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La suerte de María Antonieta

Baja la preocupación por el paro y sube la que generan sanidad y educación, según el CIS / EFE

Julio Embid

Ya es mala suerte, pero yo pertenezco a ese 4,3% de personas de clase alta-media alta que se siente a menudo desdichado o deprimido. Si fuera de clase trabajadora no cualificada sería mucho más probable (15,7%) que estuviera deprimido. No lo digo yo, sino el último barómetro de febrero de 2015 del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). También sería mucho más probable que padeciera achaques o dolores (19,8% frente al 11,7%) pero afortunadamente, a mí y al 50,7% de los de mi clase social nunca nos pasa.

Si fuera de clase trabajadora, no sólo tendría un sueldo más bajo del que tengo, sino que habría muchas posibilidades que gran parte del mismo tal vez se me fuera en tabaco. Uno de cada tres españoles de clase trabajadora es fumador frente a uno de cada cinco de los de clase alta o media alta. Aparte, existe un fuerte factor corrector pro-fumador en la izquierda política, así que si eres muy rojazo y estás parado o curras en una fábrica, es mucho más probable que sigas a Santiago Carrillo en lo que a dos paquetes diarios se refiere.

Apenas fumo, salvo en bodas y tampoco he sido nunca muy laminero, pero eso sí discrepa con mi formación universitaria. Los que tenemos estudios superiores somos más aficionados a los dulces y a la pastelería que el resto. El 38,4% de los universitarios los come varias veces a la semana. Entre aquellos con estudios primarios este porcentaje baja al 26,2%. Ya lo dijo María Antonieta de Austria antes de que los revolucionarios le rebajasen 30 centímetros la altura: “Si no tienen pan, que coman pasteles”.

Respeto mucho a los vegetarianos ya que siempre he sido vegetariano no practicante, pero me sorprende que la mayoría de estos sean de clase alta-media alta. En este grupo hay cuatro veces más de personas que nunca comen carne que en las clases medias. No sé a cuánto va el cuarto y mitad de tofu, pero sí veo que también son los que más pescado comen. El 69,6% lo hace varias veces a la semana, doce puntos más que los de clase trabajadora. A mí que no me miren, que yo sigo pensando que, como me enseñó mi tío hace muchos años, de entre todos los pescados el mejor es el jamón.

Incluso si hablamos de altura, todos somos iguales pero algunos somos más iguales que otros. Resulta escandaloso que entre la clase alta-media alta el 12% superamos los 1’80 metros, entre la clase trabajadora sólo son el 3,4%. Afortunadamente la causa habitual de mis desdichas que suponen las personas de más de 180 centímetros, declase alta-media alta, de municipios de más de 1.000.000 de habitantes y género femenino, no abundan en demasía. Menos del 0,01% de las personas. Por fortuna, y volviendo al barómetro del CIS, observo que no soy el único insatisfecho con la vida en general y que, los que nos ubicamos a la izquierda del 5 ideológico, estamos más cabreados que los que están a la derecha de media.

Resulta infame que las diferencias entre las clases sociales vayan aumentando, especialmente entre las clases medias frente a la clase trabajadora y entre los barrios de clase media y los barrios de clase trabajadora, y que esta crisis nos está llevando a una sociedad dual donde sólo tendrán vivienda aquellos cuyos padres ya tuvieran una vivienda y sólo podrán ir a la universidad, aquellos cuyos padres eran ya universitarios: la casta de los brahmanes universitarios. Tal vez este Gobierno debería espabilarse en reducir urgentemente la desigualdad si no quiere, electoralmente, correr la suerte de María Antonieta.

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