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Salarios, beneficios y democracia económica

Echando cuentas. (Pixabay).

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La propuesta presentada por CCOO y UGT ofrece una nueva oportunidad para avanzar en un acuerdo interprofesional que facilite la negociación colectiva de los miles de convenios que se negocian en España, especialmente de los que están bloqueados. 

Son muchas las razones que aconsejan alcanzar un acuerdo general de naturaleza obligacional que facilite y le ponga raíles a la negociación colectiva sectorial y de empresa. 

La pérdida de poder adquisitivo de los salarios castiga en primer lugar a las personas trabajadoras -especialmente a las rentas más bajas- pero también perjudica a la economía española. Aunque el sector exterior está aguantando muy bien -mucho mejor de lo previsto- nuestra economía depende en buena parte del consumo interno y ya se comienzan a notar síntomas de agotamiento. Las reservas de ahorro acumuladas durante la pandemia -de los que pudieron ahorrar- se están agotando. 

Cada vez es más evidente que los salarios no son los responsables de la inflación de segunda ronda, sino en todo caso sus víctimas. Por el contrario, se acumulan las evidencias de cómo algunos sectores empresariales están aprovechando las tensiones inflacionistas para recuperar márgenes y aumentar sus beneficios, sin distribuir los resultados. 

La negociación colectiva puede y debe jugar un papel clave en el complejo equilibrio entre el mantenimiento o mejora del poder adquisitivo de los salarios y el control de una inflación que se está mostrando más estructural y enquistada de lo previsto inicialmente. Las clausulas de revisión salarial pueden ser útiles para alcanzar este difícil equilibrio. De ahí, la trascendencia de la novedosa propuesta sindical. 

En paralelo a los impactos positivos directos que tendría un acuerdo de negociación colectiva es importante destacar algunos intangibles que aportaría un nuevo acuerdo interprofesional. La negociación bipartita y los acuerdos tripartitos de concertación social han dado buenos resultados en los últimos años, tanto en el terreno laboral como en términos socioeconómicos. Y una cierta estabilidad política, de la que no vamos muy sobrados.

En momentos de claro deterioro de la democracia y de su papel de inclusión social, reforzar las formas de participación de las organizaciones sindicales y patronales en defensa de los intereses de trabajadores y empresas supone un reforzamiento del sistema democrático. Aunque, para que ello sea así, la concertación social debe mantenerse siempre activa y no solo activarse cuando se pueden “pillar” recursos públicos. Los órganos sociales, como los humanos, si no se usan terminan atrofiándose. 

Lo que me parece más significativo de la propuesta de CCOO y UGT es la incorporación de los beneficios como uno de los criterios a tener en cuenta en las clausulas de revisión salarial. De ello podrían derivarse importantes consecuencias, en términos de más transparencia empresarial y democracia económica. Aunque tengo mis dudas de que a la patronal le haya hecho mucha gracia la propuesta sindical. 

Durante meses la CEOE ha insistido y exigido que se tenga en cuenta la situación de las empresas en el momento de fijar aumentos salariales en los convenios. Ahora sabremos si sus razones eran sinceras o meras excusas para bloquear las negociaciones. 

CCOO y UGT, cogiendo el toro por los cuernos, le han tomado la palabra a la CEOE con una fórmula concreta para calcular los beneficios empresariales en cada sector. Más allá de los detalles técnicos, la propuesta sindical, de acordarse, supondría un avance importante en la necesaria transparencia de las empresas y podría abrir ciertas expectativas de mejora de la democracia empresarial, condición básica para la imprescindible e ineludible reforma de la empresa. Me explico.

Si se incorpora en los acuerdos salariales la variable de los beneficios, las empresas deberán necesariamente abrir sus cuentas a la representación de las personas trabajadoras. Algo que debería ser normal pero que desgraciadamente es poco habitual. Salvo claro que se pretenda que la representación sindical asuma como una verdad revelada los datos sobre beneficios que aportan las empresas. 

