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La gran estafa: pagar más por menos

Rosa María Artal

Desde el 1 de enero, somos aún más pobres. El festín de incrementos de precios de comienzo de año no ha tenido en cuenta las brutales subidas de 2012, y ha vuelto a aplicarse con rigor, corregido y aumentado. La técnica la conocen sobradamente griegos y portugueses a quienes se sigue exprimiendo cuando ya parecía que no pudiesen sangrar más sus bolsillos... y sus vidas. Todo se resume en una máxima neoliberal: hacer pagar a los ciudadanos mucho más, por mucho menores servicios. La cuadratura del círculo, la llaman. Lo asombroso es que se acepte.

Muy notable el incremento de la electricidad (aplazan gas y butano para inducir a pensar en su buena voluntad). Transportes, peajes, correos, teléfono. Madrid y Barcelona suben el agua. Y la capital registra un fuerte recargo del IBI. Se nos aplica también el euro por receta. La gasolina vuelve a las andadas tras el estratégico descenso de noviembre para colarnos un IPC más moderado. No hay quién dé más. Por el momento, que todo se andará. Insisto, miren a Grecia y Portugal.

En consecuencia, baja nuestro poder adquisitivo. Significativamente. Porque además, entretanto, los nuevos parados cobrarán menos a partir del sexto mes. Siguen congelaciones y bajadas de sueldo, y se esperan muchos más despidos. Es así aunque De Guindos haya vuelto a sacar la bola de cristal para incautos y diga que como a finales de 2013 se empieza a crear empleo. ¿Cómo si no se reactiva el consumo y es imposible hacerlo con tanta merma? Igual tienen Rajoy y sus huestes alguna explicación que darnos sobre de qué forma se puede comprar cuando falta el dinero, y a qué Virgen o Santo Patrono se han encomendado para que la economía crezca y cree empleo en un país cuyos ciudadanos tienen cada vez menos dinero que gastar.

Lo que resulta aún más pasmoso es que todas estas subidas dan derecho… a menos servicios. Con incrementos y repagos, cada vez es más difícil acceder a ellos y muchos no van a poder. Algo se ha hecho muy mal –o muy bien según el objetivo- para que con tanto recorte y alzas de precios la deuda pública se le haya disparado a Rajoy del 68,5% que la dejó Zapatero al 77,4% en el tercer trimestre y, a la espera de los datos del cuarto, la previsión del gobierno sea que haya cerrado el año en el 85,3%.

¿La herencia? Todo el “despilfarro” que se atribuye al presidente socialista se centra en el mal diseñado cheque bebé (4.000 millones en 3 años), aunque a muchos vino bien. Y en el Plan E que –si bien es cierto que de plan-ificado no tenía nada tampoco- fue gestionado de muy diversas maneras. Aunque fuera edificando una réplica de la Puerta de Brandenburgo y demás monumentos europeos (como hizo el alcalde del PP de Torrejón de Ardoz), algún albañil, fontanero o pintor se emplearían. Y, en ningún caso, los 12.000 millones (en dos fases) destinados a ese fin justifican los recortes infinitamente más elevados que ha aplicado el PP. Tantos que ya se pierde la cuenta, pero solo en los primeros Presupuestos Generales del Estado de 2012, fueron 47.000 millones y luego siguieron en cadena, con entusiasta colaboración de las Comunidades Autónomas. ¿A quién benefician estos tijeretazos? Es pregunta clave. Y ¡aún así no les llega! Y tienen que seguir cortando.

¿A que va a ser otra cosa lo que pasa? Pagamos la crisis internacional, la “refundación” de la sociedad por el capitalismo –cuando iba a ser al revés-, despilfarros reales y múltiples, la burbuja inmobiliaria con sus corrupciones y pésimas gestiones, o ese rescate estupendo a bancos y cajas enladrillados de 100.000 millones de euros. Pero hay más…

¿Cómo ha aumentado Rajoy la deuda casi 17 puntos en solo un año si esas cifras se mueven tan despacio? Por los intereses. Como no pide el rescate para el país que los especuladores esperan, cobran más caro el préstamo y ellos tienen bula. Ya sabemos que al BCE le prohíbe su religión (o sea su estatuto) prestar a los gobiernos directamente. Así que da dinero, mucho, a los bancos privados al 1% y estos lo cobran al 5% o 6%, incluso a los gobiernos. Además de nuestros amigos “los mercados” que buitrean cuanto pueden.

Rajoy -como todos los neoliberales-, puestos a sacrificar a alguien, lo hace a los ciudadanos que pagan impuestos… y se callan. Los especuladores son intocables. Y salivan al ver que cada vez hay más tajada a la que hincar el diente. La deuda es un gran negocio, una ganga. Ya nos apañamos con Zapatero y Rajoy una reforma constitucional que consagra de por vida –o hasta que se cambie- que ésta sea la ley. A los mercados –bancos incluidos- que no nos los toquen. Y no hay límite. Como del cerdo, de los ciudadanos se aprovecha todo, hasta el hígado. Y ahora van también a por las pensiones, después de cotizar toda la vida para pagarse un sustento en la vejez.

A ver, Sr. Rajoy, Frau Merkel y toda su parentela local, nacional e internacional… El Estado del Bienestar era sostenible hasta que llegaron Vds. a los grandes órganos de poder. No se entiende que saqueen la hucha de nuestros impuestos por muchas explicaciones técnicas que nos inyecten en vena sobre “el reparto de partidas contables diseñadas” –definición que presto a sus creadores de neolengua- y, encima, cada vez nos den menos a cambio. En una empresa mercantil –y en eso han convertido Vds. los países- lo que están haciendo se consideraría una estafa. Y, en las empresas, cuando los contratados para la gestión –su caso-, timan, expropian y desfalcan al personal, no cabe otra solución que el finiquito y una denuncia en comisaría. Una inmensa tela de araña, tejida a propósito, impide que buena parte de los ciudadanos lo contemple así. Pero ¡ay! del día en el que, exprimidos hasta el tuétano de los huesos, el soplo de la cordura aviente esa turbia red y todos -salvo los adocenados sin remedio- lleguen a verlo claro. No tendrán campo para correr. No es la primera vez en la Historia que el poder no advierte el profundo e irreprimible hartazgo que las medidas arbitrarias causan en sus víctimas.

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