del secretario de Estado, Javier Padilla, para explicar los acuerdos del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud. EFE/ Borja Sánchez Trillo
9 de enero de 2024 22:40 h

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En este tiempo hostil propicio al odio hay también algunas fiables certezas. Por ejemplo, que cada año tiene un invierno y, con él, llega la gripe. Hace un mes que vemos fotos de enfermos en pasillos, pacientes ‘pacientes’ esperando en urgencias, personas enfermas estornudando al lado de otras enfermas de otras cosas. Rara es la conversación de calle en la que no se haga un recuento de caídos.

Una sola comunidad autónoma, la valenciana (gobernada por PP y Vox y una de la que han tenido tasa de infección más alta), decidió hace una semana imponer la mascarilla en los centros de salud. Lo podía haber hecho antes, lo podían haber hecho otras. Podría no haberlo hecho ninguna. Aunque parezca evidente, es oportuno recordar que la gestión de la Sanidad es precisamente de las comunidades autónomas. Si este invierno no se hizo el refuerzo de personal suficiente, se gestionaron mal las vacaciones o los horarios, si se ha permitido que pacientes infectados convivan en lugares no ventilados con otros vulnerables o con personal sanitario, si no se han implantado antes las mascarillas o demasiadas vacunas se han quedado sin poner, solo cabe mirar a cada gobierno autonómico de cada comunidad, sea del partido que sea. Juegan, claro está, con lo bien o mal financiada que esté la comunidad autónoma y cuánto le dedique ésta a los servicios sociales esenciales.

El lunes se sentaron en el consejo interterritorial los responsables de Sanidad de las comunidades con los del Ministerio –cuya labor es de coordinación e impulso, y efectivamente llegó tarde– con el pico de virus a punto de bajar la curva y con gran parte del personal sanitario ya volviendo a sus puestos de trabajo. Allí se aprovechó para echar culpas e incluso hacer piruetas argumentales cuando se supo que el ministerio quería imponer la mascarilla por decreto: a saber, consejeros capaces de reivindicar su autonomía contra el intrusismo del Gobierno central al mismo tiempo que le acusaban de entremeterse en sus asuntos demasiado tarde. Era 8 de enero, entrábamos en el epílogo del libro, había pasado ya gran parte del problema, pero se aprovechó el foro para mirar al pasado. 

Es tarde para poner medidas preventivas, pero sí es el momento de mirar al próximo invierno y Sanidad (las sanidades) tiene una ocasión para las lecciones aprendidas. Aparte de la mascarilla, que es de sentido común y debemos de tener poco visto el pico de infecciones, este año que estrenamos habrá que mirar antes a las cifras de vacunados y su disparidad según la comunidad autónoma. ¿Cuántas personas se han enterado de que tenían derecho, cuántas facilidades se les han puesto, por qué la población diana no se ha sentido atraída por la idea, han sido buenas las campañas? ¿Quién está haciéndolo bien y cómo lo ha conseguido? Habrá que contemplar también que en Navidad el personal sanitario hace turnos pero tiene la costumbre, como el no sanitario, de querer pasar un tiempo libre y/o con su familia. ¿Van las comunidades a poner más refuerzos o un médico tendrá que hacer el trabajo de un médico y medio? ¿Con qué incidencia es recomendable obligar a la mascarilla y dónde? Si transformamos los rencores del lunes en preguntas, si los responsables sanitarios quieren, el próximo invierno ayudarán a la población a arriesgar menos, a disfrutar más, se rebajará la tensión en centros de salud, se ahorrarán bajas laborales, ingresos y contagios indeseados. Se podrá dar la bienvenida a un año en el que se hizo bien, al menos, mejor, y desear con orgullo y hospitales medio vacíos un feliz 2025.

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