La Francia que osa
Pour pouvoir, pour oser dire de grandes vérités, il ne faut pas dépendre de son succès*
Dos premisas antes de nada: los franceses odian 'Emily in Paris' y yo soy una afrancesada de mierda.
No digan que no les he avisado.
Francia osó, se atrevió, arriesgó. El que no arriesga no gana. Francia lleva arriesgando siglos y de esos riesgos se derivan gran parte de las conquistas culturales y sociales del resto del mundo occidental. Estarán desquiciados, cargados de problemas, disociados, estupefactos ante el fin de un mundo que añoran, pero no han perdido su espíritu. Ellos se quieren así y se vieron brillantes, alocados, subversivos y conmovedores.
Francia osó y para gustos están hechos los colores. Lo que no es muy de recibo es la pacatería de despreciar el alma de un pueblo porque no responde a la postal turística que tú te has hecho. Las críticas vertidas por nuestros compatriotas fueron en muchos casos muestra del desconocimiento de una cultura que ha vertebrado el pensamiento europeo durante décadas. No en vano España ha vivido y tal vez aún vive de espaldas al país con el que colinda y en el que se produjeron todas las corrientes de novedad y revuelta a las que desgraciadamente siempre permanecimos ajenos. Tampoco ayudó nada que los comentaristas de la televisión pública, muy versados en deportes y en olimpismo, no tuvieran ni la más remota idea de los guiños, a veces sutiles, a veces descarados, que se iban ofreciendo durante la ceremonia al aire libre que pretendía ser un canto también libre. A Thomas Jolly le hicieron un encargo y le dieron la libertad del artista para acometerlo. Un estadio está en cualquier parte del mundo, el Sena y París solo en Francia.
Algunos no vieron hilazón en la sucesión de performances. La había. La primera tan clara como los tres principios republicanos que conforman el alma de Francia y que establecieron las tres partes y bajo ello todo el humus acumulado en siglos de cultura y el intento evidente de hacer sitio a la nueva Francia, a esa que se siente anulada por los gurús de las élites guturales de siempre. En general he detectado dos tipos de críticas: las de los que consideran que fue deslucida y no se entendía nada y los que vieron el apocalipsis woke y la decadencia y caída de la civilización occidental.
No vi nada de eso. Vi una representación valiente y de una belleza aterradora del furor revolucionario, en cuyo origen se asienta La Republique y también nuestro moderno concepto del Estado. Ellos hicieron rodar cabezas y las luces se expandieron por el mundo entero. En el bello edificio de La Conciergerie estuvo presa María Antonieta antes de ser pasada por Madame Guillotine. Esa libérrima forma de representarla, con la voz de la mezzosoprano Viotti y el enloquecido ritmo de Gojira, emblema del death metal que qué mejor para esa ocasión. Metal hurlant. La revolución debió sonar así en directo. Esa cabeza en la mano y esos chorros de sangre simbólicos en la cascada de haces rojos que surgieron del edificio, fue recreada ante la representación de las monarquías europeas aún reinantes. Ça ira, les aristocrates à la lanterne. ¿No es osado? No, es francés.
“¡Qué sosos los barcos! ¡Son compartidos, qué cutres!”. Los barcos fluviales, de una construcción necesariamente especial, son los que habitualmente surcan el Sena: los bateaux-mouches y las vedettes. Hay las que hay. No sé si que la lluvia impidiera trabajar a las cámaras de los drones lo deslució, pero ya podemos jurar que los atletas tuvieron un paseo de ensueño por París que no se reproducirá. Ellos se lo llevan puesto. “No hay nada del espíritu olímpico”, se dijo. Ni falta que les hace. Fue un francés el que se volvió a inventar todo esto, incluido eso del espíritu olímpico. ¿Qué necesidad de impostarlo?
