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Normalizar lo anormal

Andreu Buenafuente homenajea a Gila en su monólogo sobre la situación política.

Esther Palomera

Normalizar lo anormal para no hurgar más en la herida, para esquivar respuestas, para evitar contradicciones, para saltar al vacío, para no errar más de la cuenta, para contar votos, para escapar del problema… Está pasando. En el vacuo espectáculo de la política cabe todo: manejar el timón de una crisis institucional desde el cálculo electoral, pasarse la ley y la Constitución por el forro del traje de campaña o convertir la escena en batalla permanente de confrontación. Así andamos. A veces, caminando de puntillas y siempre, a la gresca. El trazo grueso y la última boutade se abren paso en medio de la crisis institucional más grave vivida en democracia. Y no hay nadie que diga: '¡basta!, ¡ya está bien de cálculos!, dejen la trinchera,siéntense, hablen y busquen soluciones'. Dialogadas, legales y que cosan de una vez las costuras que estallaron desde hace al menos una década.

Anormal es que el presidente viaje medio de extranjis a Catalunya para evitar escraches por la calle y, pese a la cápsula de seguridad, sea escrachado dentro de un hospital. Será que ahora el personal sanitario lo mismo atiende enfermos que monta zapatiestas a Pedro Sánchez en horario laboral. Y anormal es escuchar que la protesta va en el cargo, como si fuera lo mismo manifestarse en la calle que en el interior de un recinto hospitalario.

Anormal es también que el president de la Generalitat telefonee una vez más al presidente del Gobierno para hablar de la crisis catalana y Sánchez no atienda la llamada. Ya van cuatro sin contestar. Dicen que su teléfono seguirá en “modo avión” hasta que Torra condene sin paliativos la violencia en las calles de Barcelona. ¡Qué cojones!, responde el molt honorable grabado en un reportaje en el que teatraliza su indignación. Si uno confunde la firmeza con la impostura electoral, el otro protagoniza un sketch. Hace tiempo que la política espectáculo llegó para quedarse.

Anormal es que una resolución del bloque independentista en respuesta a la sentencia del Supremo sobre el procés proponga reprobar al rey y avalar la autodeterminación, pese a las advertencias del Tribunal Constitucional y los letrados del Parlament de que los miembros de la Mesa de la Cámara autonómica pueden incurrir en un delito de desobediencia. Y anormal es también que Torrent (ERC) responda que “está dispuesto a asumir las consecuencias”, aunque su partido haya renunciado explícitamente a la vía unilateral y no quiera un procesado más entre sus filas.

Anormal es que el conseller de Interior, Miquel Buch, reafirme su confianza en el trabajo desempeñado por los Mossos durante los disturbios en Barcelona y casi de forma simultánea Quim Torra anuncie una comisión para depurar responsabilidades en el dispositivo de seguridad de la policía catalana. Anormal es que Oriol Junqueras declare solemne desde la cárcel “que se lo metan por donde les quepa”, en alusión a un posible indulto del Gobierno de Sánchez a los condenados por el procés, después de que Pablo Iglesias afirmase en esta entrevista que habló con Sánchez de esta posibilidad, pero que no podía desvelar el contenido de la conversación.

Y anormal es también que lo que el Gobierno opina al respecto sea un misterio que no piensa, de momento, desvelar. Anormal es que Pablo Casado haya pedido a Sánchez que contemple la posibilidad de trasladar a los presos del procés a una cárcel que esté fuera de Catalunya, como si fueran terroristas. Y anormal es también que su única receta para la crisis sea “ley y orden” y no dialogar ni negociar con el independentismo.

Anormal es que el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, asegure en un mitin ante 1.700 personas que quiere ser presidente del Gobierno para “meter en la cárcel” a quienes intenten romper España sin que haya constancia de que, además de oposiciones a la Caixa, preparase nunca las de judicatura.

Anormal es que lo diga además quien se erige día sí y día no en garante de una Constitución que establece que sólo los miembros del Poder Judicial tienen potestad de imponer penas de prisión. Y anormal es que la división de poderes para Rivera era eso.

Anormal es que no exista en el universo político alguien de mirada larga ni en condiciones de liderar una salida a esta crisis que no pase por el enfrentamiento permanente de Torra, el tacticismo en el que se mueve Sánchez o el apocalipsis que anticipa la derecha. Anormal es que, tras casi una década de conflicto, no se atisbe entre quienes nos representan una figura que entienda la dimensión de lo que nos ocupa y mucho menos las consecuencias. Igual es que su talla es inferior a la altura de lo que tenemos entre manos. Y anormal es normalizar lo anormal.

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