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Un general republicano

El presidente galo, Emmanuel Macron (c), conversa con el jefe del Estado Mayor de la Defensa francés, el general François Lecointre, durante las ceremonias por el Día de la Victoria, en París.

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Hace unos meses se dio a conocer una carta de militares españoles retirados dirigida al Rey, a la que se sumó el famoso chat de Whatsapp XIX promoción del Ejército del Aire. En ambos casos se vertían duras acusaciones contra el Gobierno y se utilizaban argumentos cercanos a los que utiliza habitualmente Vox. La polémica sobre la neutralidad de las fuerzas armadas se encaramó al debate público.

Hace pocos días, un grupo de militares franceses retirados, 20 generales entre ellos, han hecho pública una carta en la revista ultraconservadora Valeurs Actuelles en la que hablan de una posible “guerra civil”, de la “desintegración” de la vida política y social, y de una futura intervención del ejército para “salvar” a Francia “provocando al final una explosión y la intervención de nuestros camaradas en activo en una misión peligrosa de protección de nuestros valores de civilización y de salvaguarda de nuestros compatriotas sobre el territorio nacional”.

En su carta dirigida al presidente Macron y al gobierno, amenazan: “No hay más tiempo para posponer las cosas, de lo contrario, mañana la guerra civil pondrá fin a este caos creciente, y las muertes, de las que vosotros tendréis la responsabilidad, se contarán por miles”. Una carta como para echarse a temblar si consideramos que el ejército francés es el más potente de la Unión Europea y cuenta con unas 300 cabezas nucleares operativas.

Inmediatamente, la representante política de los valores de la ultraderecha en Francia, Marine Le Pen, del partido Rassemblement National (Reagrupamiento Nacional, antes Frente Nacional, creado por su padre Jean Marie Le Pen) invitó a los firmantes a unirse a su proyecto. Le va la marcha.

Todos los ciudadanos tienen derecho a expresar libremente sus opiniones políticas, pero en ambos casos se trata de ciudadanos que utilizan su condición de militares para expresarlas. En su manifestación pública especifican su grado militar, lo que añade un elemento fundamental. Los militares deben ser neutrales, tienen su opinión particular, pero esta no debe ser expresada junto a su cargo. La mayor parte de estos militares están retirados, es decir, pueden manifestar su opinión como cualquier jubilado, sea éste militar o ingeniero nuclear, pero hacerlo sobre el gobierno y su política para criticarla no como ciudadano, sino como general, incluso retirado, implica romper esa obligación de neutralidad que se le exige al ejército.

Por eso es importante que quien maneja un poder coercitivo de tal magnitud creado con dinero público, sea consciente en todo momento de que, como decía el teniente general Ricardo Álvarez Espejo, en su despedida como jefe de la Inspección General del Ejército de Tierra con sede en Barcelona, el Ejercito debe mantener la máxima “neutralidad” y “respeto institucional” ante hechos como la situación política de Cataluña, porque es “un tema exclusivamente político que se tiene que resolver con la política”. Un militar con sentido democrático.

El problema aquí es el texto del artículo 8 de la Constitución Española, aprobada poco después de la salida de la dictadura de Franco, con el resuello en la nuca de un ejército que venía precisamente de esa dictadura. Dice así: “Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”. En Francia, país con mayor tradición democrática, la Constitución Francesa atribuye al Parlamento todas las competencias relacionadas con la defensa nacional y la organización militar.

Eso sí, el presidente francés constitucionalmente es el chef des armées, es decir el máximo responsable de las Fuerzas Armadas, lo mismo que aquí es el Rey por el artículo 62 h de la Constitución: “Corresponde al Rey el mando supremo de las Fuerzas Armadas”. Con una pequeña diferencia, el presidente francés es elegido por el pueblo cada cinco años, el Rey de España no.

Pero eso no implica que todos los militares franceses tengan un concepto claro de la democracia y de la neutralidad de las fuerzas armadas. De hecho, algunos sondeos señalan que entre esas fuerzas armadas la proporción de partidarios del ultraderechista Rassemblement National es  mayor que entre la población en general. 

Los firmantes de la carta señalan que “nuestras banderas tricolores no son sólo un trozo de tela. En estas banderas encontramos en letras doradas las palabras ‘Honor y Patria’. Sin embargo, nuestro honor hoy radica en la denuncia de la desintegración que golpea a nuestra Patria”.

Como se ha comentado, el ejército francés es el más potente de la Unión Europea y la cuestión esencial es la respuesta del estamento militar a una actuación claramente política y claramente desestabilizadora de determinados militares, como esos 20 generales a los que han acompañado cientos de mandos y otros militares retirados, más algunos en activo.

La respuesta ha venido del general François Lecointre, Jefe del Estado Mayor de Defensa, en una entrevista esta misma semana en el diario Le Parisien. Lecointre ha puesto los puntos sobre la íes: “El ejército es republicano, no está politizado”.

La Constitución Francesa es republicana de origen y en su artículo dos señala: “El lema de la República es ‘Libertad, Igualdad, Fraternidad’. Su principio es: gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.” Y ahí, un general con sus ojivas nucleares, o un cartero repartiendo cartas con su bicicleta, son parte de ese “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, ni más ni menos.

El general Lecointre ha asegurado que la carta “no refleja el estado de ánimo de los ejércitos de hoy. El ejército es republicano, no está politizado, lucha todos los días por su país. Es la imagen de la sociedad francesa. Al contrario de las fantasías que algunos albergan, es muy diverso socialmente. Esta es una carta de jubilados que tienen una visión poco convencional de la realidad de nuestros compromisos: ¡Les niego el derecho a juzgar quiénes somos! Es un intento inaceptable de manipular a los militares. Si estas personas quieren hablar, que lo hagan en su nombre, sin presentar su anterior estado militar o su rango”.

La máxima autoridad militar francesa ha dejado claro que habrá responsabilidades. Los generales firmantes, algunos actualmente en lo que denominan la segunda sección, paso previo a la jubilación, serán definitivamente jubilados. Van a ser llamados ante un consejo militar y podrían perder el derecho a usar el uniforme, su tarjeta militar y a firmar documentos en los que añadieran su gradación.

Se está estudiando el caso de 18 militares activos firmantes de la carta y el nivel de la sanción que se les aplicará. “Mi intención  - ha dicho el general Lecointre- es que sean más fuertes para los rangos más altos. Considero que cuanto mayores son las responsabilidades, más fuerte es la obligación de neutralidad y ejemplaridad”.

No parece temblarle el pulso al general republicano.

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