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Imbéciles incívicos

Puentes pulverizados y carreteras arrasadas: los destrozos de la DANA en Aldea del Fresno, Madrid, desde el aire

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Una DANA sobre España ha sido el detonante para comprobar empíricamente el alto porcentaje de imbéciles incívicos insertos en esta sociedad que es la base para muchas de sus decisiones erráticas. Lo sucedido define tanto a un país como para que justifique su historia. Son la guía para saber los porqués de nuestro eterno viaje fallido a una democracia sin tutelas. Hasta ese punto. Una alerta meteorológica de Protección Civil avisa, el domingo, del riesgo nivel 1 de tormentas en la Comunidad de Madrid y da instrucciones de seguridad para minimizar daños. Procede de la Red de Alerta Nacional que distribuye el 112 de la Comunidad.

Confirmaba previsiones de AEMET, pero ahora para los ultras la Agencia Estatal de Meteorología es una institución prácticamente a “derogar”, como propuso en su día el candidato Feijóo. Sus informaciones científicas incomodan a los negacionistas del cambio climático con los que ya gobiernan en comunidades y ayuntamientos. La derecha mediática salta como siguiendo instrucciones y protestan por el aviso. Califican el sonido de la alarma de pitido orwelliano, en el caso del jefe de opinión de El Mundo y prolífico tertuliano Jorge Bustos. Una vez avisado de que el envío procede de la administración de Ayuso lo borra. En su línea, otros informadores de derechas se mofan y protestan. Como buenos pazguatos ignoran que estas emergencias son comunes a muchos países en donde nadie en un puesto de responsabilidad las discute, que España las aprobó en 2015 bajo mandato de Rajoy, que hubo pruebas de su funcionamiento hace un año y que cualquiera se puede dar de baja.  

Pero a Madrid, al Madrid de derechas, nadie le dice cuánta lluvia se quiere tragar, ni cuántas copas quiere beber a la hora de conducir un vehículo, ni cuántas terrazas poblar en una pandemia para extender el virus y convertirse en la comunidad con mayor aumento de la mortalidad de Europa en la de coronavirus (en la realidad, sin lavado político y mediático). Una vez más es Madrid el epicentro. En Pozuelo de Alarcón -el municipio más rico de la Comunidad- están aún tomando el aperitivo y del susto salen corriendo hasta sin pagar, según cuenta un periodista. Y es que las sensibles neuronas de muchos vecinos de Madrid se han llevado un sobresalto horroroso al oír un pitido diferente a las decenas que les llegan cada día. Es una emergencia, por eso suena distinto: para ser atendida. Algunos comentan que han estado a punto del infarto, qué sabrán los muy cretinos qué es eso para jugar con ello. Hay quien protesta por la suspensión de un partido de fútbol. El qué hay de lo mío vuelve a triunfar.

AEMET en la diana de los madrileños insumisos de cordura. Y es que para Almeida Madrid se circunscribe al Barrio de Salamanca y Ayuso sitúa las fronteras de Madrid en los mares Cantábrico, Mediterráneo, Atlántico y en Portugal y eso sí que es complicado para cualquier organismo que se base en la ciencia. De hecho ese Madrid es hoy un problema verdaderamente crudo en la España que no logra desasirse, así pasen los años, del nudo gordiano que ató muy bien aquel individuo que les dejó tantos privilegios. A la mínima te amenazan con un golpe de Estado.

El asunto de la DANA se ha politizado en minutos e irrumpen Moreno Bonilla, presidente andaluz, y Martínez Almeida, alcalde de Madrid, ambos del PP. No se puede frivolizar con las alertas, dicen. AEMET debe “afinar” sus pronósticos. Almeida les acusa de hacer perder “credibilidad” en las instituciones. Él, que convirtió Madrid en la ciudad del interminable caos por la tormenta Filomena en enero de 2021, a niveles de espanto por su total imprevisión. Un año después se gastó un dineral para prepararse ante otra Filomena de la que avisaba un espontáneo y nunca llegó. ¿A que se va entendiendo por qué las reacciones a la DANA explican España?

Había motivo de alarma con las lluvias anunciadas. El balance arroja al menos 3 muertos y 3 desaparecidos, carreteras cortadas, suspensión de vuelos, trayectos inacabables por tren, estaciones de metro cerradas, daños y pérdidas económicas a niveles de ver destrozados hogares completos. No olvidemos tampoco el fallo en infraestructuras poco vistosas para los votos cuando no hay emergencias.

Lo curioso es ver a ciudadanos que se apuntan a esa irresponsabilidad ante lo imprevisto. Que desoyen alertas y apuran los tiempos de viaje, protestan porque no esté todo en su sitio cuando ellos lo quieren, los que solo miran por lo suyo y se quejan en las teles como si fueran los únicos seres que han sufrido un contratiempo. Una vez más, aflora la inmadurez de grandes sectores de la sociedad, tan fácilmente manipulables por eso.

