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El pelotazo del shock

José Luis Ábalos, acompañado por Koldo García en una imagen de 2019

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No sé si se estudia en las escuelas de negocios, o se viene ya aprendido de casa, pero me impresiona esa capacidad que tienen algunos para oír el clin-clin de caja registradora mientras los demás estamos escondidos bajo la cama. Supongo que ya habrá por ahí algún libro best-seller de management, y su autor dará charlas motivacionales para incautos que sueñan con ganar su primer millón. Si no, estoy por escribirlo yo mismo, ya tengo hasta el título: “El pelotazo del shock”, parafraseando la famosa “doctrina del shock” de Naomi Klein, esa que usan algunos gobernantes para imponer políticas impopulares aprovechando la conmoción social tras una catástrofe.

La propia Klein, en su análisis del “capitalismo del desastre”, ya se refería a las empresas e inversores que aprovechan guerras, desastres naturales o cambios de régimen para conseguir contratos públicos, facilidades administrativas, cambios legislativos, terrenos baratos o mejores precios para sus productos, lo mismo un contratista militar que una constructora cuando toca reconstruir una región devastada. Ahí está sin ir más lejos la crisis climática, donde las mismas compañías que más han contribuido al desastre, son también las que más se benefician ahora de la “transición ecológica”.

Pero cuando hablo del “pelotazo del shock” me refiero a otro nivel, más de andar por casa: el de los “emprendedores” que en esos momentos de conmoción ven el cielo abierto para pillar cacho. Igual que hay quien aprovecha una riada para deshacerse de un cadáver o de un coche viejo y así cobrar el seguro, están todos esos jetas que, nada más ver en la tele el cintillo de “última hora”, ya se frotan las manos por ver qué mala noticia les hará ricos. Los reconocerás porque todos te sueltan el rollo ese de “crisis en chino quiere decir oportunidad” (que además es mentira).

Ahí está la pandemia, que volvemos a recordar hoy con ese asesor del ex ministro Ábalos que cobraba mordidas por mascarillas. En los primeros días de confinamiento, mientras la mayoría estábamos encerrados en casa, cagados de miedo y preocupados por nuestros seres queridos, con cientos de muertos a diario y ruedas de prensa con militares, había quien cosía mascarillas caseras y se organizaba con otros para ayudar a sus vecinos o a los desbordados sanitarios: y había también quien nada más anunciarse el confinamiento ya tenía en las pupilas el signo del dólar. ¡Clin-clin!

Supimos en su día de aquellos dos “pillos” (según Feijóo), Medina y Luceño, que le inflaban hasta un 80% los precios del material sanitario al ayuntamiento de Madrid; supimos también de un hermano de la presidenta madrileña que se embuchó 234.000 euros intermediando con la Comunidad de Madrid y escandalizando hasta a Pablo Casado (uno que presidió el PP, ya no te acordarás); y ahora hemos llegado al nivel de Administración Central con el tal Koldo García, que puso el cazo tras interceder con varios ministerios. Doy por hecho que no fueron los únicos, son solo los pillados.

Como esto no es la primera vez que ocurre, ya podían los gobernantes de turno poner más cuidado para el próximo shock. No en el momento, que las prioridades son otras y hay que conseguir mascarillas y material sanitario y vacunas a toda costa y a cualquier precio. Pero sí a posteriori, una vez pasada la emergencia, poner celo en revisar bien todos esos contratos concedidos a dedo, por la vía rápida y sin publicidad, para que los miserables negociantes del shock sepan que acabaremos cogiéndolos.

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