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¿Sale ganando la izquierda?

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el presidente del Partido Popular, Pablo Casado
17 de febrero de 2022 22:40 h

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En la mañana del jueves, antes de que estallara la guerra interna del PP, este artículo iba a ocuparse de la nueva caída electoral que la izquierda había registrado en las elecciones de Castilla y León. El dramón en la cúpula de la derecha, que seguramente no ha hecho más que empezar, obliga a reflexionar sobre las consecuencias que éste puede tener también para la izquierda.

No porque el PSOE y Unidas Podemos se vayan a beneficiar directamente de una crisis que afecta gravemente a las estructuras políticas y a las actitudes del electorado de derechas, sino porque el escenario general puede cambiar significativamente y con él también las perspectivas electorales, que en estos momentos no son favorables para la izquierda.

No es fácil pronosticar en qué puede terminar la guerra que mutuamente se han declarado Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado. Lo único que cabe excluir es que, a corto plazo, y no antes del congreso del PP que tendrá lugar en julio, se firme la paz entre ambos contendientes y que las cosas vuelvan a estar como lo estaban el miércoles. Es decir, muy mal.

No solo porque lo que se han dicho la presidenta de la Comunidad de Madrid y el número dos del PP, Teodoro García Egea, no tiene vuelta atrás. Ambos se han esforzado en ser contundentes y sus acusaciones mutuas no admiten interpretaciones. Sino porque la situación que ha llevado a ese enfrentamiento verbal difícilmente tiene arreglo, aunque seguramente habrá más de un mediador, entre ellos, probablemente, José María Aznar, que se esforzarán por intentarlo.

Una amenaza real de que el chanchullo saliera a la luz con pruebas ha debido ser lo que ha movido a los asesores de la presidenta madrileña a filtrar a dos medios bastante afines a ella, como El Mundo y el Confidencial, que la dirección nacional del PP había encargado a un detective privado que investigara si el hermano de Díaz Ayuso había cobrado comisiones por haber intermediado en la compra de mascarillas, por valor de más de 1,5 millones de euros. Ese es el fondo del asunto y algo como eso no se puede obviar más que con pruebas contundentes de que ese tráfico no se ha producido.

Esa amenaza ha llevado a la presidenta a romper la baraja. Cuando seguramente se estaba preparando para dar una batalla muy distinta. La de atacar a Pablo Casado por haberse equivocado nuevamente de estrategia política, induciendo al presidente de Castilla y León a romper con Ciudadanos y a convocar elecciones, creyendo equivocadamente que éstas le iban a propiciar un éxito clamoroso, como el que Isabel Díaz Ayuso obtuvo en Madrid hace ocho meses. Otros exponentes populares estaban dispuestos a subirse a ese carro. Pero ahora ese frente se ha diluido. Aunque tiempo habrá para que vuelva a conformarse.

Casado, por boca de García Egea, no podía sino responder en el mismo tono que la presidenta. O más duro quizás, porque ha anunciado que contra Díaz Ayuso se abrirá un expediente, que en teoría podría llevar hasta su expulsión del partido.

Esa es una posibilidad a tener en cuenta. La defenestración de Casado en el Congreso popular de julio, también. Tampoco se puede descartar que se produzcan ambas cosas. Ni que Isabel Díaz Ayuso decida dejar el PP y fundar un nuevo partido. Y es bastante probable que cualquiera de esas salidas se verifique en un plazo relativamente corto tiempo. La crisis es tan grave que no admite muchas dilaciones.

La primera impresión, a bote pronto, es que el primer beneficiario de esta crisis impensable hace solo pocos días es Vox. Es perfectamente posible que una parte, y puede que grande, del electorado y hasta de los cuadros del PP decidan pasarse al partido de Abascal a la vista de que su formación no ofrece garantía alguna de estabilidad ni de futuro. Vox podría crecer hasta superar al PP en votos y convertirse en el primer referente de la derecha.

Los pesos pesados del PP harán todo lo posible para que eso no ocurra. No parece, al menos con lo que se conoce hasta el momento, que puedan forzar que sea Isabel Díaz Ayuso la encargada de salvar al PP del naufragio. Pero si la presidenta madrileña llega relativamente incólume al congreso de julio hasta podría intentarlo. En todo caso, parece que el asunto de su hermano es lo suficientemente grave como para que no pierda demasiadas plumas en el camino.

En principio, los dramáticos problemas internos a los que se ve abocado el PP no deberían modificar mucho las perspectivas electorales que tienen tanto el PSOE como UP. Regulares tirando a mal, en el caso del primero. Bastante malas, en el segundo. Porque los movimientos de votos que puedan producirse como consecuencia de la actual crisis tendrán lugar sobre todo en el interior de la derecha. O hacia los partidos provinciales que parecen empezar a estar en auge.

En principio, cuando menos. Porque también podría ocurrir que algún elector se cambiara de bando hacia la izquierda a la vista de lo que está ocurriendo en el suyo. Y, lo que podría ser más significativo, que aumentara mucho la abstención de derechas. Y eso podría modificar la relación de fuerzas a la hora de la adscripción de escaños tras las elecciones.

Sobre todo a nivel provincial, que es donde se juega el resultado final de las elecciones. Y ahí la clave va a estar en qué partido obtenga el primer puesto en cada una de las circunscripciones electorales. Antes de la crisis de este jueves, la mayor amenaza para el PSOE era que el PP le arrebatara la primacía. Y algunas encuestas lo daban como posible. Si la guerra entre Casado y Ayuso impide que el PP confirme dentro de año y medio lo que hoy le dice más de un sondeo y si Vox, aún creciendo mucho, no consigue superar a los socialistas, Pedro Sánchez podrá contar con la prima en escaños que se otorga al ganador. Y si Yolanda Díaz consigue sacar a Unidas Podemos del marasmo en que se encuentra, mejor.

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