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Los pechos como agravante

La portavoz del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre, en el juicio por la protesta en la capilla de la Complutense

Raquel Ejerique

Si existe Dios, no se ha tomado cinco minutos en pensar en el sujetador de Rita Maestre. El propio arzobispo de Madrid, su servidor en la tierra, opina que el tema se ha salido de madre y desea que no la condenen por entrar en la capilla de la Complutense a gritos. Los que no quieren soltar la presa -mediática, política- son los dos promotores que han puesto la querella, que nada tienen que ver con la Iglesia de base.

Han denunciado odio religioso en este caso como aviso a protestantes. Porque tienen aversión a lo laico y la paranoia del “habrase visto”. Creen que vamos a por ellos. Como se han erigido en guerreros de Dios, van diciendo por ahí que “las agresiones a las creencias católicas de la mayoría de los españoles se vienen repitiendo últimamente más de lo adecuado”. Menos lanza y más estadística.

Uno de los azuzadores de la querella es el partido de extrema derecha Alternativa Española, prima de Franco. Su secretario general es Rafael López-Diéguez, yerno del franquista extremista Blas Piñar. Viejas familias manejando la supuesta nueva España. Su compañero de baile en la denuncia es el Centro Jurídico Tomás Moro, vinculado con la sociedad secreta ultracatólica El Yunque, a la que el mismo Papa quiere desterrar de las diócesis españolas porque en vez de hacer el bien hacen política.

Al final, el yerno de Blas Piñar y los ultra han conseguido que el sistema judicial entre al trapo y ha habido juicio. Durante toda la mañana se reconstruyeron los hechos, que sonaban proporcionalmente ridículos a la grandilocuencia de jueces, letrados y fiscales: “¿Es cierto que el 10 de marzo de 2011 usted se desnudó?”. “¿Y dijo, leo textualmente, 'ante el Vaticano poder clitoriano'?”. “¿Y no es verdad que irrumpió en la capilla y se quedó en sujetador?”. “¿Recuerda usted [al cura] si la acusada se quedó en ropa interior?”. “¿No lo vio o no lo recuerda?”. Y al final salió el conejo de la chistera: “¿Se besaron allí dos mujeres?”. Tachán.

Así varias horas, preguntando a cada testigo lo mismo, intentando tirar del hilo de un sostén de algodón, del cuerpo como delito, de los pechos como agravante. Si ha habido ofensa, no es peor por hacerla con el pecho descubierto.

Si hay Dios y es como se dice, sabrá que una protesta de activistas universitarios debió dirimirse fuera de un juzgado y que un torso desnudo no es pecado, por eso su hijo lo exhibe en las iglesias y colegios de toda España. Si Dios existe, y en el remoto caso de que esté mirando a Madrid en vez de a Siria, comprenderá que además del delito de odio religioso hemos asistido a un delito de odio laico: dos asociaciones ultra que se amparan en la fe para hacer política. Por eso en vez de 50 personas en el banquillo -las que entraron en la capilla- había dos, de las cuales una era la portavoz en el Ayuntamiento del partido laico Ahora Madrid.

Lo dijo un evangelista sobre los que frecuentan la acusación: “No juzguéis para que no seáis juzgados, porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados y con la medida con que medís, os será medido”. Mateo 7: 1 - 2

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