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Publicidad con pólvora real

Julio Embid

En el siglo XVII los arcabuceros de los tercios españoles tenían mucho cuidado a la hora de disparar. Si se podía matar a espada o a daga, mucho mejor, porque así se ahorraba. Cada arcabucero debía costear de su bolsillo la pólvora y la munición y, por eso, solamente se efectuaba un disparo cuando te la estabas jugando a vida o muerte. En ocasiones contadas, como en los asedios decisivos, los soldados españoles contaban con suministros de los almacenes reales y en esos momentos se disparaba con más alegría, desde cerca y desde lejos, apuntando o al tuntún, porque total, la pólvora era del Rey. Pero esos años quedan muy lejanos.

Hoy según te despiertas, enciendes el transistor y, cada media hora, en las desconexiones de radio regionales de la Comunidad de Madrid escuchas un spot acerca de las bondades de la sanidad madrileña donde uno puede escoger el centro de salud que quiera y le atienden telemáticamente. Nada se comenta del malestar social por los procesos de privatización sanitaria o de la gran estafa que resulta la Sanidad concertada. Pero el anuncio ahí queda.

Entras con el móvil en Twitter y lo primero que ves es al Partido Popular que patrocina los primeros mensajes. Movimiento de dedo índice y que pasen lo antes posible. Montas en el Metro de Madrid y te encuentras decenas de anuncios ¡de Metro de Madrid! ¿Pero es que hay otras opciones de ferrocarriles suburbanos? ¿Acaso hay quien ha dejado de ir en taxi o en coche para ir en metro gracias a los anuncios de Metro de Madrid? Llegas al trabajo, abres el grifo para ponerte un vaso de agua y escuchas un anuncio del Canal de Isabel II (la empresa pública privatizada al 49% que gestiona el suministro de agua en la Comunidad de Madrid) acerca de la calidad del agua. ¿Pero acaso puedo contratar otra empresa de agua? O peor ¿se puede vivir sin agua?

La publicidad en España es cosa de unos pocos. El hecho de que siete de las principales cabeceras en papel hayan compartido un mismo anuncio de publicidad, de cierto banco que patrocina ciertas becas para encontrar a la generación perdida, no debería alejarnos de la realidad. En un sistema capitalista (o en uno juche) al final la gran empresa se la queda: la hija (Santander), la hija (FCC), la hija (Iberostar), el sobrino (El Corte Inglés), los sobrinos (Puig), los hijos (Casa de Alba), el hijo (Mango) o el hijo (la Jefatura del Estado). Sin embargo, no me parece tan mal, que cada cual, con su dinero, se pague sus propias alabanzas y lisonjas.

Yo no descartaría que pronto encontremos anuncios en prensa digital, cuñas de radio o anuncios de televisión del Ministerio o de la Consejería de turno recomendándonos inspirar aire y expulsarlo consecutivamente para respirar correctamente. Pero todo no se pedir cuando se quiere. Fuera de los periodos de campaña electoral, en principio, no se puede solicitar el voto, sin embargo, este año vamos a vivir la campaña electoral oficial más larga de todos los tiempos. Comenzará este 5 de marzo en Andalucía y, presumiblemente, tras municipales, autonómicas y catalanas desemboque en noviembre en unas nuevas elecciones generales. Y la única condición inmutable a un año electoral es el de la presencia de publicidad institucional, más o menos encubierta. Pienso que algo debe sobrar en la tesorería genovesa del Partido Popular y antes de la latimulta que se les viene encima por el caso Bárcenas han decidido gastar en Twitter, Facebook, prensa digital y cuñas de radio todo lo que puedan y que les quiten lo radiao.

En estos diez meses de campaña y precampaña, interrumpidos solamente por los insulsos telediarios de playas llenas en agosto, nos vamos a hartar de publicidad institucional de monopolios públicos únicamente pensada para hacernos creer que el sol sigue saliendo correctamente cada día, y de paso, financiar a los medios afines. Al final, en pleno siglo XXI, sigue resultando muy complicado en una redacción cuadrar las cuentas sin los anuncios disparados con pólvora real.

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