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Los Goya de la banca

La presidenta del Banco Santander, Ana Botín.

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Hay muchas películas que reciben subvenciones. Su rendimiento económico y social es difícil de cuantificar. Máxime cuando la cultural es una dimensión acumulativa, compleja, paradójica. Como afirmaba Rafael Chirbes en su novela ‘En la orilla’, el ser humano es ineficiente: fallece cuando ha alcanzado su mayor sabiduría. La vida no puede medirse por ecuaciones. 

Algunos parecen muy preocupados porque desde lo público se transfiera dinero para hacer películas “malas”. Peor idea, en cualquier caso, es que el Estado done dinero a la banca. Las ayudas a las grandes corporaciones financieras son frecuentes pero indirectas y poco conocidas. No hay ‘tiktokers’ que en un vídeo de 38 segundos las expliquen. Ocurre de manera distinta con la polémica en torno a los Premios Goya, un territorio propio de la izquierda cultural que este año se ha cobrado los ataques de los nostálgicos de los filmes de José Luis Sainz de Heredia.

Los grandes bancos españoles han batido récords de beneficios este 2023. La coyuntura de la lucha contra la inflación ha favorecido estrategias financieras enormemente lucrativas. La subida de los tipos de interés, impulsada por el Banco Central Europeo para generar un vacío productivo que contuviera la inflación, ha disparado los beneficios bancarios: las entidades han prestado cada vez más caro a las familias y las empresas, pero han mantenido la remuneración de los depósitos de los ciudadanos a tasas similares al periodo previo a la crisis inflacionaria. La crecida ha sido imparable.

Pero, además, la gran banca ha colocado sus fondos excedentarios, aquello que no presta por falta de demanda o por el ahogamiento de esta, en una cuenta del Banco de España, el banco de bancos. Por ello se les retribuye un 4%. El economista y diputado de Sumar Carlos Martín Urriza ha estimado que los beneficios bancarios como consecuencia de esta medida alcanzaron los 7.800 millones de euros durante el año pasado. Otros economistas, como Jorge Pérez y Carlos Arenillas, han calculado que el rendimiento de dejar el dinero bajo este colchón estatal constituye para las grandes entidades la mitad de sus beneficios del año pasado.

Hay diversas razones para que se les haya concedido este obsequio. En primer lugar, la influencia de las finanzas, que son globales, sobre unos Estados circunscritos a un territorio. La compra de la deuda pública permite a los bancos -y también a los fondos de inversión- conservar una posición acreedora que ofrece ventajas: los grandes deudores deben exhibir un buen comportamiento regulatorio.

En segundo lugar, la persistencia de los análisis de determinado sesgo sobre la inflación refuerza el poder de la finanza privada. Buena parte del fenómeno inflacionario se debe al encarecimiento de materias primas que proviene del cambio climático, de la inestabilidad de la globalización, de las guerras y de los problemas geopolíticos. No obstante, y con un enorme afán por no perder el protagonismo adquirido desde los años setenta, los bancos centrales siguen encontrando la solución a los problemas inflacionarios en el encarecimiento de la oferta monetaria, es decir, en que el crédito sea cada vez más caro.

La subvención del 4% a los depósitos de la banca encuentra su justificación en que los bancos retirarán así dinero de la economía real para ponerlo debajo del colchón del Banco de España. Con ello se ejercerá una presión a la baja sobre la inflación y sobre las expectativas de su evolución futura: habrá menos dinero circulando. Los canales monetarios se han convertido en una cámara parlamentaria adicional que decide sobre la evolución de nuestra economía. Una consecuencia inmediata es que la gran banca sale especialmente beneficiada. El concurso de los Estados es más que manifiesto. No es raro que dicha gran banca reclute para sus consejos a buena parte de los altos cargos que han impulsado este tipo de medidas. 

Guardar el dinero bajo el colchón público no rinde ningún beneficio social, pero sí refuerza la red clientelar corporativa entre unos Estados políticamente anémicos y unas instituciones financieras que constituyen el verdadero poder internacionalista. Se trata de una transferencia sin retorno ni rendición de cuentas.  

Apenas hay testigos conscientes del silencioso incremento de la desigualdad y de la explotación cotidiana de las familias y de los emprendedores. Una superproducción de terror y humor macabro que no se exhibe en las salas. Probablemente influya en todo ello que la mayoría de los medios acusen los rigores de la publicidad institucional y de los amos de esta. Los ganadores y los perdedores de los Goya no tienen esa capacidad de influencia. La alienación ciudadana, derivada de la censura invisible del mercado, mantendrá la figura del cineasta como la del untado mayor del Reino. Gajes de un oficio aficionado al romanticismo y que no es capaz de crear el dinero de la nada, sino de la taquilla real o digital.

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