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Reflexión teológica sobre el PP

Jose A. Pérez Ledo

Poco a poco, como quien no quiere la cosa, se van desvelando los mimbres del milagro económico español. Y resulta que de milagro no tuvo nada. Fue más bien una gran pelota de sobres, comisiones y cuentas B echada a rodar por los grandes prohombres de nuestra democracia.

Pero eso no quiere decir que en España no se produzcan milagros. Porque, si uno lee con detenimiento la exclusiva publicada ayer por este periódico, es evidente que se producen, y a patadas.

Vea, por ejemplo, el milagro de la transustanciación del dinero negro de Alianza Popular en dinero negro del PP. ¡Aleluya! El partido del gobierno era corrupto antes incluso de ser. A ver quién supera eso. Suena el asunto tan español que uno no sabe si llamar a la Guardia Civil o a Valle-Inclán para que lo firme y lo mande a imprenta.

Está también el santo milagro del delito prescrito, gracias al cual los papeles de Naseiro tendrán las mismas consecuencias judiciales que, póngase por caso, el horóscopo del ABC. ¡Aleluya otra vez! ¡Den gracias al Señor y circulen!

¿Y qué me dicen del milagro de Bárcenas? Ahora sabemos que el tesorero más famoso de España era sincero cuando, entre peineta y peineta, alegaba que él solo era un mandado, un tonto útil, un Adolf Eichmann de ventanilla. Póngalo en perspectiva para comprender, en su plenitud, las implicaciones místicas del asunto: Luis el cabrón dice la verdad y Mariano el presidente miente.

Aunque, para milagro inexplicable, el de la invisibilidad, la de esta exclusiva, obviada por la mayor parte de los medios de comunicación (con, es cierto, honrosas excepciones). Eso sí que merecería ser analizado por un comité de expertos del Vaticano, quizá una asamblea mixta formada por teólogos, Marshall McLuhan y, si le dan las horas, Soraya Sáenz de Santamaría.

Este martes, Hernández Mancha, expresidente de Alianza Popular, se enfadó muchísimo con las revelaciones de este periódico. Tanto se cabreó que, en declaraciones a Cadena SER, expuso el enésimo milagro de nuestra democracia, resumido en la sentencia: “Antes no había contabilidad A, así que no puede haber contabilidad B”. Y santas pascuas. Ríase usted de los panes y los peces.

Dijo también el señor Hernández Mancha que este diario es “una hoja parroquial”. Y algo de razón debe de tener, dado que pocas veces se han leído tantísimos milagros juntos en tan pocos párrafos. Y lo peor es que no serán los últimos. Vayan agenciándose un rosario.

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