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¿Cuándo la realidad se volvió ideología?

El alcalde de Madrid se fotografía con algunos de los nuevos operarios de limpieza de la ciudad, en noviembre de 2021.
20 de julio de 2022 22:36 h

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La ciencia es la progresiva aproximación del hombre al mundo real

Max Planck

Mientras sufrimos el verano más fresco que nos resta por vivir -Fernando Valladares del CSIC dixit-, mientras se nos encoge el corazón viendo a los hombres que luchan contra el fuego prendidos como una tea o muertos, mientras los trabajadores de a pie la diñan en el intento, resulta cada vez más estrambótica la persistencia puramente ideológica en negar la realidad y la ciencia de la derecha española. ¿Cuándo un hecho constatado y constatable como el cambio climático se volvió ideología? ¿Podemos sobrevivir como ciudadanos y como especie al persistente, tozudo, absurdo y ridículo negacionismo de parte de nuestros dirigentes? 

No les vale nada. No ya los datos empíricos de que estos episodios climáticos extremos son históricos, en el desgraciado sentido de que jamás los habíamos vivido, sino ni siquiera la evidencia de que su amplitud supera la mera disputa local para extenderse como una nueva plaga apocalíptica por Europa. Que a Gran Bretaña se le derriten las pistas de los aeropuertos y que a Macron los incendios le asuelan hasta las zonas más reticentes a la sequedad y que Alemania reconoce desde su gobierno que estos síntomas de la crisis climática obligan a repensar los preparativos para hacer frente a cada vez más frecuentes crisis como la actual. Sanidad notifica 679 muertos debidos a la ola de calor y las temperaturas medias se sitúan en nuestro país cuatro grados por encima de lo habitual y aún nos queda agosto por llegar, el mes más fuerte. Hasta Mañueco -el que no necesitaba reforzar sus brigadas anti fuego, al que se le queman las tierras y las casas y los hombres- ha decidido bajarse de la burra y reclamar que esto precisa de coordinación nacional, que no se basta él con sus amigos de Vox para hacer frente a este horror. Ahora pide sopitas. 

Entonces llega el consejero de Ayuso, Enrique López, y nos explica con su impecable lógica que no es el cazador que dispara el que mata, que matan las balas. Ha usado el razonamiento para reprocharle al presidente del Gobierno que haya dicho claramente que el cambio climático mata, y tan farruco ha soltado: “Han muerto por las llamas, no por el cambio climático”. Para rematar la faena ha llamado “frívolo” a Sánchez por visitar las zonas castigadas, como ha hecho Macron, como están haciendo todos los dirigentes europeos cuyos países están sido azotados por esta ola inaudita de calor. López no lo hubiera hecho ni su jefa Ayuso tampoco si se les pone a arder Madrid, sépanlo, que bastante tiene la presidenta con ir a visitar a Concha Velasco a la resi. 

No ha llamado “frívolo” al alcalde Almeida, que no se llama Almeida sino Andana, ya que se ha sacudido de la solapa los hombres muertos y heridos gravemente mientras barrían las calles de su ciudad con el escudo de su ayuntamiento en el infumable traje de plástico, con el que les hacen trabajar a más de cuarenta grados a pleno sol. Tampoco les importa nada el operario que se ha desplomado muerto en una nave de Móstoles en la que trabajaba ni aquel otro que ha caído muerto con 50 años cerca de un parque de Torrejón. Y suma y sigue. Que no pasa nada. Que además de caerse los pájaros del calor, se caen los hombres y las mujeres de esta España que llevan en la pulsera. 

¿Cuándo se convirtió en un tema de izquierdas o de derechas la evidencia? Lo peor de todo ello es que el que niega no trabaja y vamos a necesitar que los políticos se pongan manos a la obra ya no sólo para intentar detener el aumento de temperatura provocado por el hombre sino para aminorar y paliar sus efectos en la población este año y los venideros, que como nos indican los científicos, serán paulatinamente cada vez peores. 

Necesitamos que se proteja a los trabajadores. Un protocolo para no exponer a los barrenderos ha precisado de dos caídos en acto de servicio. En las calles hay obreros haciéndose improvisadas tejavanas con cartones de cajas para tener un mínimo resquicio de sombra. En las casas se mezcla el calor infame con el miedo cerval a las facturas energéticas. El asfalto ardiente consume la fuerza de trabajo y luego se dolerán del problema español con la productividad. ¿Qué van a hacer? Necesitamos gobernantes que transformen las ciudades para esta nueva realidad: verde, agua, vaporizados, lonas de sombra en las calles sin árboles y cualquier otra cosa que se les ocurra a los técnicos. Necesitamos gobernantes que revisen las condiciones en las que se prestan los servicios públicos. Necesitamos políticos que espoleen a los empresarios para preparar planes de emergencia climática que respeten el derecho de los trabajadores durante estos picos insólitos de calor, los derechos y la vida, porque nadie debería morir en el trabajo y menos por tener que realizarlo en condiciones incompatibles con la vida. Y condiciones para los niños cuando hay colegios, como le reclamaba la oposición a Ayuso, obteniendo por respuesta un: “Y ponga el ventilador, créame, que no es delito”.

Lo peor no es su ignorancia o su contumacia o su absurda guerra ideológica contra una naturaleza que no les va a pedir permiso para dolerse en sus alteraciones cada vez más brutales. Lo peor es su inhibición, su encogimiento de hombros, su inacción. ¿No les gusta tanto bajar los impuestos? Bájenle el IBI a los edificios y vecinos que aporten un porcentaje determinado de vegetación o a los que se gasten en jardines verticales. No sé, reúnan a los técnicos, pero hagan algo porque es insoportable ver a la gente muriendo por las calles mientras intentan utilizar una desgracia, una más, contra sus adversarios políticos. 

Es curioso pero muchos de los grandes empresarios son absolutamente conscientes de que el principal reto económico al que tendrán que hacer frente en el futuro será el cambio climático y sus efectos. ¿No les gustan tanto los empresarios? ¡Hablen con ellos! Suele tener más pie en la realidad que muchos de los representantes públicos o altos cargos. Será porque de momento mueren los viejos y los pobres pero a no mucho tardar no habrá sector en el que esconderse para no ver lo que está pasando. 

Tendrán que bajarse de la burra algún día. Hasta el terraplanismo es un mito que sólo los que leían la Biblia al pie de la letra se tomaban en serio y desde los griegos se hablaba de las esferas celestes. ¿Qué réditos políticos pueden sacar de esta negación burda de algo que todos estamos viviendo? 

“Oye, es verano. Hace calor como siempre”

Así no es que nos vayamos al infierno, es que ya estamos en él.  

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