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Sánchez, Sísifo y la asimetría en la crítica

Pedro Sánchez en la presentación del libro 'Tierra Firme'

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Es Pedro Sánchez de esos políticos entrenados para no responder preguntas. Mejor dicho, para contestarlas pero todas ellas con una larga cambiada. Sin duda es una habilidad para no pisar charcos y evitar que sus palabras salgan impresas a cinco columnas. Llegó el presidente del Gobierno este lunes al Círculo de Bellas Artes acompañado de 14 de sus 22 ministros dispuesto a hablar de su libro. Tierra firme (Península) es una crónica en primera persona escrita por dedos ajenos cuya presentación seguro que suscitó más interés que la lectura del ensayo. El texto no aporta grandes secretos de La Moncloa, ni de la personalidad del líder de los socialistas ya por todos conocida, ni de su trayectoria, ni de nada. 

Es la segunda parte de una biografía que acaba en la noche del 23 de julio y en la que Sánchez habla de la pandemia, de la guerra de Ucrania y sus consecuencias, del volcán de La Palma y hasta de Marcial Dorado, el narcotraficante gallego amigo de Feijóo durante los años noventa, aquellos en los que en Galicia, en palabras del líder del PP, no había Google y por eso no podía saber de las malas compañías de sus afectos. 

Sánchez no habla en el libro de la amnistía porque cuando se escribió el ensayo seguramente no habría cambiado de opinión aún a este respecto y, si lo hubiera hecho, ha preferido no mencionarlo. Pero ahí estaba la periodista Ángeles Caballero, mano a mano con Jorge Javier Vázquez, para interpelar sobre el asunto y los ya dos millones de votantes desenganchados del socialismo por la medida de gracia, según la prensa de derechas. Baldío intento. Las preguntas si pretenden ser tales tienen que ser escuetas, directas y no dar la sensación de que se pide perdón por hacerlas. “Nuestra Transición y nuestra Constitución -dijo- tuvieron también como origen el perdón y la superación de una historia, en aquel caso la del franquismo y la dictadura, que desgarró a la sociedad (...) No se trata de poner el contador a cero, sino de extraer lecciones ”, fue lo más que dijo el presidente, que tenía claro cuál era el objetivo de la charla aparentemente improvisada: reírse con la agudeza e ironía del presentador de Sálvame y colocar sus mensajes, que fueron varios.

Uno: que las derechas subestiman al PSOE y su fortaleza. Dos: que las palabras de Abascal en Buenos Aires sobre “colgar de los pies a Sánchez” son de extrema gravedad porque pretenden monopolizar la política con el discurso del odio. Tres: que en España hay insultadores e insultados y asediadores y asediados. Cuatro: que hay que quitar agresividad al debate público. Y cinco (y más subrayado): que en la vida pública hay una clara asimetría en la crítica (“dictador”, “psicópata” o “enfermo mental”), que también llamó “descompensación en las tertulias” o “falta de pluralismo en los medios de comunicación”.

Que “hay programas de televisión que han contribuido a deshumanizar y traspasar todas las líneas rojas” y que “esa es una reflexión que han de hacer los medios de comunicación” es una reflexión que Sánchez y el PSOE arrastran desde hace tiempo desde “el respeto, pero desde el convencimiento absoluto”. Quédense con esto porque, además de la amnistía, de Catalunya y del Poder Judicial, será un asunto que ocupe también buena parte del debate en este mandato. Y no sólo en lo que afecta a los medios públicos. Si Zapatero fue el presidente que acabó con la publicidad en la RTVE para contentar a las privadas, a Sánchez no le temblará el pulso para amagar con que vuelvan los anuncios a la tele de todos. Y entonces el juego y el reparto sería otro. No será ni hoy ni mañana. Pero el debate está abierto y no a todos agradará por igual.

El paralelismo que Sánchez hizo de su historia con el mito de Sísifo no fue casual. Si el fundador de Corinto logró burlar a la muerte y engañar a los dioses, el presidente del Gobierno también es capaz de vagar por este inframundo nuestro empujando cuesta arriba una roca que, llegada a la cima vuelve a rodar ladera abajo. Él también es de los que por negarse a morir, tampoco halla descanso. Ya eludió a los dioses del socialismo después de aceptar su amparo en las primarias de 2014 y jubilar a todos sus rivales (Albert Rivera, Pablo Iglesias y Pablo Casado). El Olimpo de Génova anda ahora desnortado tras las elecciones del 23J. Y nada le costará empujar la roca de las televisiones y esta vez para que no vuelva a deslizarse ladera abajo.

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