Pregunten a los cómplices
Es una cadena: inservible cuando le faltan eslabones. Varios frentes de acuciante actualidad demuestran que, si a la información le faltan datos fundamentales, enfanga más que aclara. A tenor de los titulares de la prensa de papel al servicio de la derecha tenemos “al campo en pie de guerra”, a Sánchez convertido en juez plenipotenciario que “declara inocentes a los imputados por terrorismo” y, a la vez, sometido por un Feijóo que se instala en la Galicia rural para hundirlo. Las elecciones son en esa comunidad autónoma, donde ninguno de los dos aludidos se presenta.
Veamos. Preocupante el tema de “El Campo”. Suelen ser las patronales de agricultores las que se plantan en momentos muy precisos. Los asalariados, a menudo mal pagados, bastante tienen con lo suyo. Toda la razón en el escandaloso aumento de precios de la tierra a los puntos de venta. Alarmantes sus exigencias de suprimir legislaciones como la ley del bienestar animal o las que regulan el medio ambiente. Van contra la salud de todos.
Pero hay elecciones europeas en junio y se teme que “El Campo” vote en masa a la ultraderecha, a la que tampoco le importa ni el bienestar animal, ni el humano, ni esas “moderneces” de los efectos del cambio climático. Así que, por puro egoísmo, casi sería mejor el famoso mal menor y tragar con estas intolerables exigencias que caer de bruces en ese inexistente pasado bucólico en el que cada cual, en El Campo y fuera del campo, todo el que podía hacer de su capa un sayo (refrán de la época), lo hacía.
Lo malo es que, asombrosamente, no parecen unir las reivindicaciones con la realidad aplastante que vivimos. Sufrimos una sequía histórica –que de algunos malos hechos en el medio ambiente precisamente ha venido– y este “buen tiempo” que hace en España está agostando las cosechas. Agostar en enero debería dar algo que pensar. Difícilmente mejorará la situación suprimiendo medidas que protegen la salud, puede salir mucho más caro cuando se busca el abaratamiento de esa forma.
Sí, es un problema grave el “buen tiempo” fuera de sus estaciones lógicas, el diezmado de las cosechas y la huida del turismo que no quiere socarrarse a altísimas temperaturas. La gallina de los huevos de oro española está en peligro. De no tomarse medidas drásticas –y ya es tarde–, el futuro se presenta problemático de verdad. Más en países como España, y sobre todo si llegan a mandar en todas las instancias los de la libertad verbenera. Ustedes verán.
Con la perversión interesada de lo que es terrorismo estamos ante otro problema grave que nos sirve la política sucia con sus terminales sucias mediáticas y judiciales. Es una desinformación mayúscula ocultar a los ciudadanos las maniobras judiciales y la adulteración de algo tan terrible como el terrorismo por puro interés político. Las insidias caen en gentes que huyen del pensamiento lógico como de la peste. Y ahí tenemos a un Feijóo que evitó en sus bien pagadas campañas ser asociado al PP actuando como marca propia, arrastrado ahora por las carreteras a ver si para el tsunami que se le viene encima. Patético es un rato y ahí tienen a sus servidores mostrándole como un héroe que hunde… a Sánchez. En Galicia. Qué drama y qué pereza.
De los grandes temas a lo personal. La realidad es que El Campo tiene un problema y lo tenemos los ciudadanos con el “buen tiempo” que nos agosta en invierno, que el uso fraudulento del terrorismo para todo se parece demasiado a un golpe de mano y que los grandes temas se deciden o se obvian en las urnas. Y que para que todo esto ocurra así se precisa un nutrido grupo de cómplices, tanto mediáticos como de esas “buenas personas” de a pie que tragan bulos como catedrales.
La viñeta de este viernes de Bernardo Vergara tocaba el asunto crucial ¿Qué es lo importante?
Diría que lo primero es la vida, con salud, con justicia, con medios y resortes para el bienestar. Pero todo los bocadillos y pancartas que rodean “lo importante” en el dibujo de Vergara condicionan ese núcleo esencial.
Qué cúmulo de factores tienen que fallar para que Blanca, una mujer de 78 años, haya sido desahuciada de la casa en la que ha vivido los últimos 50 años.
78 años. Influye. La vulnerabilidad, ¿importa aún? ¿ayuda o es un agravante? El capitalismo salvaje crea indefensión con su desprecio de los débiles e improductivos. Y es una amenaza para todos ¿no lo han pensado?
La policía argentina apalea por orden de Milei a los jubilados a los que mengua sus pensiones. En España, el edadismo ya es un hecho. Una progresión. Si dejar morir sin asistencia médica a más de 7 mil ancianos se premia con mayoría absoluta y puede que con el gobierno del Estado, ya cuela todo. La sanidad pública, por ejemplo, según con qué profesionales se tope, entiende que la vejez implica unas mermas de salud cuya resolución -aunque la tenga-, no es prioridad alguna. En Castelldefels, Barcelona, otra setentona lleva dos meses con graves problemas en la visión que no ha evaluado aún un oftalmólogo porque todavía no le toca la visita al especialista. Ya no aspira a que la curen, sino a que la cuiden. En Madrid, en el Centro de Especialidades de la calle Hermanos García Noblejas -que ha recuperado su nombre franquista- anuncian que hasta que el problema consultado no nuble la visión, no se actúa.
Paso a paso hasta el final. Un hombre de 72 años fallece por infarto en el aparcamiento del Centro de Salud “Cerro del Aire” (Majadahonda, Madrid): no había médico y la ambulancia tardó 30 minutos en llegar, denuncia la Plataforma SAR-SUAP de Profesionales de la Urgencia Extrahospitalaria de Madrid
Todo esto se vota. Y es una escalada. Si la vida de las personas importa poco, ¿Qué más queda? Pregunten a los cómplices, sin ellos todo eso no sería posible.
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