¿Y el simbolismo de la Guardia Republicana bailando al ritmo de Aya Nakamura? Ah, ya, que aquí poca gente escuchamos a Nakamura. Eso no significa que no sea la cantante con más éxito del país vecino y la primera de su nacionalidad en audiciones en Spotify. Otro guiño. El ultra facha Zemmour no la quiere nada. Dice que su francés no es francés verdadero. Comportement, bah ouais. La lengua del barrio y de la otra Francia que sube. Tan emblemático como elegir a Axelle Saint-Cirel como Marianne negra para entonar una marsellesa que englobe a todos. Todo, absolutamente todo tenía un mensaje. Las plumas rosas de Lady Gaga, inspiradas en 'Mon truque en plumes' de Zizi Jeanmaire diseñado por Yves Saint Laurent; el abuso del rosa por 'La vie en rose' de Piaf; el can-can del Moulin Rouge de Toulouse-Lautrec; Celine Dion, volviendo tras el diagnóstico de su enfermedad rara porque afirmó que de volver a cantar sólo lo haría en los juegos; las cortesanas del río, con gorro frigio; los cortesanos bailando break-dance que se estrena como disciplina; las estatuas de las mujeres que conformaron el feminismo pionero y vívido de las mujeres francesas; los miserables actuales en los andamios de Notre-Dame; el rap francés, tan importante y con tantas figuras consagradas –moi, j'adore–, la vanguardia y la tradición.
La libertad guiando al pueblo. La libertad como motor. ¿Qué país organizador hubiera dejado a unos participantes, el equipo argelino, ir desde su péniche arrojando pétalos al Sena, para conmemorar la masacre de París en la que los parisinos literalmente arrojaron argelinos a morir al río, para reprimir sus manifestaciones. Una brutalidad sobre la que Francia ha sido capaz de hacer memoria histórica. La libertad de amar. El libertinaje. Les libertines. Todo tan francés. Ese guiño al ménage à trois en la biblioteca, tras los mensajes no de Tinder sino de los títulos de las novelas más emblemáticas de la literatura galante francesa.
La libertad de expresión. Esa recreación del cuadro de Da Vinci de la Última Cena, que tanto ha encendido y que en España hubiera provocado denuncias varias por delitos contra los sentimientos religiosos. Los más de los idiotas escribían en X, ñiñiñi, “se atreven con lo cristiano pero con los musulmanes no se atreven”. Nigauds. Se atrevieron y los asesinaron. ¿Ya habéis dejado todos de ser Charlie Hebdo? Ese es el mensaje al mundo que yo leí: seguiremos haciendo humor y caricaturas con quien queramos porque somos perfectamente capaces de hacerlos con nuestra propia tradición.
Que si lo queer y las drags, eso ha dado mucho que hablar. Saben lo que pienso. La teoría queer me parece una mutación burda realizada en las universidades norteamericanas de las ideas, precisamente, de los filósofos deconstructivistas franceses Foucault, Derrida y Deleuze. Así que miren, si en algún sitio puedo asumir que las traigan a colación es en Francia, ¿dónde si no?
Gustó mucho en la piel de toro el homenaje del pebetero a los hermanos Montgolfier, que hicieron volar el primer aerostato en las Tullerías y la pasión voló cuando vieron a Nadal con la antorcha olímpica. No se equivoque nadie. Si algo caracteriza a los franceses es la capacidad de fagocitar el éxito de otros que se despliega en el Hexágono: Nadal es ya para ellos tan francés como Picasso –léase Picassó– o como Simenon, Brel y Stromae que son belgas sólo si miras dos veces.
Y todo así.
Que puede que fueran muy osados al innovar sin un solo ensayo previo. Que puede que arriesgaran demasiado sabiendo que podía llover. Que puede que a muchos no les gustara. Lo que no se puede decir es que había un bodrio vacío detrás de tal despliegue de afrancesamiento en estado puro.
“Il y a de la joie dans tout, même dans la honte; le tout c'est d'oser la prendre”**
*Para poder, para osar decir grandes verdades, es preciso no depender de su éxito.
**“Hay alegría en todo, incluso en la vergüenza; la cuestión es osar tomarla” (Ducharme)
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