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No lo vimos venir

Una persona vota en un colegio electoral, a 28 de mayo de 2023, en Madrid (España).

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Si las elecciones son “la fiesta de la democracia”, a mí esta vez me tocó recoger vasos mientras otros bailabais: vocal en una mesa electoral, me pasé la jornada sentado en una silla escolar, rellenando impresos, saludando vecinos, charlando con mis simpáticos compañeros de mesa y jugando a adivinar qué votaba la gente por su aspecto, ropa, conversación, apellidos… Un juego frívolo e inofensivo, pero tengo que decir que no lo vi venir, no me habría jugado un café a que más de la mitad cogería la papeleta de PP o Vox, casi duplicando los resultados de cuatro años atrás en la misma sección electoral.

Tampoco lo vi venir en mi barrio, Triana, donde el PSOE ganó las municipales de 2019 y hoy se confirma lo sucedido en las andaluzas, cuando ya se tiñó de azul casi todo el distrito. No lo vi venir entre mis vecinos, pese a que a diario escucho conversaciones de parque, bar o frutería y el giro discursivo hacia la derecha es más que evidente. Ni lo vi venir en Sevilla, mi ciudad, donde muchos pensábamos que la mayoría progresista estaría en un puño, y resulta que no, ni de lejos. Ni en la mayoría de ciudades de Andalucía, donde se confirma el resultado de las últimas andaluzas.

Tampoco lo vi, ni lo vimos venir muchos en el conjunto de España: Feijóo fracasaría en su estrategia de “primera vuelta” y “acabar con el sanchismo”, las izquierdas mantendrían los principales gobiernos municipales y autonómicos por los pelos, las políticas sociales del gobierno de coalición serían recompensadas… Pues no: victoria sin paliativos de las derechas, mires donde mires, sin apenas consuelo para las izquierdas. Y al parecer tampoco lo vieron venir esas mismas izquierdas cuando optaron por ir en candidaturas separadas en numerosas ciudades y comunidades. No solo separados, también compitiendo entre ellas, y no siempre con elegancia. Desanimando al electorado, arriesgando tirar votos por no superar alguno el 5%, dividiendo a los votantes en tres o más opciones mientras la derecha se reagrupaba en solo dos papeletas.

En mi mesa electoral hicimos una porra antes de abrir la urna, jugamos a adivinar cómo había votado nuestra sección. Y no lo vimos venir los vocales, los dos despistadísimos en nuestra estimación. Sin embargo, el presidente de mesa se acercó bastante al resultado final. ¿Saben por qué? Era voluntario en su función, un joven desempleado que no deja pasar 70 euros de dieta y lleva participando en mesas electorales desde hace más de una década. Por eso, pese a ser votante de izquierda, no confundía la realidad con el deseo, pues ha visto elección tras elección cómo evolucionaban los votos en el barrio hasta volver previsible un resultado como este.

Lo dicho, no lo vi, no lo vimos, es probable que tú tampoco lo vieses venir, y aquí estamos en la noche más triste. Ya sé que algunos sí lo vieron venir, y llevan tiempo advirtiendo del cambio radical de ciclo, cómo el discurso derechista y ultraderechista gana terreno, hacia dónde apunta el malestar social, las torpezas del gobierno de coalición y de las izquierdas… Hoy podrán entonar el “ya os lo decía yo”, aunque tampoco creo que les consuele mucho.

Ya que no lo vimos venir, solo espero que sí veamos venir la próxima, que puede ser en diciembre. Que la veamos venir y no repitamos errores y asumamos el escenario adverso para tomar las próximas decisiones. Por ejemplo, en lo relativo a la unidad del lado izquierdo del tablero. Que lo veamos venir ahora que, creo, estamos a tiempo de evitarlo.

Al final de la fiesta de la democracia, los miembros de las mesas salíamos del colegio agotados, con dolor de cabeza y de espalda, hambrientos y algunos muy impresionados con los primeros resultados oficiales que iban llegándonos. La resaca del lunes promete ser muy bestia, pero hay que levantarse.

(Y por cierto, cuando acaba la fiesta, siempre queda alguien que tiene que limpiar: al salir intentamos dejar todo lo más recogido posible, y nos despedimos de la trabajadora de la limpieza y le dimos ánimo para lo que le quedaba, poner a punto el colegio para cuando lleguen los alumnos por la mañana. Me pregunto qué votó esa mujer).

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