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Hasta el moño de brazaletes

Los jugadores de Irán se arrodillan antes del partido de fútbol contra Inglaterra en el Estadio Internacional Khalifa en Doha. EFE/EPA/Ronald Wittek

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El primer principio de la protesta pública o privada es que no debe estar relacionada con cosa alguna de lo que el que protesta pueda ser responsable.

P.D. James

Un grupo de seguidores de Bolsonaro se reunió hace unas horas para ponerse sobre la cabeza los móviles y hacer señales lumínicas a los extraterrestres pidiendo una especie de golpe de estado alienígena que impida a Lula gobernar. Algunos, más modestos, se conforman con que el espíritu del líder ultra entre en el cuerpo del ganador de las elecciones y lo posea. Me dirán que tal esperpento no merece comentario, pero, entonces, ¿a qué viene lo de los brazaletes y las manos en la boca y todas esas gaitas? El mismo efecto sobre el régimen qatarí van a tener esas patéticas protestas que sobre el gobierno de Brasil las llamadas a otros planetas. Nada. El vacío. Sobre el cinismo de tales protestas les hablé, hoy vengo a quejarme de la índole unilateral de la mismas. 

Coincidiendo con el inicio del primer partido de la Selección, los diputados socialistas se pusieron un brazalete arcoíris al entrar al Congreso. A un periodista brasileño le han acosado por llevar la bandera de Pernambuco, que se le parece. Las selecciones se los han quitado antes de que les saquen una tarjeta amarilla y los alemanes se han contentado con una mano ante los ojos. Son gestos vacíos, porque nadie ha hecho el más mínimo movimiento que pueda perjudicarle, ni una tarjeta estaban dispuestos a sacrificar por la causa y aun así todos iban en el mismo sentido.  

Somos occidentales y eso nos consuela. Vale. Ni coste personal ni riesgo. Vale. Somos así. Vale. La cuestión que hoy me llama la atención es la del símbolo que ha desterrado a cualesquiera otros de la polémica del Mundial. No sé si se dan cuenta de que toda la vaga protesta ha girado en torno a la bandera arcoíris y a los derechos del colectivo LGTBI, pero que a nadie se le ha ocurrido ponerse un brazalete o un lazo morados. ¿Habían prohibido los brazaletes feministas? ¿La FIFA se había pronunciado sobre ellos? Como feminista viejuna y todo lo que quieran, mi primera prioridad son las mujeres. ¿Quién protesta por las mujeres de Qatar y de todos los emiratos? Excepto la valiente selección iraní que se la ha jugado por las mujeres de su país, arriesgándose a ser represaliados a la vuelta. Un gesto sobre el que occidente ha sobrevolado apresurado. La batalla esta vez era otra. 

He oído a una compañera hacer una crónica constatando que las mujeres occidentales circulan vestidas como les apetece, o como el calor les demanda, mientras las autóctonas se cruzan atrapadas en el burka. Esas mujeres fantasma que no existen y que han desaparecido también a la hora de la tibia y cínica protesta occidental. Las mujeres del país del Mundial no nos lo van a contar a cámara, pero no pueden hacer nada sin permiso de su hombre-guardián (sea este padre, esposo, hermano o tío). No pueden ni hacerse un test de Papanicolau o una revisión ginecológica sin su aquiescencia. No pueden trabajar sin permiso. No pueden viajar al extranjero si no les dejan. 

Las mujeres de Qatar tienen que obedecer a su marido y no pueden negarse a tener relaciones sexuales salvo por “causa legítima”. Sigo con el reciente informe de Human Rigths Watch y Amnistía Internacional. Tienen muy difícil divorciarse y, si lo hacen, no reciben la custodia de sus hijos. Pueden ser obligadas a volver a su hogar si han sufrido violencia, porque esta no aparece en sus leyes. El sexo fuera del matrimonio no es legal, así que denunciar una violación puede tornarse en su contra por tener sexo ilícito. Su testimonio ante los tribunales vale la mitad que el de un hombre y, cuando heredan, la cantidad es la mitad que la de sus hermanos varones. 

Siendo esta la realidad de las mujeres, ¿a nadie se le ha ocurrido una protesta feminista? No hubiera invalidado la otra; total, si todo consiste en los gestos, ¿por qué ese no se ha siquiera insinuado? Es una de las grandes batallas del feminismo actual, la de conseguir que las mujeres del mundo alcancen unos estándares de igualdad y de dignidad sean de la religión, de la raza y del país que sean. ¿Cómo es que esa realidad ha quedado opacada por las cuestiones de la vestimenta, la venta de cerveza y unos brazaletes de quita y pon? Porque según los testimonios recogidos por la ONG “las mujeres qataríes viven permanentemente como en un confinamiento duro del covid”. Cierto que su Constitución dice que blablabla, pero esa no es la realidad. 

No es posible en esta vida ondear todas las banderas ni, visto lo visto, ponerse todos los brazaletes. Con toda seguridad hay que priorizar contra qué injusticia vas a pelear con mayor fuerza, ya que pelear contra todas te deja dando golpes en el aire. Mis opciones prioritarias son la libertad de expresión y el feminismo. Cierto que las mujeres y las mujeres feministas somos generosas y hemos ondeado junto a nuestras reivindicaciones las de muchos otros colectivos discriminados, agraviados y perseguidos. Eso nos honra mas no nos puede desfigurar los objetivos y difuminar la lucha. Por eso me ha pasmado no ver ninguna pelea por ponerse brazaletes morados. La FIFA ha intentado desvirtuar las protestas LGTBI proponiendo causas genéricas: «El fútbol une al mundo», «Salvar el planeta», «Proteger a los niños y compartir la comida» o «No a la discriminación» y ni puestos a desviar el tiro se han acordado de las mujeres-niñas, de las que no pueden regir su vida, de las que encarnan en la práctica una sumisión que las españolas dejamos atrás al salir del franquismo.

Estoy hasta el moño de protestas vacías y de brazaletes alivia conciencias. Nunca debió darse a Qatar el premio de un mundial. Eso no aleja la evidencia de que la causa de las mujeres qataríes se da por amortizada hasta para las protestas vanas. ¡Total, son solo mujeres!

A la mierda los brazaletes.

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