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Un Madrid que provoca indefensión

Díaz Ayuso, en el Hospital Isabel Zendal.

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Un cúmulo de desastres jalona este comienzo de año. Y no es el menor de ellos la forma de afrontarlos en algunos municipios y comunidades. España está harta del Madrid que acapara las noticias, pero, se lo puedo asegurar, mucho más lo estamos los ciudadanos que aquí residimos, al menos los dotados de un nivel de consciencia suficiente. Porque hemos entrado en la indefensión sin que nadie responsable tome carta en el asunto. No es ninguna anécdota, ni exageración.

Un temporal de nieve que afecta a numerosas zonas del país, seguido de una ola de frío polar. Aumento brutal de contagios de COVID tras haber priorizado salvar la Navidad antes que a los ciudadanos. Aquí, la culpa recae en varias administraciones, no así los estragos de la nieve y el frío, que Madrid no supo afrontar y sí otros núcleos urbanos. Soria, por ejemplo. El alcalde explicó el procedimiento “milagroso”: se reduce a echar sal antes de que descargue la tormenta y luego limpiar cada día antes de que solidifique y sea mucho más difícil deshacerla.

Lo ocurrido en Madrid, capital y comunidad, solo es el síntoma de la aterradora incapacidad de gestión del alcalde Martínez-Almeida y la presidenta Díaz Ayuso al frente de las corporaciones formadas por la triple derecha extrema. Y afecta a 6.600.000 personas desamparadas ante este caos. Algunas menos, en realidad: las privilegiadas para las que ambos consistorios gobiernan. Y, sin duda, para la cuadrilla de voceros, autodenominados periodistas, que se dedican a disuadir de la verdad, cuando lo que compete es abrir la ventana, según el dicho, y ver qué ocurre. Cualquier ciudadano puede hacerlo. Desde la mía veo todavía montones de nieve, y lo que es más grave: la desfachatez de quien niega una evidencia tan real, sólida y fría. Qué no harán con el resto. Es aterrador sin paliativos. Nieve, basura... han salido hasta ratas.

Muertos nos quedamos al ver la factura que pasó Almeida a Papá Estado, al que vituperan. Incluir en ella parquímetros y pistas de pádel no alquiladas como daños que sufragar lo sitúa al nivel de la María Antonieta a la que se atribuye la idea de dar pasteles para sofocar las protestas por no tener pan. Bajo la nieve de Madrid apareció el cuerpo de un hombre de 60 años que murió solo, en la calle, abandonado, con unas pocas pertenencias junto a él y faltan palabras para calificar el contraste.

El Gobierno ha aprobado este martes la declaración de Zona Catastrófica para Madrid y el resto de los territorios afectados por el temporal Filomena. Es de suponer que vigilando los gastos, porque la factura de Almeida y Villacís asciende a casi 1.400 millones de euros. El terremoto de Lorca costó 451 millones de euros, la gota fría de la Comunidad Valenciana en 2019, 20 millones, la Tormenta Gloria a comienzos de 2020, 97 millones, el Tsunami de Indonesia de 2018, 458 millones de dólares. ¿Qué mentalidad hay que tener para pasar esa factura y cómo confiar en una corporación tejida con esos mimbres?

Pues la del político que entró en campaña borrando grafitis con un cepillo ataviado con un traje sastre gris. El que, ya alcalde, borró la memoria de las víctimas del franquismo en el memorial de la Almudena. El que se fue plegando, encantado, a diversas exigencias ultras del partido Vox que lo sustenta en el cargo.

Más peligroso todavía es tener a Isabel Díaz-Ayuso al frente de la Comunidad. Su historial de desatinos ha llegado al límite con el Hospital Zendal. Presupuestado en 50 millones de euros, ha ido creciendo en sobrecostos y nuevas adjudicaciones de servicios al menos hasta 135 millones computados a finales de diciembre, que serían ahora ya 150. Ayer mismo se supo que ha dado dos millones de euros más a Ferrovial para limpieza en contrato sin concurso público.

