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Solo o en mala compañía

Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente del PP-A y de la Junta de Andalucía.

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Macarena viene de Macario y fue un nombre prohibido por la Iglesia hasta los años 50 del siglo pasado. Cuatro décadas después se convirtió en icono musical y en una de las canciones más populares del planeta, tras estar 14 semanas consecutivas en el puesto número uno de las más escuchadas en Estados Unidos. Hoy es el nombre que envenena los sueños de Juan Manuel Moreno Bonilla, que si por él fuera echaría mano de la jerarquía eclesiástica para que volviese aquel veto. 

En el PP de Andalucía no se habla de Macarena Olona ni de VOX. Es el partido fantasma. El hermano gamberro al que no se invita a cenar en Navidad ni se menciona en las reuniones familiares, aunque sea cuña de la misma madera. Claro que Moreno tampoco quiere cerca al PP clásico y mucho menos a Isabel Díaz Ayuso. Cual llanero solitario, ha pedido que le dejen solo en la campaña electoral que hoy arranca. La consigna pasa por evitar especulaciones sobre posibles pactos con la ultraderecha, no entrar en guerras culturales, ni dar pábulo a las boutades de la presidenta madrileña. No al menos en el sur y durante los próximos quince días. De Despeñaperros hacia arriba, que la inquilina de Sol diga lo que le venga en gana, pero a Andalucía que ni se acerque siquiera de visita. Ni ha sido invitada a participar en campaña ni sería bien recibida.

Isabel, que de segundo se llama Natividad y estuvo a punto de llamarse Atocha, tiene nombre de reina de España pero en el PP andaluz recuerdan que su dominio acaba por el norte y el oeste en Castilla y León y por el este y el sur, en Castilla-La Mancha. Y es que el presidente de la Junta de Andalucía acaricia un resultado por encima de la suma de todas las izquierdas, según todos los sondeos, y si la inquilina de Sol aparece por su territorio le puede montar un incendio de proporciones colosales. Moreno trata de evitar lo que los clásicos llaman una amarga victoria, que no es otra cosa que un resultado insuficiente para gobernar en solitario, y que el día 20 de junio tenga que debatirse entre pactar con la ultraderecha o cumplir con su palabra de repetir elecciones, algo que no creen ni sus correligionarios.

De momento, las encuestas y los quince días de campaña, le permiten no hablar del asunto, negar la realidad demoscópica, correr en dirección contraria a las posiciones de Olona y Ayuso, erigirse en una opción moderada en la que puedan fijarse hasta los votantes socialistas y hasta renegar de sus siglas. Su estrategia es su propio protagonismo. Sin barones y sin interferencias. Al fin y al cabo es lo que siempre hizo el actual líder nacional del PP en Galicia, y no le fue mal. Sin la mala reputación y la carga ideológica que porta la derecha en su mochila, cree que así aumenta el atractivo de su candidatura para sectores más amplios del electorado, incluido el de una izquierda desmovilizada y atomizada en varias marcas.

El CIS, en línea esta vez con otros trabajos demoscópicos, acaba de darle una victoria holgada, entre seis y ocho escaños por debajo de los 55 de dan la mayoría absoluta, lo que facilitaría su empeño de formar un gobierno en solitario. Con permiso de VOX, claro. Solo la estimación de escaños del PP, de entre 47 y 49, supera la suma de los resultados de las formaciones de izquierdas. PSOE (32-36), Por Andalucía (9-10) y Adelante Andalucía (2) obtendrían entre 43 y 48 parlamentarios. Los socialistas de Juan Espadas quedarían como segunda fuerza con un resultado muy similar al de las últimas elecciones, que fue el peor de toda su historia y Vox (17-21) ocuparía al tercer puesto con una subida entre cinco y nueve diputados. Ciudadanos, actual socio de gobierno del PP en la región, quedaría al borde de la desaparición, aunque el organismo que preside José Félix Tezanos le atribuye entre uno y tres escaños y un 4% de estimación de voto frente a los 21 que sumó en 2018.

No parece que, a tenor de la contundencia que arrojan los sondeos, esta campaña vaya a servir para dar un vuelco a los resultados estimados. La única incógnita a despejar el 19J es si Moreno hará o no vicepresidenta a Olona. Con Ayuso o sin Ayuso, con siglas o sin ellas, la noche de ese domingo acabará la ambigüedad para el actual presidente de la Junta, que tendrá que elegir entre gobernar solo o en mala compañía. O dicho de otro modo: que VOX siga siendo una anécdota en Castilla y León o elevar a la ultraderecha a categoría y convertirla ya en alternativa de gobierno, junto al PP, en el conjunto de España. 

 La elección no es menor. Y Feijóo se juega incluso más que Moreno en esta primera estación de su carrera nacional.

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