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Por qué la próxima legislatura podría ser más plácida

(I-D) El secretario de Organización del Partido Socialista, Santos Cerdán; la vicepresidenta primera del Senado y presidenta del PSOE, Cristina Narbona; el presidente del Gobierno de España y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez; la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y la secretaria de Igualdad de la Ejecutiva Federal del PSOE
24 de julio de 2023 22:46 h

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La política no es una ciencia y ese es el motivo fundamental por el que leo y admiro a los politólogos. El resultado de Pedro Sánchez en estas elecciones reivindica la política como arte. La gran paradoja es que, si el actual presidente del Gobierno logra la abstención de Junts, aun siendo muy complejo el Congreso elegido por los españoles, prefigura una situación más sencilla para el PSOE y más estable para España que en la legislatura anterior. 

Pedro Sánchez emerge extraordinariamente fortalecido. Ha logrado el mejor resultado del PSOE desde 2008. Desde el 22% que obtuvo en 2015 hasta casi el 32% de ahora, hay una recuperación evidente, lograda también con la decisiva intervención de Zapatero en la campaña. Con un poco de perspectiva histórica Sánchez se consagrará como el líder que atravesó el desierto de la crisis del bipartidismo y su posterior recuperación. El PSOE es hoy uno de los partidos socialdemócratas más fuertes de Europa.

Pero donde más se robustece Sánchez no es en lo numérico, sino en términos políticos. Los votantes sabían que se elegía entre dos bloques, los aliados de cada cual estaban sobre la mesa, y a estas horas el PP no dispone de la capacidad de armar una mayoría. Si Feijóo se quiere presentar a la investidura, está en su derecho, pero su incoherencia le priva de credibilidad para convencer a nadie de reinterpretar el sistema parlamentario a su capricho. Resulta de lo más extravagante no haber renovado el CGPJ en cinco años arguyendo que con el demonio no se pacta, y ahora pedir el voto del infierno entero.

Si la legislatura arranca, hay un tercer motivo que la hará más fácil. Pedro Sánchez ha realizado en los últimos cuatro años una compleja jugada de billar a varias bandas para resolver el conflicto político en Cataluña y superar la división. Los electores lo han premiado en esa Comunidad Autónoma y no lo han castigado en el resto de España. Esto significa que la España real -no la caricaturesca que pinta Vox y una parte del PP- asume, uno, que la política consiste en negociar, y dos, que entre las cosas innegociables figuran las políticas feministas y los derechos LGTBI, no los indultos. Salvador Illa ya era un hombre clave del presidente Sánchez, ahora tiene todas las bazas para convertirse en el próximo presidente de la Generalitat. En la mesa de billar salen duramente golpeadas las bolas independentistas. La renacionalización y el miedo que dejó la crisis de 2008 tuvo su expresión en nuestro país en forma de auge de un nacionalismo catalán excluyente y antieuropeo de facto: la cuestión social quedó oculta por la nacional, con ayuda de la izquierda independentista. El clímax del conflicto contribuyó al auge de Vox en el resto de España: no hay nada que alimente más a un nacionalismo que otro de signo opuesto. Ahora pinchan ambos y ese éxito es del tándem Sánchez-Illa. Lo numérico da la llave a Junts, un partido menos monolítico y más agotado de lo que quizá parezca a primera vista. Como explicaba Neus Tomás ayer, la abstención puede ser la fórmula de compromiso válida para todos.

Más tranquilidad por la parte ultraderecha. Vox ha perdido la capacidad de presentar recursos ante el Constitucional y mociones de censura (para lo que hacen falta 50 y 35 diputados respectivamente). Queda privada de herramientas cruciales para hacer un uso espurio de las instituciones y degradarlas, una de las estrategias más nocivas de la ultraderecha mundial. No habrá más Tamames. El mayor riesgo de la ultraderecha hoy lo ha de gestionar el PP: si no quiere parecerse a ellos, va a tener que hilar fino, lo que se verá entorpecido por los gobiernos autonómicos conjuntos y por el afán de incorporar a Meloni al PPE que Feijóo esgrimió de forma sorprendente la semana pasada. Si por el contrario quieren parecerse a Vox, la vía rápida es encumbrar a Ayuso.

Si Pedro Sánchez conforma un nuevo gobierno, la convivencia con Yolanda Díaz va a ser mucho más tranquila que con Pablo Iglesias, uno de los grandes perdedores de la noche. Pero lo más importante es algo que Sánchez ha venido repitiendo durante la campaña. Los próximos cuatro años son para consolidar los cambios puestos en marcha por las más de 200 leyes aprobadas en la legislatura que acaba de concluir. Resultaría difícil que la producción legislativa fuera similar. Con menos reformas estructurales y el entrenamiento negociador de estos años, disminuirá el sufrimiento parlamentario. Aun así, los ministerios seguirán consolidando el cambio mediante reglamentos, planes estratégicos, resoluciones, protocolos y toda la morralla administrativa que tan decisiva resulta para la vida de la gente. 

Por último, ¿habrá más tranquilidad en los medios? La decisión de Pedro Sánchez de acudir allí donde se disemina el odio a su figura ha resultado crucial en la campaña. También la eficacia con que se ha dado la vuelta al concepto de “sanchismo” para connotarlo positivamente. Pero eso no obvia que otro gran interpelado por el resultado electoral es el periodismo. Hace algún tiempo un diplomático extranjero me contó que en su embajada habían dado de baja las suscripciones a un periódico de derechas: “Nos confunde más de lo que nos aclara sobre la realidad española”, fue su explicación. Parece que la ciudadanía también se ha dado de baja de la quincalla informativa para ver con más claridad.

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