Un almacén de pacientes a los que sitúan en una nave esparcidos sin ninguna intimidad. Un personal sanitario al que tienen desesperado por las carencias y negligencias, vean, y al que practican traslados forzosos de otros hospitales que desvisten. Sabemos que no dispone ni de UCIs, y vamos viendo por los vídeos que envían los atribulados pacientes que les sirven comida con moho, que no se pueden ni duchar, que han de atravesar con su COVID encima zonas comunes para ir al váter. Cualquier persona –sensata- se hace cruces al no entender cómo no interviene ningún estamento para parar este desastre. Afecta a la integridad de las personas, pacientes y sanitarios. Y no pasan más desgracias por la encomiable profesionalidad de los profesionales de la sanidad a los que están exprimiendo al límite. Ayuso manipula y se exculpa. Los pacientes se deprimen porque algunos malvados han puesto mala fama a su hospital, inocula a su audiencia.

Repito que los ladrillos no ponen inyecciones ni curan. El dinero empleado en el Zendal debió destinarse a personal y medios de otros centros saturados. Pero Ayuso prefirió llamar a las constructoras habituales Dragados, Sacyr, Ferrovial… y así hasta 14. y estimular su economía con esta magna obra. Lo indignante es cómo sus cómplices mediáticos, igual que aseguran que no hay nieve aunque la tengan delante, afirman que el Zendal es un hospital estupendo, o que hay una campaña contra Ayuso. Este último eslogan gusta mucho, tranquiliza a los votantes de derechas inquietos por las dudas ante los hechos. Pero ningún ser cabal entiende la bula que se despliega con ella desde el gobierno a la oposición en Madrid, desde los medios a la justicia. Porque los ciudadanos nos sentimos en peligro y desamparados. Las evidencias de la responsabilidad de la Comunidad que preside en la masacre de las residencias de ancianos se multiplican. Manuel Rico ha vuelto a documentarlas en Infolibre. Todo el historial aboca a un retrato muy preocupante.

Ayuso comenzó, en campaña, anunciando un carné para que cobraran como seres humanos los no nacidos aún. Aseguró, iniciada la pandemia, que el coronavirus llevaba muchos años aquí, en las gomas del pelo que vendían en los comercios chinos. Lo peor no es sin embargo la probada indigencia intelectual de Ayuso, la política que despliega en la comunidad tiene claros signos de clasismo de la peor especie. Ya no solo es que llame delincuentes a los pobres en cuanto puede, son las directrices con un sesgo muy marcado... por no utilizar definiciones con amargo acento alemán.

Ayuso rechazó en noviembre dos millones de euros del Ministerio para alumnos vulnerables. Aquí está la carta que lo prueba. Madrid ha destinado solo un 0,5% del fondo COVID-19 a residencias y pobreza. De los 3.300 millones de euros que recibió del Gobierno, ha consignado a ese fin 17 millones. Por cierto ¿qué ha hecho con el resto?

Con todo este cúmulo de hazañas y mucho más, los voceros a su servicio se atreven a hablar de campañas orquestadas contra Ayuso. Pero también encuentran excesiva la pena que se pide a una de sus antecesoras, Cristina Cifuentes, 3 años, por falsear su Máster como demostró elDiario.es, presionar para que así se firmara y destruir el prestigio de los títulos que se expiden en la Universidad Rey Juan Carlos. Es evidente que comparten la moral laxa de este PP de Madrid y su pasión por el deporte de la mentira en el que son maestros.

Los contagios de coronavirus están batiendo los récords de toda la pandemia. Sanidad notificó el lunes 84.287, la cifra más alta en un fin de semana en términos absolutos. Con 689 de incidencia ya cada 100.000. El presidente de la Sociedad Española de Urgencias y Emergencias lo sitúa gráficamente: “Cada 3 segundos se produce un contagio en España. Cada 5 minutos una muerte”

Las vacunas se ralentizan. En Madrid también, casualmente, que está en los últimos lugares de la lista, pese a haber privatizado el servicio contratando con Cruz Roja. ¿Qué futuro nos espera si todo sigue así?

Las comunidades piden medidas más restrictivas, hasta confinamiento domiciliario, pero el Gobierno de España cambió marcadamente de postura al fin del estado de alarma en junio, tras haber sudado sangre en cada prolongación por la oposición del PP y sus continuos insultos en el Congreso. Ahora hemos llegado al límite. Hay que salvar a las personas. En toda España. Y lo de Madrid va mucho más allá de una nieve. Resulta inaudita esta complacencia con todo lo que está ocurriendo. Nos sentimos indefensos y a nadie parece importarle. Cuesta entender que esta catástrofe, ésta lo es, se mantenga sin más.

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