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Lo que ha ocurrido en el PSOE y lo que ocurrió con el PSOE

Pedro Sánchez y Susana Díaz, en una imagen de archivo.

Suso de Toro

Lo ocurrido en el PSOE ya ha sido visto y analizado desde casi todos los ángulos. Una crisis en la que participó la vieja guardia, aparentemente Felipe González fue el demiurgo que desencadenó el asalto a la dirección desde el sur, pero ese enfrentamiento se habría dado igual y de modo muy parecido sin la consigna de González porque los protagonistas en ese partido son hoy de otra generación. Una generación de políticos profesionales.

Su perfil es el de personas que nunca han trabajado en otra cosa, desconocen el trabajo realmente, no tienen profesión cualificada y juegan su vida a la carrera política, no tienen retirada posible. Es el perfil de la mayoría de los nuevos cuadros políticos en todos los partidos, la política es hoy una profesión absoluta y eso está teniendo consecuencias en el modo en que se resuelven los problemas en los partidos. Pero en el caso de partidos que se quieren de izquierda, en los que el carisma, el respeto moral, la credibilidad son importantes, esos profesionales generan más distanciamiento que reconocimiento. ¿Alguien cree realmente las cosas que dicen esos dirigentes cuando invocan los sufrimientos de la gente? ¿Por qué los tenemos que creer si sabemos que son profesionales que viven de eso?

También fue evidente que quien asaltó el poder fue la organización andaluza dirigiendo a la extremeña, la castellanomanchega y la asturiana. La actual dirección es un nuevo poder que no nace de un proyecto ideológico sino de intereses territoriales, y que expresa los intereses de comunidades caracterizadas por dos rasgos fundamentales: son fuertemente receptoras de fondos y, relacionado con esto, se identifican con un estado español uniforme y fuertemente centralizado. Las declaraciones tanto de Susana Díaz contra Catalunya como las de su candidato Javier Fernández contra el “derecho a decidir” como un peligro para los jubilados de sus comunidad expresan bien sus preocupaciones, sus intereses y su ideología. Expresan una determinada España.

Lógicamente ese partido socialista no tiene futuro en Catalunya –y eso explica la desesperación del PSC–, ni Euskadi y va camino del fracaso total en Valencia, Navarra y Galicia. Los dirigentes socialistas repetían hace unos años que el PSOE era el partido que más se parecía a España y los españoles, es evidente que decir hoy eso sería una falsedad. Esa dirección más bien refleja la ruptura de cualquier proyecto colectivo y el enfrentamiento de intereses entre un centralismo feroz y unos proyectos nacionales divergentes.

Son los rasgos de un gran fracaso. Con lo que está a la vista no se puede ser optimista sobre el futuro del partido socialista, ni entre los vencedores del asalto ni entre los vencidos se divisa nadie con capacidad y en situación de proponer al conjunto del partido un proyecto político. Y eso es lo importante, el PSOE está liquidado, para los pesimistas, o fuera del juego, para los optimistas. Y ése era un objetivo buscado desde que se inició la crisis: era necesario anular al partido socialista.

Entre los críticos a la derecha hay una posición muy ruidosa que celebra la desaparición del PSOE porque le niega cualquier carácter progresista o útil socialmente. Una posición tan sectaria y autoritaria que pretende que sólo se puede apoyar otras opciones para defender políticas sociales. Esa actitud tan destructiva tiene varios orígenes pero uno de ellos es el fruto de la propaganda inmisericorde que lanzó la derecha desde con todos los medios a su servicio, que son todos.

El PSOE es un partido ambivalente, tiene aspectos conservadores pero también tiene aspectos liberadores, honradamente no se puede hacer un juicio simple y taxativo sobre su valor. Esas siglas fueron renacidas para evitar una ruptura política y mantener controlado el proceso democrático tras la muerte de Franco, pero también es cierto que fue abrazado por muchos socialistas sinceros y sus políticas posteriores tuvieron ese doble carácter. En muchos pueblos y ciudades de la meseta o Andalucía esas siglas son la única opción, el único paraguas que ofrece libertad a una ciudadanía agobiada por la derecha de siempre. Despreciar esas organizaciones locales socialistas sería un clasismo pijo insoportable, solo se puede explicar por desconocimiento de las realidades sociales.

En la época de Zapatero, las presiones sobre la dirección se dieron desde todas partes, incluso desde la vieja guardia del propio partido, y llegaron a ser de una intensidad nunca vista, las movilizaciones en las calles eran amplificadas por los altavoces de los medios de comunicación. Desde El País, que llegó a hacerle cuatro editoriales pidiendo su dimisión, hasta La Razón, El Mundo, ABC... los ataques fueron constantes y las descalificaciones de su figura fueron repetidas por intelectuales y columnistas de cada uno de esos medios. Explotó la crisis financiera y rompió la burbuja inmobiliaria, la soberanía de Italia fue directamente violada, caso parecido en Portugal e Irlanda, el gobierno español buscó un camino para eludir ese peligro, lo que Zapatero llamó “el dilema”, y tomó una opción. Da igual si hubiese tomado la contraria, habría sido igualmente criticado en los mismos términos por los medios de comunicación al servicio de un proyecto en marcha: traer a Rajoy. Quien gozó de todos los beneplácitos y el blindaje de su figura.

Para sentar a Rajoy donde ahora está era necesario hundir el PSOE, a pesar de que dentro ya había retomado el control la vieja guardia en el congreso celebrado en Sevilla. Y para que las políticas de la derecha no tuviesen contestación era necesario seguir castigando a ese partido, doblegar completamente cualquier capacidad suya de ser oposición y además impedirle volver a ser una opción electoral capaz de formar gobierno. Lo ocurrido estos días confirma definitivamente que está anulado para bastante tiempo, ya es una realidad confirmada: la derecha reinará sin tener delante una oposición efectiva o una posibilidad de gobierno alternativo.

Sí, el partido socialista nos mereció y nos va a merecer en adelante muchas más críticas pero, por más que nos queramos cegar, no habrá alternativa de gobierno real en España sin un partido socialista capaz. Ese partido ha sido destrozado desde dentro desde un lado y desde otro por personas que no debieran ser llamadas dirigentes, pero no nos engañemos todo es parte de un proceso conducido desde fuera y al servicio de los grandes intereses de los poderes económicos y del estado.

Nadie que quiera de verdad un cambio político y social debiera alegrarse creyendo que recogerá suculentos pecios de ese naufragio, a las playas sólo llegará miseria y frustración.

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