En la negociación de convenios sectoriales la formula sindical que se propone, para conocer la evolución de los beneficios empresariales, supondría aprovechar los muchos datos de los que disponen la Tesorería de la Seguridad Social y la Agencia Tributaria y ponerlos al servicio de la negociación colectiva. 

Para que esta formula prospere la CEOE debería entender la importancia de la transparencia empresarial y la democracia económica. En el libro “laberintos de la prosperidad” sus autores, Xosé Carlos Arias y Antón Costas, analizan las causas de la ruptura del contrato social y sus consecuencias en forma de aumento de la desigualdad social y erosión democrática. En el descarrilamiento del capitalismo y su legitimación social ha sido determinante, nos dicen, la peligrosa idea del ultraliberal Milton Friedman, que ha dominado el mundo durante varias décadas: “La única responsabilidad social de las empresas es incrementar sus beneficios para así maximizar el valor de los accionistas”. 

En los últimos años y para aparentar una respuesta a la crisis de este imaginario socialmente tan corrosivo, algunos “think tank” han puesto en marcha la operación de marketing de los “stakeholders”. A partir de ahora, nos dicen, las empresas deben tener en cuenta no solo a sus accionistas, sino al resto de actores claves, clientes, colaboradores, trabajadores y el territorio en el que actúan. 

Estos días estamos comprobando el fariseísmo de esta aparente voluntad reformista del capitalismo. En las presentaciones de resultados empresariales las palabras que más se pronuncian continúa siendo “dar valor a los accionistas”. Por si quedara alguna duda de esta doble moral, ha llegado Ferrovial, con su fuga al sumidero fiscal de los Países Bajos, para dejarnos claro el tipo de compromiso que tiene esta empresa con el territorio que le vio crecer y que le ha ofrecido todo tipo de apoyo para convertirse en una multinacional. 

España es un país de pymes y de microempresas, que viven una realidad muy distinta a la de las grandes corporaciones del IBEX. Se trata de empresas medianas y pequeñas que luchan por la supervivencia, aplastadas muchas veces por las estrategias de competitividad salvaje de las grandes corporaciones, que externalizan sus costes y riesgos a terceros gracias a su capacidad para controlar productos y mercados. Estas élites extractivas han configurado un modelo de capitalismo aristocrático y hereditario muy refractario a la democracia en la empresa que irradia toda la cultura empresarial.

Por eso creo que la propuesta sindical es una buena oportunidad para que la CEOE demuestre el compromiso empresarial con sus trabajadores y la sociedad española y afronte una reforma de la empresa que necesariamente ha de pasar por una mayor transparencia y mas democracia. 

Ahora que la necesidad de un nuevo contrato social pugna por entrar en la agenda política del siglo XXI no está de mas recordar que la democracia económica ha de formar parte ineludible de este renovado pacto social. Aunque nos surge la duda de si ello es posible en el marco de lo que Branko Milanovic califica como “la irremediable amoralidad del capitalismo hipercomercializado”.

En su libro “Capitalismo, nada más” Milanovic afirma que, por primera vez en la historia, toda la humanidad está dominada por un único sistema y ya todos somos capitalistas. Aunque para dejar claro que nunca ha sido verdad -y ahora menos- lo del “fin de la historia” añade que en la pugna entre los diferentes modelos de capitalismo está la clave de hacia donde se dirige la humanidad en este siglo. 

A dar respuesta a ese reto responden las propuestas de la Plataforma por la Democracia Económica (PxDE). Sus promotores nos emplazan a construir la poderosa idea que siempre ha de existir en la base de todo proyecto de transformación social y que ellos identifican con la democracia económica. También recuerdan la necesidad de que el sindicalismo libre esa batalla. Negociar los convenios, entrando en las tripas de los beneficios empresariales, puede ser una modesta pero significativa manera de avanzar en la democracia económica  

Como no se cansa de repetir el amigo Ignacio Muro: “Democracia económica, el momento es ahora”.

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