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La izquierda presiona para que Pedro Sánchez no dimita
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Opinión - Sánchez no puede más, nosotros tampoco. Por Pedro Almodóvar

Sobra bronca y falta nivel

Pablo Casado, durante una intervención  en Barcelona.

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Bronca por los respiradores, bronca por las mascarillas, bronca por las cifras de muertos, bronca por el primer estado de alarma. Bronca por la desescalada. Bronca por la cogobernanza. Bronca por el toque de queda. Bronca por el cierre de la hostelería. Bronca por las vacunas. Y bronca ahora por los fondos europeos. 

En el capítulo pandemia, no hay día de la semana en que Díaz Ayuso no sea protagonista voluntaria. Ahora se descuelga con que no piensa tomar una sola medida más para frenar el virus, aunque Madrid anote el pico máximo de fallecidos por el COVID-19 y haya tenido que intervenir la sanidad privada porque no cabe un enfermo más en la pública. Si eso no es una flagrante dejación de funciones, además de una irresponsabilidad supina, es que los códigos de la política han cambiado tanto que ya vale todo y todo se aplaude por disparatado que resulte.

Entre marzo y junio de 2020, la presidenta madrileña se quejaba día, tarde y noche de que el estado de alarma decretado por Sánchez no dejaba margen de maniobra para tomar decisiones frente al avance del virus. Acusaba entonces a Pedro Sánchez de intervencionismo, de imponer una “dictadura” y casi hasta de desear el exterminio de los madrileños, pese a que fue su Gobierno el que firmó una instrucción médica que condenó al olvido y la muerte a miles de mayores en las residencias. Ahora que tiene plenos poderes para actuar y con la tercera ola disparada en su región, ha retado al presidente a que intervenga su Comunidad porque ella no piensa hacer nada, salvo cruzarse de brazos y sembrar cizaña, que es la mejor de sus habilidades.

Y por si fuera poco el esperpento al que asistimos, nos llega una última entrega de la insensatez del PP -Ayuso no está sola- al conocer que gracias a Vox y Bildu se ha salvado en el Congreso el decreto sobre las ayudas que llegarán de Bruselas para la reconstrucción económica y social tras la pandemia. El Gobierno ha logrado convalidar el texto que regula la ejecución del multimillonario fondo europeo para la recuperación económica y social con la ayuda del independentismo vasco y la abstención de la ultraderecha porque el PP hace tiempo que no practica la responsabilidad ni entiende la diferencia entre apoyar a España y apoyar al Gobierno, porque Ciudadanos anda perdido en su laberinto en un intento desesperado por evitar el cierre por derribo y porque ERC -hasta ahora socio preferente de la coalición- está en campaña electoral y necesita apartarse del socialismo, que le pisa los talones en Catalunya con la candidatura de Salvador Illa.

En una nueva versión del patriotismo de Casado, el líder del PP ha decidido con su voto en contra enviar una señal de alerta a Bruselas de que nuestro país puede hacer un mal uso de las ayudas. Y todo por la negativa de La Moncloa a crear una agencia independiente para supervisar el reparto que, ciertamente, el Gobierno podría haber explorado.  

Hubo un tiempo en que en el universo político no se hacía partidismo zafio con los asuntos de Estado, pero en la España de hoy lo que se lleva es encadenar una disputa tras otra mientras se olvida lo fundamental y más urgente ante esta pandemia: primero salvar vidas y evitar contagios y después, hacer lo necesario para sacar de la ruina económica en la que ya han entrado miles de empresas y familias. Pero eso al PP de Casado parece que le importa poco. Mucho mejor advertir a la UE de que Sánchez, además de un bolivariano, socialcomunista y filoetarra, es un irresponsable manirroto que dilapidará las ayudas comunitarias. 

Hasta Vox ha entendido algo tan evidente como que los fondos que se votaban son necesarios, además de urgentes para trabajadores y autónomos, “más allá del color político de cada gobierno”, como explicó Iván Espinosa de los Monteros tras la abstención inesperada de su grupo parlamentario. 

Tumbar el decreto hubiera supuesto meses de nuevas negociaciones entre el Ejecutivo y las Comunidades Autónomas, con la consecuente demora en el reparto, y eso es algo que debieran haberle explicado a Casado sus asesores antes de votar en contra. O quizá también los presidentes autonómicos de su propio partido que están a la espera de que lleguen las ayudas para la reconstrucción de sus devastadas economías. Entretanto, parece que sobra bronca y falta nivel para entender lo que nos jugamos todos. También Casado, si es que aún está en su ánimo ser algún día alternativa. Hoy no parece que dé la talla. 

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