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La fruta cae madura

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, durante el acto de la 'Ruta por la igualdad entre españoles', en el Monumento a la Constitución de Madrid, a 22 de febrero de 2024.

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¿Vais a publicar esa mierda? Si lo hacéis Katie Graham va a pillarse las tetas en una máquina de escurrir ropa

John Mitchell

En los años noventa se escribían libros emocionantes porque había vidas emocionantes. Para un periodista, tanto las memorias de Ben Bradlee -“La vida de un periodista”- como las de su jefa Katie Graham -“Una historia personal”- lo fueron en grado sumo y sigo recomendándoselos a todo colega que no los haya leído aún. Su validez es universal y entre otras muchas cosas, relatan el ejemplo más preclaro de cómo el control del poder ejercido debidamente por una prensa libre puede conllevar la caída incluso del hombre más poderoso del mundo. Desde entonces una especie de furia se desató en el periodismo “por hacer caer” al corrupto, al traidor, al manchado primero y, después, al que interesara políticamente a la línea del diario o a sus fuentes de ingresos. Pero esa es otra historia, la de los sindicatos del crimen. 

Una de las cosas que se aprende con la lectura de esos libros es que las cosas suceden cuando tienen que suceder y que el papel de la prensa consiste en desatar los mecanismos democráticos que en efecto pueden hacer caer a los poderosos. La fruta cae, cuando está madura. Siento ahora la prisa de los tiempos azotar los árboles del periodismo y recomiendo paciencia, perseverancia y buen hacer porque con esos elementos la fruta podrida cae sin duda. Vivimos en los tiempos de la fruta cortada verde, al otro extremo del mundo quizá, y transportada en estado incomestible hasta los depósitos donde una maduración poco natural la depositará en nuestras neveras. Tal vez eso se contagie a todas las actividades sin mayor problema, aunque tiendo a pensar que la fruta agusanada debe caer por su propio peso. Pregúntenle a Casado, por cierto. 

Las amenazas y los intentos de encubrimiento son una constante que no puede faltar. El director de campaña de Nixon amenazó de una forma machista y descarnada a The Washington Post en la persona de su editora. La respuesta de esa dama de la prensa siempre me ha emocionado. No sólo protegió y animó a sus periodistas a seguir investigando y publicando sino que cuando un lector dentista fabricó una pequeña máquina escurridora y se la envió, se la colgó al cuello y cuando Buchwald, uno de los columnistas del diario, le regaló a continuación un pequeño pecho de la plata, se lo colocó junto a la escurridora, que viene a ser una forma americana de trituradora, por así decirlo.

No creo yo que Feijóo proteja a Ayuso porque tenga miedo de seguir el camino de Casado. Este pertenecía a una generación impulsiva, lo quiere todo y lo quiere rápido, y el jefe del PP a una que ya ha aprendido a esperar los acontecimientos que, sin duda, llegarán. Por eso yo lo veo sentado en Génova y acariciando un gato con delectación, porque la fruta que estaba averiada, como intuían sus predecesores, no cayó con un embate de viento que se llevó también a los que la agitaron, sino que madura y podrida se derrumbará cuando la evidencia sea de tal calibre que los que la sostienen la vean insostenible. Así es como han funcionado las cosas siempre y como deben funcionar. Acelerar los procesos o intentar acomodarlos a otros intereses siempre resulta frustrante. Pregúntenle a Casado y a Teodoro o, si nos ponemos, a Susana Díaz y a la fugaz única autoridad.

Otra tendencia del periodismo actual es vender como scoop lo absolutamente esperable, la llamada a declarar como imputado de la pareja de Ayuso, por ejemplo. Lo cierto es que tras una denuncia como la presentada por Fiscalía, sólo cabe abrir unas diligencias y tomar declaración como investigados -ese término de fino disimulo auspiciado por el propio PP- a los relacionados en ella. Después viene la instrucción y en la instrucción, amigos, aparecen formas de investigación que no están al alcance ni de la AEAT ni de la Fiscalía ni el periodismo. Recuerden que un juez y solo un juez puede autorizar acciones que vulneran derechos fundamentales: intervención de dispositivos, mensajes, comunicaciones, entradas y registros... todo eso que hasta ahora no se ha podido hacer. Por eso no entiendo las prisas de los que presuponen o acusan sin tener aún datos. He leído a ministros afirmando que el ciudadano particular en cuya cama duerme la presidenta de la CAM es “su testaferro”, he visto piruetas sin cerrar sobre sus propiedades o sus sociedades que no terminan de cerrar el vuelo y entonces me remito a la tozudez y a los medios de una instrucción judicial y sé, como todo el que conoce el procedimiento, que los datos irán cayendo sobre la mesa y que ni una marea ni una trituradora podrá hacerlos desaparecer. Al tiempo. Y esto vale también para el Caso Koldo que con Dominicana o sin Dominicana también irá levantando sus cartas cuando Ismael Moreno avance en sus pesquisas. La prensa descubrió el Watergate aunque Nixon cayó tras la entrada en el asunto de las instituciones políticas y jurídicas competentes que ordenaron la publicación de la cinta “arma humeante”.

Luego, como he apuntado, llega ese efecto dominó por el cual los propios seguidores del político corrupto, hasta los más fanáticos, acaban por dejarlo caer como si les quemara en las manos. Por eso es importante comprobar cómo parte del establishment madrileño está empezando a sentirse incómodo con la proximidad al poder de esta banda de mangarranes que se embolsan el dinero chapuceando, calentando agenda, moviendo influencias sin haber en su vida pegado un palo al agua, creado un empleo o arriesgado nada para producir riqueza. Ni el dinero de verdad defenderá a Ayuso cuando el cerco se vaya estrechando y creo que el gallego lo sabe y por eso acaricia al gato con paciencia atlántica. 

Las prisas son malas consejeras. El Watergate no fue ni mucho menos el único caso de Bradlee ni se resolvió en semanas. “Ahí es cuando un hombre de noticias puede tirar adelante con el trabajo para el que nació. Pocos tuvimos la oportunidad de que se nos presentase tan estimulante oportunidad. Una, y otra, y otra vez”. Porque fueron, somos. Porque somos, serán.

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