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Quiero mi segunda dosis

Aglomeraciones en el acceso a la Cidade da Cultura para la vacunarse contra la Covid-19.

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Me encuentro entre los casi dos millones de ciudadanos que hemos recibido la primera dosis de AstraZeneca. Tomé la primera consciente de los riesgos que toda vacuna conlleva. Ahora quiero que me dispensen la segunda cuando me tocaría porque continúo consciente de esos riesgos, me parecen muy inferiores a aquellos que implica no recibirla y sigo fielmente las recomendaciones de la Agencia Europea del Medicamento (EMA); que aconseja continuar vacunando porque los beneficios superan a los riesgos y no ha establecido ningún limite por edad o ha identificado factores de riesgo.

Quiero mi segunda dosis, pero mi Gobierno me la niega. Me enteré casi a medianoche, en una comparecencia de la ministra Carolina Darias, donde anunciaba una decisión tan relevante como dejar de vacunar con AstraZeneca a los menores de 60 años, apenas horas después de que la EMA prescribiera exactamente lo contrario. Una curiosa manera de seguir los “criterios científicos” a la hora de tomar decisiones sanitarias: hacer lo contrario de lo que dictan los científicos. Más que en manos de responsables sanitarios, a veces parece que lo estuviéramos en manos de los antivacunas y lo importante fuera convencerlos a ellos.

La ministra alega un misterioso “principio de prudencia” que permite a medicamentos con efectos secundarios más graves y más probados que la vacuna de AstraZeneca dispensarse en las farmacias a criterio de los médicos y que, de aplicarse de manera general, dejaría casi vacías las estanterías de nuestras boticas. La EMA ha encontrado un vínculo entre la vacuna y un muy reducido número de casos de trombosis muy específicas. Eso no es lo mismo que declarar una relación de causalidad. Tampoco presentan magnitudes muy diferentes a los casos y efectos secundarios registrados con las vacunas de Pfizer o Moderna.

La prueba de lo apresurado y acientífico de la decisión española la aportó la propia ministra cuando se le preguntó qué iba a pasar con esos dos millones que ya estaban vacunados, la respuesta fue que lo estaban mirando. Más terrorífico resultó cuando la ministra especificó cuáles eran las dos opciones que estaban mirando: o no inocular la segunda dosis porque la primera es suficiente, o probar con otra vacuna. La primera alternativa no está respaldada por ninguna autoridad científica o sanitaria. La segunda depende de estudios que, al parecer, se están realizando en el Reino Unido y que, como mucho, llevarán dos o tres meses de desarrollo. Sólo un ignorante o una irresponsable puede plantear en serio esta opción para millones de personas con un aval científico que, en el mejor de los casos, será precario y provisional.

Soy mayor de edad, ciudadano en plena posesión de mis derechos, no tengo ninguna resolución judicial que limite mi libre albedrío, conozco los riesgos y quiero recibir mi segunda dosis. Mi Gobierno no tiene ningún derecho a negármela. No le avala la ciencia, ni cuenta con mi consentimiento.

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