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La incomprensión asesina

Concentración a favor de la Ley Trans

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A pesar de pedir que le trataran como chico, como Iván, los titulares que dan la noticia de su muerte le siguen nombrando como niña. Qué mejor forma de ejemplificar el muro de incomprensión, insensibilidad y transfobia con el que se encuentran tantos chavales y chavalas que solo piden ser nombrados por el género con el que se identifican. Tan solo eso, nada más y nada menos que eso. Sin embargo, cuesta comprender y aceptar, cuesta acompañar, cuesta convivir. Cuánto cuesta convivir cuando lo fácil y lo popular es ignorar los sentimientos y la voluntad de alguien a quien no se toma en serio, a quien se considera inferior. Se llamaba Iván y tenía doce años

Cuesta leer las noticias que dan cuenta de lo que ha sucedido en las que se le nombra en femenino sabiendo que él había pedido que le llamaran Iván. Cuesta leer la conciencia que parecen tener compañeros de colegio y vecinos del pueblo de que tanto él como su hermana gemela sufrían acoso escolar por ser argentinos, por la situación económica de su familia y, claro, por la identidad de género de Iván. Una vez más, queda en evidencia que el acoso escolar es la versión infantil de los incidentes de odio y hasta que no lo entendamos así no comprenderemos la enorme responsabilidad que tenemos las y los adultos en las conductas con las que niñas, niños y adolescentes reproducen los prejuicios y las creencias estereotipadas y erróneas que causan tanto daño a otras niñas, niños y niñes. Es el racismo, la transfobia, el capacitismo, el machismo, el sexismo, el antigitanismo, la gordofobia, el clasismo, la homofobia... lo que está detrás de los insultos, las mofas, las burlas, las agresiones que se tildan de “acoso escolar”. 

El acoso escolar es el semillero del supremacismo y de la desigualdad que se cultivan en un mundo adulto donde los medios de comunicación y determinados representantes políticos, religiosos y sociales atacan a la dignidad humana con afirmaciones que sostienen que la transexualidad es fruto del contagio social como las que difunde el feminismo transexcluyente o campañas que criminalizan a los extranjeros como la de Vox en Madrid con el lema “cuida tu barrio, cuida lo tuyo”. Si queremos luchar contra el acoso escolar empecemos a observar los perfiles de las víctimas, las motivaciones de quienes las agreden y el mensaje que se lanza con cada burla, humillación, insulto o agresión. Solo así comprenderemos cómo detrás del acoso escolar hay un mensaje supremacista, el mensaje del “grupo social válido” hacia el grupo social que se considera inferior y despreciable por su origen, el color de su piel, su religión, su identidad de género, su nacionalidad, su orientación sexual, su situación económica, su aspecto... Si no logramos comprender algo tan básico, será difícil que frenemos los crímenes sociales que representan los suicidios de las chicas, chicos y chiques que han sufrido el trato cruel, inhumano y degradante que es el bullying.

Quería que le llamaran Iván. No es tan difícil. Basta de ser correa de transmisión de la transfobia a través de los titulares de prensa y de las crónicas de casos como el de los hermanos de Sallent. Aun teniendo toda la información del caso se sigue pasando por encima de su deseo, se reproduce la falta de entendimiento y el desprecio que a esa persona le ha causado tanto dolor como para llegar a quitarse la vida. Se lanza un mensaje nefasto a esos adolescentes que están viviendo lo mismo, el mensaje de que lo que digan y hagan no importa, cuando no hay nada más alejado de la realidad. Son precisamente esos chicos y chicas, eses chiques, los que más nos importan, y por ellos, ellas y elles luchamos y lucharemos, por sus derechos, hoy y siempre. No estáis solos. Cogeos a nuestra mano. Estamos muy cerca. Buscadnos, porque valoramos vuestras vidas. Ojalá Iván hubiera sentido esto, que todo mejora, que hay un futuro donde las personas LGTBI podemos ser nosotras mismas y vivir libres de tanto dolor.

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