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La manifestación “de Pablo Iglesias”

Imagen de archivo de la concentración de Rodea el Congreso de 2012.

Olga Rodríguez

Necesitaba de un manto de ficción temporal y se lo autoproporcionó: en noviembre de 2015, tres días antes del inicio de la campaña electoral, Rajoy anunciaba la reducción de dos puntos del IRPF, después de haberlo subido en dos ocasiones consecutivas hasta el 21%. Quiso escenificar un freno en los recortes ofreciendo migajas con posible fecha de caducidad a cambio de votos.

Fueron medidas con fines electorales diseñadas para un largo año de comicios que ha estado acompañado del uso reiterado de un término: “recuperación económica”, repetido como un mantra con el empeño de hacer creer a la ciudadanía española que se estaba saliendo del túnel y todo empezaría a ser como antes.

Los medios de comunicación generalistas, no solo los identificados claramente con lo que en España se llama derecha sino también los otros, hicieron el resto centrándose en crear cortinas de humo en vez de abordar el debate central: el referido a los recortes que nos van a aplicar en los próximos meses gracias al PP y a un PSOE autosecuestrado.

Rajoy ha permanecido muy callado en este tiempo, como siempre. Serio, con mirada compungida, los hombros bloqueados y la sonrisa ladeada, el que ahora repetirá como presidente del Gobierno español ha esperado pacientemente su momento. Y para ello ha contado en estos meses de atrás con una ayuda inestimable: la de la Comisión Europea.

El órgano ejecutivo de la Unión Europea contempló prudentemente el desarrollo de los acontecimientos, consciente de que una presión a destiempo podía perjudicar a sus candidatos favoritos y necesarios para seguir ejecutando el guión del tijeretazo. Bruselas podría haber multado a España en el verano, pero no lo hizo, optó por cancelar el castigo. Dejó margen a sus cómplices españoles, que se santiguaron en nombre de la “estabilidad” y hasta ofrecieron en bandeja cabezas propias y ajenas, en nombre de la “normalidad”.

Ahora, tras la espera, el camino está allanado. La hucha de las pensiones quedará vacía en unos meses y el Gobierno ya ha anunciado un recorte adicional de 5.000 millones de euros, en contra de lo que decía Rajoy en la campaña electoral. En 2017 y 2018 habrá más “ajustes”.

Nada de esto parece preocupar mucho a la mayoría de los medios de comunicación, entregados a un pensamiento que presentan como el único posible. Las televisiones y radios llenan sus espacios de polarización, ruido e incluso mentiras.

Diversos medios y políticos –entre ellos del PSOE– mintieron hace unos días al señalar a Podemos como responsable de la protesta estudiantil contra Felipe González y Juan Luis Cebrián en la universidad. No hace falta indagar mucho para saber que la convocatoria partió de organizaciones de corte libertario, claramente diferenciadas de Podemos. Pero todo vale.

Ahora vuelven a mentir atribuyendo a Podemos la organización en la sombra de la manifestación convocada para este sábado, a la que criminalizan por anticipado.

“Es la manifestación de Pablo Iglesias”, han dicho desde el PP. Los medios lo repiten y desde el PSOE, en relación a lo mismo, afirman que “Iglesias no se ha enterado de que esto es España, esto es una democracia y no es Venezuela”. Es por todos sabido que en una democracia la gente no se manifiesta y ningún político muestra comprensión hacia una movilización. Eso solo pasa en las dictaduras.

Rajoy volvió a la carga este jueves en el hemiciclo, con un símil:

“¿Qué pasaría si usted [a Iglesias] fuera presidente y yo convocara una manifestación para rodear el Congreso?”. Íñigo Errejón, desde su escaño le dijo “no, no”, señalando la mentira.

Ante ello Rajoy, consciente de su formulación tramposa, respondió: “No he dicho que ustedes convocaran, he dicho qué pasaría si yo convocara”. Queda en el aire saber por qué formuló semejante pregunta entonces. Tras ello, Albert Rivera insistió, acusando a Podemos de “rodear la democracia”.

De nada sirve que la convocatoria de la protesta del sábado no parta de Podemos, sino de la Coordinadora 25-S, un conjunto de asambleas que en 2012 organizaron la protesta Rodea el Congreso. Recordemos que en 2012 no existía Podemos.

Y de nada sirve que la decisión de organizar la manifestación de este sábado se adoptara en una asamblea abierta en la que participaron colectivos diversos. Para los agitadores todo se debe a Podemos, en un claro menosprecio a la capacidad de la sociedad civil y a las iniciativas reivindicativas que de ella parten.

¿Qué esperan que pase en la protesta del sábado? ¿Qué quieren que ocurra para que haya tanto empeño en vincularla con Podemos? Hacía tiempo que no veíamos semejante promoción mediática sobre una convocatoria de una protesta ciudadana.

Los periodistas de altos decilebios y los políticos serviles no se escandalizan con la precariedad, ni con la corrupción, ni con los desahucios, ni con los recortes de derechos y servicios públicos fundamentales. Pero ¡ay, como haya una protesta ciudadana! Y más aún: ¡ay, como haya políticos apoyándola!

No les vendría mal releer la Constitución y la Carta de Naciones Unidas para recordar que la protesta es un derecho democrático e imprescindible. Que pedir derechos es legítimo. Que manifestarse no es delito.

Que la libertad no cae del cielo, se conquista, y siempre ha sido así a lo largo de la historia. Los derechos de los que hoy gozamos se ganaron a base de huelgas, de reivindicaciones, de luchas políticas y de movimientos sociales. Eso es lo que tanto les indigna de la movilización ciudadana: que puede ser molesta para sus planes políticos.

Por eso en nombre de la responsabilidad reclaman gente en abstención, sumisa y resignada. Eso sí que sería para ellos una buena y verdadera democracia.

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