La fobia de Mariano
Dice la psicología conductista que la mejor manera de superar una fobia es enfrentarse a ella. Se debe buscar la procedencia del miedo, comprenderlo, y lanzarse de lleno a él.
Mariano Rajoy tiene una fobia evidente. Le dan miedo los periodistas y sus aparejos. Cuando hay un micrófono cerca, el presidente se lía con su propia letra, le vibra un ojo, se atora, deja de coordinar sujetos con verbos, verbos con predicados y, por fin, colapsa el hombre en un estallido de incoherencias gramaticales. Para la historia de la dislexia quedarán algunas de sus intervenciones, como la célebre «los españoles son muy españoles y mucho españoles», digna de figurar en la entrada del Instituto Cervantes.
Si conoce Rajoy los fundamentos de la psicología conductista es un misterio. Probablemente no, ya que este campo del conocimiento no se prodiga mucho en las páginas del Marca. Quizá por eso, lejos de enfrentarse a su fobia comunicativa, el presidente ha optado por que España entera se adapte a ella.
Cuatro años llevamos presenciado sus excéntricas triquiñuelas, diseñadas exclusivamente para no dar la cara. Por ejemplo: rechazar preguntas en las ruedas de prensa. Por ejemplo: comparecer ante los periodistas a través de un monitor, dando como resultado una imagen (operadores de cámaras grabando una tele de plasma) que ni David Cronenberg en sus años raros.
La técnica del presidente-avestruz, sin embargo, no parece una buena estrategia en periodo electoral. Rajoy lo sabe y por eso anda ahora diciendo que el Salvados del domingo no fue más que un “espectáculo televisivo”. Curiosamente, no dijo lo mismo cuando Sáenz de Santamaría bailó en El Hormiguero que, por lo visto, considera un referente de buen periodismo.
Razones tiene el presidente para la inquietud. Imagínalo en La Moncloa, delante de la televisión, viendo el programa de Évole. Contemplando la telegenia de los dos niños prodigio de la nueva política, su gracejo natural ante las cámaras, su educación, elegantes como son hasta para llamarse facha y comunista. Imagina ese sudor frío deslizándose por su espalda, ese párpado vibrante, esa boca seca. Esa certeza de estar en tan monumental desventaja.
Y de nuevo, el avestruz. El Gobierno ya ha puesto en marcha los mecanismos necesarios para organizar un debate como Dios manda. Esto es: pactado, previsible y sin un solo treintañero. Mariano contra Pedro. Será, por supuesto, en TVE. La realidad, ya si eso, que la emitan las privadas.