Viene de lejos, de una secular educación deficiente, sobre todo en espíritu crítico. “De diez cabezas, nueve embisten y una piensa” encabezaba un poema Antonio Machado en 1912. De 1929 son las reflexiones de José Ortega y Gasset sobre el orgullo de la ignorancia que se atesora en España. “El tonto se parece discretísimo, y de ahí la envidiable tranquilidad con que el necio se asienta e instala en su propia torpeza”. Dos psicólogos sociales estadounidenses, Dunning y Kruger, demostraron en un estudio publicado en 1999 cómo se evalúan a sí mismos los individuos incompetentes: tienden a sobrestimar su propia habilidad, son incapaces de reconocer su extrema insuficiencia y además tampoco saben apreciar la habilidad de otros.

Los investigadores comenzaron con la “comprensión lectora” (han seguido por todo tipo de materias) que es fuente esencial para la entrada del conocimiento. Pues bien, en 2012, la OCDE realizó una especie de Informe PISA para adultos y concluyó que los españoles tenían el peor nivel educativo de la organización que acoge a 23 países. Se ubicaban los penúltimos en comprensión lectora precisamente, solo superados por Italia, y los últimos en matemáticas. Ese analfabetismo funcional implica tener problemas para entender prospectos de medicamentos o para interpretar estadísticas sencillas como analizar gráficas o entender el recibo de la luz.

Lo más grave, un problema de envergadura, es que, durante la última década, parece haberse intensificado la programación de la idiotez. A través de los medios, por ejemplo con esos titulares que en lugar de noticias traen adivinanzas en busca de un clickbait rentable en visitas, con la extrema frivolización de temas que convierten en exclusiva que Jenni Hermoso se tome un helado o que la madre de Daniel Sancho, acusado de asesinato en Tailandia,  se quite las gafas de sol y se pueda ver su cara completa a ver si sufre. Y todo eso se vende como información y lo compra la audiencia.

Del mismo modo, se suministran con fuerte apoyo de propaganda mediática falsos logros en política. Que Martínez Almeida obtuviera mayoría absoluta en Madrid solo indica la eficaz persuasión recibida por esos seres que no relacionan hechos con consecuencia. Es el prototipo del patán adinerado, soberbio y faltón que se equivoca de cada cien veces, noventa y nueve casi emulando el poema de Machado. Pues ahora, dice, es AEMET la que daña las instituciones.

Ayuso es otro producto prefabricado para el consumo de ese sector que se asusta con pitidos, se queja de las impuntualidades de las tormentas y entiende por libertad incumplir normas cívicas elementales de las que puede depender su seguridad y la de todos. No sé, si se les pudiera preguntar a los 7.291 ancianos fallecidos en los geriátricos sin asistencia médica durante la pandemia qué nos dirían. En ese momento, 2020, en el que una dubitativa Isabel Díaz Ayuso ensayaba sus proclamas, comenzó la base de su éxito en un público capaz de aplaudir una frase como ésta: “Ser madrileño es una forma de ser, es una actitud. Aquí se es madrileño desde el primer día. Por eso somos la capital de España”. Se diría que en otros lugares se tarda demasiado tiempo en adquirir la naturaleza del ser, pongamos turolense o asturiano, de ahí que no sean capitales de España. 

  

Ayuso se ha desmarcado esta vez de sus colegas Almeida y Moreno Bonilla y ha pedido la declaración de zona catastrófica para los municipios madrileños más afectados por el temporal, pero es de nuevo Madrid la que da la nota de una inclemencia que ha dañado a muchos otros lugares. Ese Madrid se está convirtiendo en un incordio insufrible para gran parte de España.

Cuantos han estudiado con seriedad el fenómeno de la estupidez adquirida y de la ignorancia concluyen que lleva a los afectados a obrar en contra de sus propios intereses y ni siquiera se enteran. Si analizamos la rapidez con la que la plaga se extiende, cómo laureadas voces de opinión patinan con asuntos de entidad, la impericia e impudicia de tantos políticos o la dejación del deber de ciudadanía que eluden tantos pobladores de este país, concluyan a qué conduce a unos pocos años vista.

Lo ocurrido con la DANA explica España de grandes sectores que la determinan. Su reiterado voto a la corrupción y el saqueo de lo nuestro, el germen que pudre las instituciones, sus mitos y prebostes de barro, el desvío del foco a atender y la elusión de graves responsabilidades, su irreflexión. Llovió agua a mares sobre España y a la vez valiosa información sobre los seres que la pueblan. Piénsenlo bien, los estúpidos insolidarios sirven para entenderlo todo, hasta lo bien que viven quienes los usan.

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