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Una izquierda desconcertada y una derecha desbordada

El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, tras conocerse los resultados electorales

José Miguel Contreras

El Partido Popular y Ciudadanos decidieron estos meses competir por ver quién podía desgastar más al Partido Socialista. Su pugna por ver quien estaba más capacitado para destruir a Pedro Sánchez los ha llevado a un lugar imprevisto. Ambos han competido en radicalismo y han renunciado abiertamente a asumir el papel de partido de estado tal y como se entiende en otras democracias europeas. Absurdamente, consideraron que dar cobijo a la extrema derecha reforzaba su posición y les abría la posibilidad de alcanzar cómodas mayorías de gobierno. Han cometido un gravísimo error: su sobreactuada pelea por el extremismo ha permitido a Vox adelantarles con toda comodidad por la derecha. Ciudadanos bordea hoy su desaparición. Para el PP, el panorama se convierte en algo más que inquietante. No parece difícil de plantear la moraleja: si compites en extremismo, suele ganar el más extremista de todos.

Para la izquierda, hoy sí que debería ser una jornada de reflexión. Pocas veces la vida te da la oportunidad de reparar un grave error cometido. Las urnas así lo han facilitado. UP rechazó la oferta que el PSOE le planteó. El PSOE no fue capaz de dar a UP lo que exigía. El final fue la ruptura y las elecciones. El que así lo desee puede dedicar su tiempo a seguir explicándose a sí mismo de quién fue la culpa de lo que pasó. Lo más útil sería encontrar un territorio de entendimiento, aunque fuera temporal, para poder arrancar un gobierno progresista. En realidad, el resultado para la izquierda ha sido mucho mejor de lo que podría haber sido.

Siempre que vamos a votar cada uno llevamos en la cabeza una razón dominante que es la que inclina nuestra decisión hacia una formación concreta. Los partidos políticos dedican su trabajo durante la campaña electoral a intentar imponer una razón dominante en los ciudadanos que incline hacia su lado el voto definitivo. Hoy es el momento de dilucidar quién acertó y quien falló en sus estrategias y, en la medida de lo posible, intentar establecer el porqué del desenlace:

PSOE: buscaba un gobierno fuerte. Para los socialistas, el éxito de la convocatoria electoral pasaba porque sus anteriores votantes mantuvieran su fidelidad e intentar atraer a votantes moderados de centro izquierda que parecían dispuestos a abandonar Ciudadanos. Se planteaban el objetivo de moverse en torno al 30% del voto y consolidar su posición. No ha conseguido mejorar su resultado, aunque sólo ha perdido tres diputados de los 123 que tenía (el 2,5% de su grupo parlamentario).

PP: la oportunidad perdida de ser alternativa. Conocedor del desplome de Ciudadanos, contaba con la posibilidad de arrebatarle buena parte de sus electores y de situarse claramente por encima de los 100 diputados. El resultado obtenido se queda muy por debajo de sus expectativas, por mucho que intenten venderlo como un gran avance.

Ciudadanos: se vislumbraba la tragedia. Las encuestas ya mostraban su caída al abismo. Lo más incomprensible de todo es por qué no evitó las elecciones antes de la última consulta con Felipe VI. Podía haber ofrecido un pacto para respaldar a Sánchez que hubiera consolidado una mayoría parlamentaria de 180 diputados. Pocas veces en la vida se ha visto a un partido político al que más gente avisó del desastre al que se avecinaba.

Unidas Podemos: la fidelidad de sus votantes como garantía. Pablo Iglesias, convencido de que no iba a ser castigado tras el fracaso de la negociación con Pedro Sánchez, se lo jugaba a encontrarse de nuevo con el PSOE en situación más ventajosa. Ha perdido 7 diputados (el 17% de su grupo parlamentario). Le toca decidir qué estrategia seguir en este nuevo escenario. La anterior no ha dado buen resultado.

Vox: todo se ha puesto a su favor. Todas las encuestas marcaban una caída de sus expectativas hace apenas un mes. Algunos de sus ejes de campaña anteriores parecían haber perdido vigencia. La crisis catalana y la polémica sobre los restos de Franco le han servido de plataforma de relanzamiento.

Más País: todo se puso en su contra. Errejón se presentó como un puente de salida a la irreconciliable relación entre PSOE y UP. Ahí parecía tener hueco. El estallido de la violencia en Cataluña, la exhumación del dictador y su ausencia de los debates electorales le dejó fuera de foco. Tiene por delante la posibilidad de buscar su espacio desde el nuevo parlamento.

Los partidos nacionalistas: el beneficio de la polarización. La crisis catalana ha sido el principal espacio para el crecimiento la derecha centralista y radical. El renacer de esta fuerza ha servido para facilitar un aumento de la polarización que ha beneficiado a las fuerzas independentistas. Hasta Bildu se ha ganado el derecho a tener grupo propio en el parlamento.

Se avecinan tiempos complicados. Es el momento de que cada uno elija su posición en el tablero. El espacio para el radicalismo y la confrontación ha aumentado considerablemente. Es el momento de que la razón, la reflexión y la serenidad primen sobre el desvarío, el exabrupto y la exaltación. El que busque pelea no tendrá problema en encontrarla. Al resto, nos toca trabajar para intentar ayudar a salir del desconcierto.

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