Plácido 2023
Querido Luis García Berlanga, los ayuntamientos de España empiezan a colgar las luces de Navidad y yo ya me he puesto a temblar imaginando el latazo que nos van a dar los cuñaos en la de este año de gracia de 2023. “¿Los cuñaos?”, te preguntarás quizá en ese cielo que compartes con Rafael Azcona, José Luis Cuerda, Fernán Gómez y otros grandes cronistas en celuloide del Ruedo Ibérico. Pues sí, querido, de tal guisa llamamos ahora a esos parientes inoportunos que se empeñan en violar el pacto familiar de no hablar de política en las cenas de Nochebuena. Siempre con dos o tres copas de más, suelen lanzarse a proferir desaforadas diatribas contra los rojos, los separatistas, los inmigrantes, las feministas, los homosexuales, los cineastas ácratas como tú y otras gentes de mal vivir. Ni la ingesta del turrón puede acallarles.
Este año, querido Berlanga, están particularmente rabiosos. Ya puedo oírlos exigir a todos los comensales un pronunciamiento rotundo contra el último episodio de esa ruptura de España que llevan anunciando desde hace más de treinta años, y que, como ha escrito aquí mismo Antón Losada, “va camino de superar en duración a la mismísima caída del imperio romano”. Y esto a cuenta de la amnistía que podría serles concedida a los implicados en un episodio de nuestra reciente historia que calificaría de esperpéntico si no hubiera sido a la vez muy peligroso: la intentona separatista catalana de 2017, de la que en su momento te puse al corriente.
¡Qué magnífica película hubierais hecho Azcona y tú con aquel suceso catalán! Con los ultras jaleando al grito de “¡A por ellos!” a los policías y guardias civiles que salían de sus cuarteles mesetarios para apalear a los independistas. Con Rajoy ocupado en leer las crónicas del Marca sobre el Real Madrid de CR7. Con Puigdemont anulando la declaración de independencia menos de un minuto después de haberla proclamado. ¿A que el gran Sazatornil hubiera encarnado muy bien al president Puigdemont?
Lo de ahora, no sé sí lo sabes, es la furibunda reacción de la España eterna a la mencionada posible amnistía. También sería un espléndido telón de fondo para una nueva entrega de la serie que abristeis con 'La Escopeta nacional'. Te pongo al corriente por si acaso: resulta que hoy mismo, jueves 16 de noviembre, el socialista Pedro Sánchez puede ser investido presidente del Gobierno con los votos de los representantes en el Congreso de 12,5 millones de españoles que acudieron a las urnas el pasado 23 de julio. Hasta aquí todo normal, ¿verdad? Pero espera, que ahora viene lo bueno: esto es considerado escandaloso e ilegítimo por los representantes de los otros 11,2 millones que votaron a las derechas. Proponen que se repitan las elecciones hasta que ganen ellos.
No te rías, no. Lo dicen en serio. Su “argumento” es que la amnistía a los independentistas, y, por cierto, también a los policías que los apalearon, es ilegal por definición. Esto es para ellos tan dogma de fe como que María fue virgen ante partum, in partu, et post partum. No quieren ni oír hablar de perdón ni de reconciliación. Desean más juicios, más condenas, más encarcelamientos. Ah, me encantaría ver al añorado Agustín González soltarlo en el papel de cura trabucaire de tus películas.
Querido, llevan semanas dando la vara con este asunto. Con nutridas manifestaciones en las calles. Con proclamas incendiarias de sus amiguetes en los tribunales, los cuarteles y los palacios episcopales. Y con su disparatado estilo de siempre. Al fin y al cabo España es el país que aportó al mundo tres géneros artísticos: la picaresca, el sainete y el esperpento. Y que os alumbró a Valle-Inclán y a ti.
Y es que han montando un carnaval en pleno noviembre. Un chaval se manifiesta frente a la sede madrileña de los socialistas con un casco de conquistador en la cabeza, un rosario al cuello, una cruz en la mano derecha y una bandera que yo diría que es de los Tercios de Flandes en la izquierda. Está indignadísimo con Sánchez y la amnistía. Tanto como el tipo fortachón que lleva el torso desnudo y se lo golpea cual si fuera King Kong, al tiempo que proclama su orgullo de ser nazi. Y como el pijo del barrio de Salamanca que llora a causa de los gases lanzados por los antidisturbios y se lamenta de que esto le haya pasado por “putodefender España”. Suculentas escenas, ¿verdad?
Anoche, hasta sacaron a pasear una docena de muñecas hinchables desnudas, ¡como en tu película 'Tamaño natural'! Y no te pierdas lo de la presidenta de la Comunidad de Madrid, sí, aquella Isabel Díaz Ayuso que dejó morir a más de 7.000 ancianos en las residencias durante la pandemia y ganó las elecciones posteriores como adalid de la libertad de tomar cañas en las terrazas de los bares. Pintoresco personaje, ciertamente, esta reina del vermú que ahora asegura a grito pelado que España se ha convertido en “una dictadura”.
¿Te imaginas, Berlanga, una dictadura en la que un político salga en todos los telediarios declarando, sin que nadie le tosa, que el gobernante de la nación es un tirano? Ni en los momentos más absurdos del Imperio Austro-Húngaro sería posible tal cosa. Ya no digamos en las dictaduras de Franco, Hitler, Stalin, Mussolini o Pinochet.
Pero, en fin, lo peor de los cuñaos, querido, es que nunca son originales. Todos repiten con idéntica gravedad funeral la misma cantinela machacona sobre el fin de España. Son muy monótonos, muy monocordes, muy indistinguibles. Se creen que porque muchos digan del mismo modo la misma cosa, tal cosa es verdad. Seguro que estás de acuerdo con lo que escribió Julio Camba en 'La ciudad automática': “La inteligencia tiene formas muy diversas y solo la estupidez posee un carácter uniforme. Hay muchas maneras de entender las cosas, y sólo hay una de no entenderlas. Hay muchos modos de tocar el piano, pero no hay más que un modo de no saberlo tocar”.
También son muy tostones, ya dijo alguien que el necio jamás descansa. Y ruidosos, muy ruidosos. Mucho más que la caravana patrocinada por Ollas Cocinex de tu película 'Plácido' cuando llega a la capital de provincias animando a las familias de bien a sentar a un pobre en su cena de Nochebuena.
Franco dijo de ti: “Berlanga no es un comunista. Es mucho peor: es un mal español”. Lo eras a los ojos del Generalísimo porque nos hacías reír con tus retratos de esa España tan eterna como cruel que siempre dejará a Plácido sin el motocarro. Y volverías a serlo hoy porque nuestras derechas siguen distinguiendo entre buenos y malos españoles, o sea, entre los que les votan a ellos y los que no lo hacen.
En fin, querido maestro, a los de aquí abajo no nos queda más remedio que seguir el sabio consejo de paciencia y barajar. Te deseo unas felices fiestas allá arriba. Saluda a los colegas y no dejéis de tomaros unos whiskys a nuestra salud.
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